200 millones de niños y adolescentes en el mundo trabajan en lo que los organismos internacionales denominan las “peores formas del trabajo infantil”, cerca del 70% en la agricultura.
Por encima de debates acerca de la erradicación o no del mismo, decenas de miles de niños y adolescentes trabajadores se organizan frente a las condiciones de pobreza y exclusión a los que les condena la realidad de sus países. Defienden su derecho a trabajar para salir de la marginación y exigen derechos. Estas organizaciones de niños y jóvenes no consideran trabajo infantil, sino delito, actividades como la trata, la explotación sexual o la esclavitud.
Después de dos años preparándolo, el 1 de mayo de 1994 más de 500 empleadas domésticas, la mayoría menores de edad, marcharon en el desfile del día del trabajo en Dakar, capital de Senegal, una de las fiestas más importantes de la ciudad. Junto a ellas desfilaron también limpiabotas, aprendices y otros muchos niños trabajadores que quisieron reivindicarse y mostrar su realidad. Nueve años después se creó la Asociación de Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores de Dakar (AEJT Dakar), que forma parte del Movimiento Africano de la Niñez Trabajadora (MAEJT, por sus siglas en francés), que se extiende también por países como Níger o Costa de Marfil y cuyo objetivo es mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los niños que trabajan y frenar el éxodo rural hacia las ciudades y al Norte.
En Sudamérica, la historia de las organizaciones de trabajadores menores de 18 años se remonta a los ‘70 y se enmarca en un contexto de cambio favorecido por corrientes como la teología de la liberación y fuertes movimientos políticos y sociales. Uno de los principales centros del movimiento infantil surgió en Perú durante la dictadura de Francisco Morales Bermúdez. La Juventud Obrera Cristiana, viendo la situación de los chicos que salían a trabajar, decidió formar el Movimiento de Adolescentes y Niños Trabajadores Hijos de Obreros Cristianos, embrión del Movimiento Nacional de Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores Organizados de Perú (MNNATSOP), creado en 1996. Desde Perú, la experiencia pasó a Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador o Paraguay, países donde miles de personas se inscriben hoy en el movimiento de Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores (NNATs).
A pesar de su trayectoria, los NNATs sudamericanos no cuentan con el respaldo de organismos internacionales como la Organización Mundial del Comercio o la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Las posiciones abolicionistas de estos organismos vinculados a la ONU contrastan con las posturas inscritas en la llamada “valoración crítica del trabajo”, quienes denuncian que la OIT considere el trabajo infantil como “una causa de la pobreza”, algo que contribuye a la estigmatización de esta parte de la población.
Solidarios contra la pobreza
Mientras los objetivos del milenio de la OIT persiguen acabar con la totalidad del trabajo infantil antes de 2020, los grupos de NNATs peruanos explicaban en su web (napa.com.pe) que ellos no trabajan sólo por una cuestión económica, “sino sobre todo en solidaridad con nuestras familias, porque no aceptamos que la pobreza en que vivimos nos quite nuestra dignidad. Para eso tenemos nuestra fuerza, nuestras manos, nuestra creatividad, nuestra familia y, sobre todo, nuestros derechos humanos”.
Las posturas divergentes sobre el trabajo en la niñez evidencian que no hay una sola visión al respecto; en palabras de Pepa Horno, responsable del Departamento de Protección de los Derechos de la Infancia de Save the Children, el trabajo puede servir a muchos niños “para garantizar su supervivencia, inviable de otro modo, pero también puede producirles la muerte o ponerles en riesgo de sufrir maltrato físico y psicológico. Hay que tener en cuenta las condiciones laborales, la seguridad, la higiene, los horarios, que se garantice que no sean maltratados y que puedan combinar el trabajo con el estudio”. Sin embargo, como reflejan las organizaciones infantiles peruanas, la visión que promueve la OIT y que siguen los principales organismos internacionales “no diferencia entre condiciones aceptables y formas de explotación”. En este sentido, UNICEF incluye en su definición de “las peores formas de trabajo infantil” actividades que para los NNATs no han de ser consideradas trabajo, sino delitos, entre los que incluyen explotación, esclavitud, prostitución o trata. En su denuncia, los grupos de niños y adolescentes trabajadores proponen que se revisen, con la participación de las organizaciones de NNATs, los Convenios 138º y 182º de la OIT sobre la edad mínima y las peores formas y condiciones de trabajo infantil, convenios que, según estas organizaciones, van contra la Convención sobre los Derechos del Niño. Como señala Víctor Bedriñana, del MNNATSOP, mientras en los países firmantes del convenio “se aumenta cada vez más la edad mínima para empezar a trabajar, se rebaja cada vez más la edad penal”.
Otra de las críticas que estos grupos hacen a la OIT es la separación que se establece entre niños que estudian y niños que trabajan, cuando, según fuentes de Save the Children, el número de niños sin escolarizar en el mundo ha bajado en los últimos años de 110 millones a 72 millones, dato que permite ver que más del 50% de la infancia trabajadora compatibiliza trabajos y estudios.
Los NNATs reivindican su derecho a estudiar tanto como su derecho a ser sujetos activos en sus sociedades. Como denuncian las organizaciones peruanas: “Veinte años de políticas neoliberales han producido mayor desocupación y subempleo, una disminución del valor real de los salarios, mayor número de pobres y pobreza extrema, mayores niveles de violencia social y política, etc. En este marco, los NNATs hemos tenido que sumarnos a la lucha de nuestros padres por la supervivencia y engrosamos las filas de los trabajadores subempleados o precariamente empleados”.
Otros artículos relacionados en Diagonal:
NNATs: dignidad y justicia social, Alejandro Cussianovich, colaborsadore de Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores.
«Allí no se puede vivir sin trabajar«, entrevista a Seynabou Pouye, vicepresidenta de la Asociación de Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores de Senegal, Pablo Elorduy y Julio Rojo, Redacción / Madrid
«Respeten nuestros derechos«, entrevista a Víctor Bryan Bedriñana, delegado del Movimiento Nacional de Niños, Niñas, Adolescentes y Trabajadores Organizados de Perú, Pablo Elorduy y Julio Rojo, Redacción / Madrid
Más info: www.infantnagayama.org