En los relatos de Pascua no hay referencia explícita al mediodía; sin embargo, recorriendo los pasos de los discípulos y las secuencias de las diferentes apariciones, podemos situar la conversación de Jesús con Simón Pedro a esta hora. El texto dice “después de comer”.
Curiosamente, era la hora en la que se derretía el maná. “Lo recogían por las mañanas, cada cual según lo que necesitaba; y luego, con el calor del sol, se derretía” (Ex 16, 21). Es la hora en la que José comió con sus hermanos (Ex 43, 16). La hora en la que Abraham acogió a los tres ángeles: “Apareciósele el Señor en la encina de Mambré estando él sentado a la puerta de su tienda en lo más caluroso del día.” (Gen 18, 1). La hora en que, durante la travesía por el desierto, la nube daba sombra a la caravana de los hijos de Israel.
dónde apacientas el rebaño,
dónde lo llevas a sestear a mediodía,
para que no ande yo como errante
tras los rebaños de tus compañeros.
A esta hora, Jesús se encontró con la mujer samaritana en el pozo de Jacob (Jn 4, 6). Hora también en la que el dueño salió a contratar obreros. A la hora sexta Pilato mostró a Jesús: “He aquí al hombre” (Jn 19, 14). A la hora de sexta Jesús fue clavado en la cruz, y la tiniebla intentó poder a la luz. Al mediodía se conmemora la Ascensión de Jesús a los cielos.
A mediodía, San Pedro sintió hambre, entró en éxtasis, y se le reveló que debía bajar a Cesarea del Mar (Act 10, 9). A esta hora fue la experiencia luminosa de Pablo, camino de Damasco: «Pero yendo de camino, estando ya cerca de Damasco, hacia el mediodía, me envolvió de repente una gran luz venida del cielo; caí al suelo y oí una voz que me decía: "Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?" Yo respondí: "¿Quién eres, Señor?" Y él a mí: "Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues." (Act 22, 6-8). Quizá sea ésta la razón por la que el Apóstol de las gentes emplea el símil de la luz más fuerte y brillante para llamarnos a vivir “como en pleno día” (Rom 13, 13).
A mediodía, la Iglesia, desde la Alta Edad Media, recuerda el anuncio del ángel a María, cuando la luz llenó el corazón de una virgen nazarena, muy probablemente cuando la joven iba con el cántaro a la fuente del pueblo.
Los orantes, a esta hora interrumpen sus tareas, dan tregua a la fatiga, rezan con los salmos, se unen a toda la Iglesia en oración y reconocen al Señor, dueño del tiempo y de la historia.
En tu jornada, ¿tienes esta pausa y recuerdo de los misterios de Cristo, a mediodía?