Hoy celebramos la fiesta de Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo, la Vida de Dios en nosotros. Sin esta presencia divina en nuestras vidas y comunidades, nada podríamos hacer. Por eso en esta fiesta del Espíritu la Iglesia celebra el día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar con el lema «Laicos cristianos, sal y luz del mundo».
El Concilio Vaticano II reconoció la carta de naturaleza de los laicos en el ser y la misión de la Iglesia. San Antonio Ma Claret, ya tuvo esta intuición cuando escribió en 1864: “En estos últimos tiempos parece que Dios quiere que los seglares tengan una gran participación en la salvación de las almas”.
Si la Iglesia quiere ser ella misma, ha de promover la participación de los laicos en la vida de la Iglesia y en su misión evangelizadora. La vitalidad interna y evangelizadora de la Iglesia se juegan en la existencia de un laicado consciente, formado y misionero.
Que esta fiesta de Pentecostés despierte esta conciencia de responsabilidad eclesial y misionera en todos los laicos. En esta Eucaristía, nosotros hoy, como aquella primera comunidad de apóstoles, discípulos y discípulas, reunidos en oración junto con María, estamos también en oración abiertos a la acción del Espíritu Santo.