En un libro maravilloso titulado “La Música del Silencio” David Steindl-Rast destaca cómo cada hora del día tiene su propia luz especial, y su propio y particular estado de ánimo, y cómo estamos más atentos al momento presente cuando reconocemos y honramos a estos " ángeles especiales" que están al acecho dentro de cada hora. Tiene razón. Cada hora del día y cada tiempo del año tienen algo especial que darnos, sin embargo, muchas veces no somos suficientemente conscientes para descubrir este regalo.
Podemos verlo con mayor facilidad en las estaciones especiales del año. A pesar de que a veces no podemos estar muy atentos en momentos particulares como la Navidad ó la Pascua, debido a los diversos agobios y distracciones, sabemos que estos tiempos son especiales, y que en ellos hay "ángeles" que están pidiendo que les descubramos. Sabemos lo que significa cuando alguien dice: "!Este año me sentí demasiado cansado y agobiado para vivir en el espíritu de la Navidad. Me perdí la Navidad de este año!”
Y esto no sólo es cierto para tiempos especiales como la Navidad y la Pascua. También es cierto, lde una manera muy especial, para el tiempo que llamamos “tiempo ordinario”. Cada año, el calendario de la iglesia encuadra más de treinta semanas que llama "tiempo ordinario", un tiempo en el que se supone que debemos encontrarnos con los ángeles de la rutina, la regularidad, lo doméstico, la previsibilidad y lo ordinario. Al igual que en los tiempos de grandes celebraciones, este tiempo está destinado también para dar una riqueza especial a nuestras vidas.
Sin embargo es fácil que tanto este tiempo como su intención pasen desapercibidos. El término "tiempo ordinario" suena soso para nosotros, aun cuando inconscientemente añoremos mucho lo que precisamente está destinado a traer. Tenemos muy poco "tiempo ordinario" en nuestras vidas. A medida que nuestras vidas se vuelven más agobiantes, más cansadas y más inquietas, tal vez anhelamos éste “tiempo ordinario” más que cualquier otra cosa, la tranquilidad, la rutina, la soledad, y espacio lejos del ritmo frenético de la vida. Para muchos de nosotros la misma expresión, "tiempo ordinario", nos brinda un suspiro junto con la pregunta: "¿Qué es esto? ¿Cuándo fue la última vez que tuve "tiempo ordinario" en mi vida?" Para muchos de nosotros "tiempo ordinario" significa sobre todo prisa y agobio, "una carrera de ratas", "una cinta de correr".
Muchas cosas en nuestra vida conspiran contra el "tiempo ordinario", no sólo el ajetreo que nos priva del ocio, sino también las angustias, las obsesiones, la pérdida de la salud, ó las otras interrupciones a lo ordinario que se burlan del ritmo de la rutina normal y nos roban hasta el sentido de "tiempo ordinario". Esa es la plaga de la edad adulta.
Muchos de nosotros, sospecho, recordamos que nuestra verdad cuando éramos niños fue lo contrario. Recuerdo que cuando era niño a menudo me aburría. Anhelaba casi siempre una distracción, que alguien visitara nuestra casa, las celebraciones de las momentos especiales (cumpleaños, Navidad, Año Nuevo, Semana Santa), sobre todo para sacudirse la rutina de la normalidad del "tiempo ordinario". Sin embargo esto se debe a que el tiempo corre muy lentamente para un niño. Cuando tienes siete años de edad, un año constituye una séptima parte de tu vida. Eso es mucho tiempo. En la mediana edad y más allá, un año es una pequeña fracción de tu vida, por lo que el tiempo se acelera – tanto, que de hecho, en cierto punto, a veces también empiezas a añorar que las ocasiones especiales se terminen de una vez, que los visitantes se regresen a su casa, y que las distracciones desaparezcan, y así poder volver a un ritmo más normal en tu vida. La rutina puede ser aburrida pero dormimos mucho mejor cuando los ángeles de la rutina y lo ordinario visitan nuestras vidas.
Hoy en día hay una copiosa literatura, tanto en los círculos seculares como en los religiosos, que nos habla de las dificultades para ser conscientes del momento presente, como Richard Rohr lo dice en, "The Naked Now", ó a lo que llama David Steindl-Rast, " the Angels of the Hour.” La literatura varía mucho en su contenido e intención, sin embargo está de acuerdo en un punto: Es muy difícil estar atentos al momento presente, el vivir verdaderamente en el presente. No es fácil vivir en el "tiempo ordinario".
Hay una expresión china que funciona como una bendición y como una maldición. Pide este deseo para alguien: ¡Que vivas en tiempos interesantes! Cuano eramos niños, si alguien nos deseaba esto hubiera significado una bendición; nuestra vida entonces estaba llena de rutina y de lo ordinario. Para un niño el tiempo corre lentamente. La mayoría de los niños tienen suficiente cantidad de tiempo ordinario.
Sin embargo, como adultos, para la mayoría de nosotros, ese deseo es probablemente más maldición que bendición: Las presiones, angustias, enfermedades, pérdidas, demandas, e interrupciones perpetuas, parecen acosar a nuestras vidas, aunque tal vez no se reconocen como "tiempos interesantes", son en realidad la antítesis de la rutina, la regularidad, la domesticidad, la previsibilidad y normalidad. Y estas nos privan del "tiempo ordinario".
La Iglesia nos invita a estar atentos a las distintas tiempos del año: Adviento, Cuaresma, Navidad, Pascua, Ascensión y Pentecostés. Hoy, a mi juicio, es necesario que nos desafíen a estar atentos al "tiempo ordinario". Nuestra incapacidad para prestar atención a éste, es quizás nuestra mayor deficiencia litúrgica.