En la vida nos damos cuenta pronto de que necesitamos estar con alguien. Siempre, por otra parte, a nuestra vera hemos sentido la presencia de personas que han acompañado y cobijado nuestro corazón. ¿Cómo no recordar en estos momentos a nuestros padres, los hermanos, aquella amiga que no se separó de nosotros en los momentos difíciles, la presencia de un sacerdote que curó las heridas de nuestro interior? Un alguien luminoso hace bien en la vida, es algo grande y precioso.María estuvo siempre acompañada. Hay alguien con Ella desde la primera hora. Por eso desde el inicio de su vida es como una isla de luz. Cayó gozosamente en la cuenta de una manera singular cuando se lo reveló un ángel: El Señor está contigo.Esta presencia de Dios la empapó de tal manera que se hizo sustancia viva en su corazón. María se ha ocupado de innumerables cosas en la vida como todos los mortales; ha cuidado al niño, ha realizado las tareas de la casa, por las tardes se ha quedado en la puerta esperando a José, no ha olvidado de noche dar un fuerte beso al hijo a la hora del sueño. Pero María siempre estuvo en la presencia de Dios. Por eso no pecó nunca ni se extravió por los senderos del mundo. En todo cumplió la voluntad de Dios. Definitivamente aquel ángel tuvo motivos para invitarla a la alegría. Dios moró definitivamente en Ella. En nosotros tampoco puede faltar el regocijo. Dios está con nosotros y estará siempre todos los días de nuestra vida.
San Juan, apóstol y evangelista
Jn 20,2-8. El otro discípulo corría más que Pedro y llegó primero al sepulcro.