La noche antes de su muerte, Jesús luchó denodadamente por aceptar la voluntad de su Padre. Los Evangelios lo describen en el Huerto de Getsemaní postrado en tierra, “sudando sangre” y pidiendo a su Padre que lo libre de la brutal muerte que le esperaba. Luego, después de rendir finalmente su voluntad a su Padre, viene un ángel y lo conforta.
Esto postula una pregunta: ¿Dónde estaba el ángel cuando, aparentemente, más lo necesitaba? ¿Por qué no acudió el ángel antes para confortarlo?
Dos historias -creo yo- pueden ser útiles para responder a esto.
La primera procede de Martin Luther King Jr. En los días previos a su asesinato, encontró airada resistencia y empezó a recibir amenazas de muerte. Era valeroso, pero, a la vez, humano. En cierto momento, esas amenazas le llegaron a su persona. He aquí una de las anotaciones de su diario:
“Una noche, hacia finales de Enero, me acosté tarde, después de un día ajetreado. Coretta ya había caído dormida, y justo cuando yo estaba a punto de quedarme somnoliento, sonó el teléfono. Una airada voz dijo: ‘Escucha, neg…, nos hemos llevado todo lo que queremos de ti; antes de la próxima semana estarás lamentándote de haber venido a Montgomery’. Colgué, pero no pude dormir. Parecía que todos mis temores habían caído a la vez sobre mí. Había llegado a un grado de saturación.
Me levanté de la cama y comencé a caminar por el piso. Finalmente, fui a la cocina y me preparé un bote de café. Estaba dispuesto a rendirme. Con mi taza de café aún sin tocar ante mí, intenté pensar en la manera de desaparecer de escena sin mostrarme cobarde.
En este estado de enervamiento, cuando mi ánimo casi se había consumido, decidí confiar mi problema a Dios. Con la cabeza en las manos, me incliné sobre la mesa de la cocina y oré en voz alta. Las palabras que dirigí a Dios en esa medianoche aún están vivas en mi memoria:
‘Aquí estoy tomando una posición por lo que creo que es correcto. Ahora me encuentro con miedo. La gente piensa en mí en busca de liderazgo, y si me sitúo ante ellos sin fortaleza ni ánimo, ellos también titubearán. Estoy al final de mis potestades. No me queda nada. He llegado al punto en que soy incapaz de afrontarlo solo’. “En ese momento experimenté la presencia de lo Divino como nunca antes lo había experimentado”. (Stride Toward Freedom – Paso de gigante hacia la libertad)
Notad en qué momento de su lucha aparece el ángel.
En su autobiografía, The Long Loneliness (“La larga soledad”), Dorothy nos cuenta esta historia: De joven, juntamente con el hombre a quien amaba, había sido algún tanto militante en su increencia. En realidad, su desgana a entrar en la institución matrimonial era entendida como una declaración de su no aceptación de los valores cristianos tradicionales. Después concibió un hijo, y su nacimiento fue para ella el comienzo de una conversión radical. El gozo que sintió al acoger a su bebé la convenció de que había un Dios y que la vida tenía un proyecto amoroso. Se convirtió en católica romana, para disgusto del hombre a quien amaba, el padre de su hijo. Él le dio un ultimátum: Si decides que este hijo sea bautizado, nuestra relación se acaba. Ella hizo que el niño fuera bautizado y perdió esa relación (aunque continuaron como amigos). Pero entonces se encontró madre soltera, sin trabajo y sin verdadera visión, ni plan a donde encaminarse en la vida
En cierto momento, se desesperó. Dejó al niño al cuidado de otros y tomó un tren de la ciudad de New York al santuario de la Inmaculada Concepción de Washington, D. C. En su autobiografía, describe cómo oró ese día, qué desesperada fue su oración. Como Jesús en Getsemaní y Martin Luther King en Montgomery, su oración fue de cruda necesidad y desamparo, reconociendo que ya no poseía la fuerza de continuar. Esencialmente, dijo esto a Dios: He abandonado todo por ti y ahora estoy sola y temerosa. No sé qué hacer y estoy falta de fuerza para continuar en este compromiso.
Rezó esta oración de desamparo, tomó el tren de regreso a New York y, no mucho después, encontró a Peter Maurin sentado en el umbral de su puerta diciéndole que él había oído noticias de ella y que tenía claro lo que debería hacer ahora, a saber, iniciar la publicación del Katholic Worker (“El Trabajador Católico”). Eso fijó el camino para el resto de su vida. El ángel la había visitado y confortado.
Observad en qué momento de estas historias hace su aparición el ángel: cuando la fuerza humana está enteramente agotada. ¿Por qué no antes? Porque hasta el momento de agotamiento, en realidad no le permitimos entrar al ángel, confiando a la vez en nuestra propia fuerza. Pero, como dice Trevor Herriot, “Sólo después de que hayamos permitido al desierto hacer todo su trabajo en nosotros, los ángeles vendrán finalmente y nos servirán”.