Un matrimonio amigo me acaba de regalar, como recuerdo de un encuentro, un precioso porta-velas, con una velita dentro. Lo tengo delante y me trae a la memoria en momento del encuentro y la expresión de gratitud.
Contemplarlo con atención me ayuda a comprender que la relación de amor matrimonial es un signo cargado de un mensaje de alcance. El porta-velas lleva tres huecos que dibujan las letras de estas tres palabras: live, laugh, love: vivir, reír, amar. Cuando luce la vela que lleva escondida dentro, me resulta un objeto elocuente. Habla en distintas direcciones. Expresa el significado de la luz. El resplandor ilumina la vida, la vuelve capaz de risa, y amorosa. Se parece al amor matrimonial. Ayuda a entender su decisiva importancia.
El bello porta-velas se ha convertido para mí en un símbolo. Un objeto que remite más allá de su materialidad en múltiples dimensiones. Tiene las características del signo. Y esto en una cuádruple dirección:
1) Signo rememorativo
Contiene y hace presente, en el recuerdo, el momento en que se convirtió en un regado, en un dar y recibir. Expresión de afecto y gratitud. Pretensión de paralizar el momento, detener el tiempo. La pretensión de convertir el tiempo cronológico en tiempo biográfico, es decir, tiempo de encuentro, de presencia. Implícitamente, tal vez, el regalo se propone luchar contra el olvido; contra la crueldad del tiempo que todo lo hace pasajero y huidizo.
Teniendo en cuenta esta dimensión del signo, el relación matrimonial de amor, íntima y responsable, es memoria viva de la alianza de amor entre Cristo y su Iglesia, es decir, nosotros. Cristo resucitado está presente y activo en la Iglesia. Más concretamente, sigue haciendo maravillas en el amor entre un hombre y una mujer. El gran don del amor conyugal remite a su donante, lleva sus huellas.
2) Signo indicativo
En segundo lugar la luz encendida de la vela ilumina las tres palabras; hace significativo al objeto; remite más allá de sí misma. El objeto se hace casi trasparente. Invita a poner los ojos en la vida, la alegría y el amor. Es un indicador, como una señal, que encamina en una dirección. El amor matrimonial es signo indicativo en cuanto señala al gran icono del amor que es Jesucristo mismo en su trayectoria pascual.
3) Signo expresivo
Del objeto emana la luz. El objeto irradia claridad; desde su mima entraña luminosa expresa vitalidad, alegría amor. El amor matrimonial es también energía; desprende luz e ilumina a cuantas entran en contacto con él. Comienza a expandir la onda amorosa desde la pareja a la propia familia, a los amigos, a los lugares de trabajo… El don del compromiso y la promesa matrimonial ejerce una gran irradiación. Donde realmente se da, no queda oculto ni escondido. Habla por sí mismo. Es el lenguaje de la vida vital, de la alegría, del amor hecho ternura y caricia.
4) Signo comunicativo
El objeto es elocuente; por su misma naturaleza gravita hacia quien lo contempla. De la misma manera el amor conyugal es comunicativo, con palabras o con el lenguaje no-verbal. El amor conyugal, fiel y apasionado, representa una buena noticia en la sociedad de hoy. Es motivo de alegría; muestra que el amor para siempre es posible, que lejos de resultar aburrido, representa la novedad de conocerse y amarse más cada día de la vida. Quien te quiere y te cree, te crea. Quien te mira con ojos de amor es capaz de descubrir y potenciar muchas capacidades dormidas o enterradas por falta de motivación. Por su propia naturaleza el amor matrimonial es evangelizador; comunica noticias de Dios, especialmente para aquellos que se resignan a vivir sin noticias de Dios. El amor matrimonial es buena noticia.