La historia de la Navidad es sin duda una de las más grandes historias jamás contadas. Es la crónica de un nacimiento sobre el cual el mundo reconoce el tiempo como ‘antes de’ ó ‘después de’. Por otra parte, está escrita de tal manera que ha inflamado la imaginación romántica durante 2000 años. Esto no ha sido siempre para bien. Más allá de recrear todo tipo de leyenda imaginable, la historia de la Navidad, en la imaginación cristiana, ha asumido muy a menudo un papel central el cual no ha sido concedido por los mismos Evangelios. Esto no es sorprendente, dada su riqueza.
Dentro de su gran narrativa hay varios mini-relatos, cada uno de los cuales viene cargado con sus propios símbolos arquetípicos. Uno de estos mini-relatos, rico en imágenes arquetípicas, es la historia del Rey Herodes y los Reyes Magos.
Así lo vemos en el Evangelio de Mateo cuando nos cuenta cómo reaccionaron varias personas ante el anuncio del nacimiento de Jesús. Mateo establece un poderoso contraste arquetípico, bendición y maldición, entre la reacción de los reyes magos, que traen sus dones y los ponen a los pies del nuevo rey, y el rey Herodes, que trata de matarlo.
Todos estamos familiarizados con esta historia, ya que ha sido muy celebrada en canciones, en iconos y en leyendas. Jesús nace dentro de una tradición religiosa, el judaísmo, y su nacimiento se anuncia a la comunidad de fe de una manera que corresponde a la religión, es decir, por los ángeles, por una revelación sobrenatural. Sin embargo los que están fuera de esa tradición-de-fe necesitan otra forma de llegar a saber de su nacimiento, por lo que su nacimiento se anuncia a ellos en la naturaleza, en la astrología, a través de las estrellas. Los sabios ven una estrella especial aparecer en el cielo y comienzan a seguirla, sin saber exactamente a dónde ó a qué les va a llevar.
Mientras siguen a la estrella, se encuentran con el rey Herodes al enterarse de que un nuevo rey supuestamente ha nacido, tiene su propio y malvado interés en el asunto. Les pide a los reyes magos encontrar al niño y traerle la información para que él también pueda ir a adorar al recién nacido. Sabemos el resto de la historia:
Los magos siguen la estrella, encuentran al nuevo rey, y, al verlo, colocan sus regalos a sus pies. ¿Qué pasa con ellos después? Tenemos todo tipo de historias apócrifas sobre su viaje de regreso a casa, sin embargo éstas, aunque interesantes, no son útiles. No sabemos qué pasó con ellos después y ese es exactamente el punto. Su desaparición en el anonimato es una parte crucial de su regalo. La idea es que desaparecen en ese momento porque pueden desaparecer en ese momento. Han puesto sus regalos a los pies del joven rey, y ahora pueden dejar todo a salvo en sus manos. Su estrella ha eclipsado a la suya propia. Lejos de luchar por ocupar un lugar, ahora felizmente se lo ceden a él. Al igual que el viejo Simeón, que felizmente puede salir del escenario cantando: ¡Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz! ¡Podemos morir! ¡Estamos en buenas manos!
Para Herodes, ¡muy por el contrario! la noticia de que un rey ha nacido lo amenaza en su núcleo ya que él mismo es un rey. La gloria y la luz que ahora brilla en el nuevo rey ya no brillará para él. Entonces, ¿cuál es su reacción? Lejos de dejar sus regalos a los pies del nuevo rey, se dispone a matarlo. Además, para asegurarse que sus asesinos lo encontrarán, mata a todos los bebés varones en toda la zona. Un libro entero sobre antropología se podría escribir acerca de esta última línea. ¡Los peces no son la única especie que se alimentan de sus crías! Sin embargo el verdadero epicentro es el contraste entre los Reyes Magos y Herodes: Los primeros ven una nueva vida como promesa y la bendicen, este último ve la vida como una nueva amenaza y la maldice.
Esta es una magnífica historia con una fuerte pregunta: ¿Cuál es mi reacción ante una nueva vida?, en especial a una vida que me amenaza, ¿me quitará un poco de mi propia popularidad, de sol, y de adulación? ¿Puedo, como los reyes magos, poner mis regalos a los pies de los jóvenes y pasar hacia el anonimato y eventualmente la muerte, contento de que el mundo está en buenas manos, a pesar de que esas manos no son mis manos? ¿O, como Herodes, voy a sentir que esa vida me amenaza e intento de alguna manera acabar con ella, no sea que su estrella de alguna manera empequeñezca la mía?
El bendecir a otra persona es dar algo de nuestra propia vida para que el otro pueda contar con más recursos para su viaje, los buenos padres hacen eso por sus hijos. Los buenos maestros hacen eso por sus estudiantes, los buenos mentores hacen eso por sus protegidos, los buenos párrocos hacen eso por sus feligreses, los buenos políticos hacen eso por sus países, y los buenos decanos hacen eso por los jóvenes. Regalan algo de sus propias vidas para dar recursos al otro. Los Reyes Magos hicieron eso con Jesús.
¿Cómo reaccionamos cuando el nacimiento de una estrella joven que comienza a eclipsar nuestra propia luz?