El sendero del sufrimiento

12 de junio de 2024
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Apoyo en el dolorContinuando con nuestras reflexiones sobre la Exhortación Apostólica del Papa Francisco sobre el amor en la familia, nos encontramos con este sugestivo título. ¿Puede la familia o la pareja convertirse en un sendero de sufrimiento? Evidentemente que sí, pues la familia y la pareja están formadas por personas como usted y yo y por tanto, propensas al sufrimiento. No podemos excluir esta realidad de nuestra existencia como no podemos negar que su oscuridad es un llamado a restaurar la paz interior. Quien ha sufrido sabe que, aunque la vida es oscura en esos momentos, en esa misma oscuridad crece un anhelo enorme de sanar y sanarse.

Tanto en el sufrimiento inevitable, es decir ante esos momentos en los que no podemos cambiar nada (muerte, catástrofes, enfermedades, accidentes) como en el sufrimiento que depende de nuestro comportamiento (victimismo, narcisismo, adicciones, apatía, etc.) muchas parejas y familias se ven envueltas en cientos de dilemas. La vida en pareja puede convertirse en un campo minado de sufrimientos, resentimientos y rencores llegando incluso a la toxicidad y la vida familiar también puede resultar tóxica y desencadenar muchísimas disfuncionalidades psicoemocionales.

Por ejemplo existen nefastas consecuencias en las parejas y familias debido a los celos, a la posesión, al deseo de dominio, a la utilización de la persona como objeto (placer, utilidad), a la manipulación; a los juegos de control propios de las víctimas, de los salvadores, de los mártires, perseguidores, narcisistas, etc.

Como resultado de estos problemas, muchas familias y parejas se convierten en escenarios de agresión, violencia intrafamiiiar, maltrato psicológico y un sinnúmero de comportamientos disfuncionales que, lamentablemente, son de un alto “contagio familiar”.

Pero ¿qué debemos hacer ante tales situaciones? Primero mirar los hechos, luego aceptarlos como son sin justificarlos, minimizarlos o negarlos y, por último, definir cómo los afrontaremos. No sirve rumiar sobre las causas o los culpables pues nos puede aumentar la frustración o los resentimientos y esto nos impedirá tomar acciones. Es mejor preguntarnos ¿qué podemos hacer? Si no podemos hacer nada para cambiar la situación, siempre podemos cambiar nuestra actitud ante aquello inevitable y; si podemos hacer algo para cambiar el sufrimiento, debemos concentrar toda nuestra energía y creatividad en tal tarea.

Esta actitud nos ayudará a diferenciar entre nuestra responsabilidad y el respeto por la libertad de los demás. Por ejemplo, si usted es una persona celosa que atemoriza a su pareja, usted es responsable de revisar tal comportamiento; si usted tiene una dificultad personal que está afectando a su familia, asuma el reto de respetar el bienestar de los otros y póngase manos a la obra; por otro lado, si considera que el sufrimiento proviene de un rasgo o condición de su pareja o de uno de sus hijos, ayúdelos tanto como pueda, pero acepte que usted no es capaz de cambiar a otras personas sino simplemente convertirse en una luz que los estimule al cambio.

Si existe sufrimiento en su vida de pareja o familiar, sea valiente e indague la razón. Recuerde que solo un problema bien definido es un problema que se puede resolver. El amor no es la causa del sufrimiento, la vida en pareja y familia no son caminos so-lamente de sufrimiento. Todo lo contrario, son caminos al amor, a la alegría, a la esperanza.

Sufrir es parte de la vida, pero siempre dependerá de nosotros para que este sufrimiento adquiera sentido. El amor no nos hace sufrir, el amor nos devuelve la vista para mirar desde su luz lo que debemos hacer y con ello transforma y nos transforma. Como dice la Biblia: “Y no sólo en esto, sino también en nuestros sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza” (Romanos 5:3-4).