El Vaticano expresa su “vergüenza y dolor” tras el nuevo informe sobre abusos sexuales en Estados Unidos

17 de agosto de 2018

Frente a la pederastia, tolerancia cero. Es un crimen. Y son palabras que tanto el Papa Francisco como sus antecesores han pronunciado en diversas ocasiones. La última de estas, en el reciente documental «Papa Francisco, un hombre de palabra», del cineasta Wim Wenders. Por tanto, es claro que mantener una línea que favorezca el encubrimiento de estos hechos es totalmente contraria a la manera que lleva años impulsando la Santa Sede.

Así, en la Rueda de Prensa que ayer por la tarde ofreció Greg Burke,director de la Oficina de Prensa y Portavoz de la Santa Sede, con ocasión de los abusos descritos en Pensilvania a lo largo de los últimos 70 años, subrayó la única postura posible de cara a estos detestables sucesos: “Los abusos descritos en el informe son criminales y moralmente reprobables”.

“Hay dos palabras que pueden expresar los sentimientos frente a estos horribles crímenes: vergüenza y dolor. […] Estos hechos han traicionado la confianza y han robado a las víctimas su dignidad y su fe. La Iglesia debe aprender duras lecciones de su pasado, y debería haber asunción de responsabilidad (accountability) tanto por parte de los abusadores como por parte de aquellos que permitieron que se produjera”, ha continuado el periodista estadounidense. “La Santa Sede […] subraya también la necesidad de obedecer a la legislación civil, incluida la obligación de denunciar los casos de abusos a menores”.

Muchos culpables de aquellos años han fallecido, y casi todos los delitos han prescrito por lo que se procesará solo a dos sacerdotes. Pero para la disciplina interna de la Iglesia, no prescriben. Basta recordar cómo hace pocos días, el Papa Francisco aceptó la renuncia del Cardenal McCarrick, acusado de incurrir en abusos sexuales hace casi 50 años, «y dispuso su suspensión en el ejercicio de cualquier ministerio público, así como la obligación de que permanezca en una casa que le será asignada para una vida de oración y penitencia […] hasta que las acusaciones que se le dirigen sean aclaradas por un regular proceso canónico».