Una anécdota. Fue al inicio de mi sacerdocio. Me trasladé a saludar a mi familia a mi pueblo, Tinajas (Cuenca). Aún recuerdo que me encontré con Manuel, con el cual trabajé de peón un verano siendo estudiante de bachillerato, y me dijo: “Julián, enhorabuena, ya sé que eres sacerdote; el sacerdocio es como una espiga donde todos iremos desgranando poco a poco acercándonos a ti”.
Entonces, aquellas palabras me impresionaron, al igual que me siguen inquietando siempre que las he recordado. Espiga que se desgrana. Espiga que se hace pan para todos.
Ya van pasando los años de mi ordenación, y he procurado ser todos estos años “espiga”, como Cristo víctima que se ofrece. Configurarme con Jesús ha sido mi deseo como sacerdote claretiano. He procurado ser fiel al estilo claretiano en las tareas encomendadas y en las comunidades que he vivido.
De los trabajos realizados durante estos años, quiero destacar la pastoral infantil, juvenil vocacional. En todos mis años de sacerdote he tenido que animar grupos juveniles y he acompañado a adolescentes y jóvenes con planteamientos vocacionales. ¡Cuánto agradezco este ministerio! ¡Cuánto me ha ayudado a mi vida religiosa y sacerdocio! Porque he procurado vivir un principio y actitud: “yo soy el primero que tengo que vivir con fidelidad la vocación recibida para animar a otros y vivir con esperanza la pastoral juvenil vocacional”. Con mucha esperanza he vivido este ministerio sacerdotal.
A la vez que a Dios doy gracias por la vocación recibida y le pido que me siga dando fidelidad toda mi vida, le pido al Señor, por medio del Corazón de María, que de la gracia de la vocación sacerdotal a muchos jóvenes.