La piedra que rodó de la tumba de Jesús continúa rodando de toda suerte de tumbas. La bondad no puede ser retenida, capturada ni expuesta a la muerte. Se evade de sus perseguidores, esquiva la captura, se escapa, se mantiene escondida, incluso a veces abandona las iglesias, pero se levanta siempre, una y otra vez, por todo el mundo. Tal es el significado de la resurrección.
La bondad no puede ser capturada ni eliminada. Esto lo vemos ya en la vida terrena de Jesús. Hay varios pasajes en los Evangelios que dan la impresión de que Jesús era en cierto modo altamente evasivo y difícil de capturar. Parece que hasta que Jesús permite su propia captura, nadie puede echarle mano. Vemos esto en escena varias veces: Al comienzo de su ministerio, cuando sus propios paisanos quedan molestos con su mensaje y lo llevan hasta el precipicio de un monte con intención de despeñarlo, se nos dice que “se abrió paso entre la multitud y se alejaba”. Más tarde, cuando las autoridades tratan de arrestarlo, se nos dice simplemente que “se escabulló”. Y, en otro incidente, cuando está en el área del templo y tratan de arrestarlo, el texto dice simplemente que abandonó el área del templo y “nadie le echó mano porque aún no había llegado su hora”. ¿Por qué esa incapacidad para detenerlo? ¿Era Jesús tan físicamente hábil y evasivo que nadie podía arrestarlo?
Estas historias de su escapada son altamente simbólicas. La lección no es que Jesús fuera físicamente hábil y evasivo, sino más bien que la palabra de Dios, la gracia de Dios, la bondad de Dios y el poder de Dios nunca pueden ser capturados, detenidos ni finalmente ejecutados. Son expertos. Nunca pueden ser detenidos, nunca pueden ser eliminados, e incluso, cuando aparentemente son eliminados, la piedra que los sepulta vuelve siempre a rodar casualmente y los suelta. La bondad persiste en resucitar desde toda clase de tumba.
Y es esto -la constante resurrección y bondad, no la del vicio y el mal- lo que explica la más profunda verdad sobre nuestro mundo y nuestras vidas. El escritor judío-húngaro Imre Kertesz, que ganó el Premio Nobel de literatura en 2002, da un agudo testimonio de esto. De joven, había estado en un campo de muerte nazi, pero lo que más recordaba pasada esta experiencia no era la injusticia, crueldad y muerte que vio allí, sino más bien algunos actos de bondad, benevolencia y altruismo de que fue testigo en medio de aquella depravación. Pasada la guerra, aquello lo dejó con ganas de leer las vidas de santos más bien que las biografías de guerra. La aparición de la bondad le fascinaba. En su opinión, el mal es explicable, pero ¿la bondad? ¿Quién puede dar explicación de ella? ¿Cuál es su fuente? ¿Por qué irrumpe una y otra vez sobre toda la tierra y en toda clase de situación?
Irrumpe en todas partes porque la bondad y el poder de Dios subyacen en el origen de todo ser y vida. Esto es lo que se revela en la resurrección de Jesús. Lo que la resurrección de Jesús revela es que el último origen de todo lo que existe, de todo ser y vida, es gracioso, bueno y amoroso. Además, revela también que la gracia, la bondad y el amor son el último poder que hay dentro de la realidad. Éstos tendrán la palabra final y nunca serán capturados, descarrilados, eliminados ni finalmente ignorados. Se abrirán camino incesantemente, por siempre. A fin de cuentas, también, como Imre Kertesz sugiere, son más fascinantes que el mal.
Y así, estamos en manos salvadoras. Por muy malas que sean las noticias en un día dado, por muy amenazadas que sean nuestras vidas en un día determinado, por muy intimidatoria que sea la vecindad o la pelea global, por más injusta y cruel que sea una situación, y por más omnipotentes que sean la ira y el odio, el amor y la bondad aparecerán y finalmente triunfarán.
Jesús enseñó que el origen de toda vida y ser es benigno y amoroso. Prometió también que nuestro fin será benigno y amoroso. En la resurrección de Jesús, Dios mostró que el mismo Dios tiene el poder de llevar a cabo esa promesa. ¡La bondad y el amor triunfarán! El final de nuestra historia, el del mundo y el de nuestras vidas individuales, está ya escrito, ¡y es un final feliz! Estamos ya salvados. La bondad está garantizada. La benevolencia nos encontrará. Sólo necesitamos vivir ante esa maravillosa verdad.
No pudieron arrestar a Jesús, hasta que él mismo lo permitió. Su cuerpo muerto lo colocaron en una tumba y la sellaron con una piedra, pero la piedra rodó. Sus discípulos lo abandonaron en sus pruebas, pero al fin volvieron más comprometidos que nunca. Persiguieron y mataron a sus primeros discípulos, pero eso sólo sirvió para extender su mensaje. Las iglesias han sido a veces infieles, pero Dios se escapó de esos particulares recintos del templo. Dios ha sido declarado muerto incontables veces, pero aun así, un millón de millones celebró la Pascua.
La bondad no puede ser eliminada. ¡Creedlo!