El Sol, Las Tormentas, La Selva, Los Desiertos, y La Espiritualidad

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Hace algunos años, acompañado por un excelente director Jesuita, hice un retiro de treinta días utilizando los ejercicios de San Ignacio.  En la tercera semana del retiro hay una meditación sobre la agonía de Jesús en el jardín. Yo hice la meditación en la mejor medida de mis capacidades y me reuní con el director para discutir el resultado.  El no estuvo satisfecho y me pidió que repitiera el ejercicio.  Lo hice, me reporté nuevamente, y lo encontré de nuevo insatisfecho.  Yo estaba perdido, sin comprender exactamente lo que él quería que yo lograra a través de esa meditación, aunque, obviamente, me estaba faltando algo.  El siguió tratando de explicarme que Ignacio tenía un concepto donde se suponía que uno tomaba el material de la meditación y “lo aplicaba a los sentidos”  y yo, de alguna manera, no estaba comprendiendo esa parte.

Eventualmente el me preguntó: “Cuando haces esta meditación, ¿has estado sentado cómodamente dentro de una capilla con aire acondicionado?”  Mi respuesta fue si.  “Bien” este sabio Jesuita respondió,” “No me extraña que no puedas aplicar correctamente esto a tus sentidos.  ¿Cómo puedes verdaderamente sentir lo que sintió Jesús en su agonía en el jardín cuando tú estas sentado confortable, a gusto, seguro, y cómodo en un cuarto con aire acondicionado?”  Su sugerencia fue que hiciera de nuevo el ejercicio, y que lo hiciera tarde por la tarde, afuera, en lo oscuro, frío, sujeto a los elementos de la naturaleza, y probablemente aun, un poco temeroso de lo que pudiera encontrar físicamente ahí afuera.

El enfatizó un buen punto, no solo para mi lucha con este ejercicio espiritual en particular, sino acerca de una de las mayores deficiencias dentro de la espiritualidad contemporánea.  Puesto en forma sencilla: Nuestra oración y nuestra búsqueda espiritual no están suficientemente conectadas con la naturaleza.  Con todas nuestras buenas intenciones y arduo trabajo, somos platónicos, tratamos demasiado, de hacer que nuestras almas se transformen mientras nuestros cuerpos se sienten calentitos, seguros y sin involucrarse.  Los elementos físicos de la naturaleza y nuestros propios cuerpos juegan un rol muy pequeño en nuestro esfuerzo por crecer espiritualmente.

Esta es la mayor crítica que hace Bill Plotkin, una voz nueva e importante en espiritualidad, de lo que observa que sucede hoy en día en mucha de la espiritualidad cristiana.  En nuestra Iglesia, desde los programas pastorales, a lo que pasa en nuestros centros de retiro, hasta lo que pasa en la búsqueda espiritual de la mayoría de la gente,  Plotkin observa muy poca conexión con la naturaleza, con el sol, las tormentas, lo salvaje, y el desierto buscado por Jesús.

Plotkin, quien no trabaja explícitamente desde una perspectiva cristiana, pero que la comprende, maneja un centro donde el dirige gente que esta espiritualmente en búsqueda.  Una de las cosas que este centro ofrece es una búsqueda en el desierto.  Se le ofrece a la gente la opción de salir solos a lo salvaje por unos días, llevando muy poco para protegerse de lo que pudieran encontrar ahí.  Mientras se toman las precauciones razonables y la pruedencia no se pone entre paréntesis, la gente que hace esta búsqueda, se suele sentir bastante vulnerable a los elementos y lucha con mucho miedo.

Y la búsqueda es efectiva precisamente por eso.  Frecuentemente se produce una transformación real, y ésta se atribuye en bastantes ocasiones, a la batalla contra el temor y los elementos físicos que tiene que librar la persona que esta haciendo la búsqueda.  El libro de Plotkin titulado “Soulcraft,”  contiene un gran número de testimonios muy intensos de gente que comparte, cómo lo que ellos experimentaron como el desierto – un exposición y un miedo real – los llevó a una transformación real en sus vidas.  Para que algo sea real, ¡tiene que ser real!

Ron Rolheiser. OMI