Espacio de sequedad

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Es el desierto (Sal 63 [62], 2): "Oh Dios, mi Dios, yo te busco, mi alma tiene sed de ti, en pos de ti languidece mi carne, como tierra seca, agotada, sin agua".

En la medida en que uno encuentra su pobreza, nace el vacío y también la experiencia, aparentemente contradictoria de 'entender a Dios justo cuando uno experimenta que no entiende nada'; que todo se le escapa. Es la bella experiencia de Dios, aunque en la oscuridad de ese mismo Dios. Es la experiencia de la no visibilidad de Dios. Y duele.

En el fondo, Dios mismo va reformando nuestra idea de él y la manera de formular nuestra propia experiencia de quién es Dios para mí. La misma oscuridad es, por otra parte, una experiencia fundamental de la oración. No es experiencia tener una 'idea' de que estamos en la oscuridad de la fe; la experiencia de la fe es sentirse sumergido en esa oscuridad y consentir en ella.

Creemos y, aunque no sintamos la profunda carencia y nostalgia de Dios (Sal 41), todos la llevamos 'encarnada'. Este querer, desde la fe, es la sinceridad. Es, en el fondo, una elección a favor de Dios. Es una opción ratificada en cada momento oracional y que pone de manifiesto ante nuestros propios ojos, la necesidad de actualizar nuestra naturaleza religiosa. Es creer que Dios es el Acontecimiento en el que todo ocurre, y yo, ahora mismo: creer ese 'Acontecimiento' y 'dejarse estar en él'. Eso supone que Dios no es ya una vaga abstracción que casi no dice nada a nuestra inteligencia y menos a nuestro corazón.

Espacio oracional

No buscamos la sensibilidad, ni el sentimiento ni menos la sensación. Buscamos el actualizar nuestro 'consentimiento' de aceptar 'estar con Dios' y seguros de que yo, en concreto, 'estoy con Dios', estoy en Dios, 'vivo, en Dios' (Hech 17,28): ¡Ahora!
En definitiva, necesitamos 'crear' un espacio que es un 'ahora', sin escapatorias; una situación 'despojada'.

Dios va haciendo su obra sin contar, aparentemente, con nosotros. Hay que hay que 'saber' entender y aceptar con paciencia.

Nicolás caballero, cmf