Especular con los alimentos es un crimen universal

1 de junio de 2012

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Sociólogo, político socialista, exrelator de la ONU para el Derecho a la Alimentación, el suizo Jean Ziegler sigue dando la batalla a punto de cumplir los 78 años.

“La lucha contra el hambre, contra un sistema financiero globalizado que masacra a millones de seres humanos, es ahora mi trabajo. Un niño muere cada cinco segundos mientras la FAO reconoce que la agricultura podría alimentar a 12.000 millones de personas, casi el doble de la población actual del planeta”, argumenta Ziegler. “Este es el mayor escándalo de nuestro tiempo”.

Es consciente de que sus críticas se estrellan contra la indiferencia de una “normalidad gélida, solo interrumpida por unos segundos de imágenes en televisión”, en los países occidentales agobiados por la crisis. “Las víctimas del hambre no votan aquí, y por lo tanto dejan de ser visibles, pero solo nos separa de ellos el azar del nacimiento”.

El sociólogo suizo arremete contra esta “destrucción masiva” en la que implica también a la extensión de las plantaciones para biocombustibles que destruyen los cultivos para alimentación humana, y al dumping del Norte, que subsidia la producción y la exportación de sus productos. “La hipocresía de los comisarios de Bruselas fabrica el hambre, luego Europa rechaza por la fuerza a los supervivientes”.

Pero este antiguo profesor de la Universidad de Ginebra se indigna sobre todo con la “especulación alimentaria” en mercados bursátiles de materias primas como el de Chicago, donde el precio del maíz se ha disparado en los últimos seis meses. “Más de 1.600 millones de personas malviven subalimentadas en los poblados de chabolas del planeta. He visto en Senegal que muchas familias apenas pueden comprar un cucurucho de arroz para la sopa de la cena”, relata. “La especulación sobre los alimentos básicos, aunque sea legal, es un crimen contra la humanidad que los países democráticos deben impedir”.

Cree que ahora ya están empezando a caer las máscaras del sistema. “Estoy seguro de que quienes padecen aquí la crisis van a comprender que los que mueren de hambre en Malí sufren el mismo orden caníbal mundial y empiezan a tomar conciencia”, concluye. “Simpatizo con los indignados de las plazas, pero su movimiento no supone aún una insurrección de las conciencias ni una nueva sociedad civil global”.