PRIMER PASO: LECTIO
¿Qué dice el texto?
Lectura del santo evangelio según Marcos 13, 33-37
Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa
En aquel tiempo, dijo Jesús sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»
SEGUNDO PASO: MEDITATIO
¿Qué nos dice el texto?
Distintos laicos hacen una breve sugerencia para la vida seglar. Cada uno contempla el Evangelio desde una dimensión de la vida laical.
DESDE EL SERVICIO A LA COMUNIDAD
(Mujer, casada, pertenece a comunidad cristiana)
¡VELAD!
La petición que nos hace el Señor en el evangelio de este Domingo podríamos decir que tiene un carácter de urgencia. El servicio a la comunidad también lo tiene, porque servir es amar y amar es velar por cada uno de los hermanos que el Señor ha puesto a nuestro lado. Desde el comienzo de nuestra vida matrimonial teníamos claro que queríamos vivir en actitud de servicio: entre nosotros, a nuestra familia, a nuestra parroquia y a los servicios que a lo largo de los años el Señor nos ha ido encomendando.
Ahora, ya en la década de los sesenta, a veces nos sentimos cansados, nos faltan las fuerzas para realizar las tareas encomendadas en la pastoral familiar o la energía para atender a una niña de once años que tenemos acogida. Pero una y otra vez resuenan en nuestro interior estas palabras: ¡Velad!, que nos animan a seguir sirviendo sin desánimo porque el Señor nos espera en cada uno de estos hermanos y desea encontrarse con nosotros.
DESDE LA ESPERA DE UN HIJO
(Mujer, casada, un hijo y esperando un segundo, pertenece a comunidad cristiana y movimiento seglar)
Profundizando sobre esta lectura del primer domingo de adviento, afronto este tiempo de una manera especial e intensa, debido a la situación personal que vivo concretamente en estos días. Esperamos con gran alegría e ilusión la llegada de un nuevo miembro a la familia al igual que María traería al mundo al Salvador.
Desde este punto de vista quiero resaltar la metáfora de un hombre que se va de viaje y deja su casa a cargo de sus sirvientes relacionándolo con la espera del nacimiento de un bebé. Como mujer embarazada puedo considerarme como la cuidadora de esta «casa» temporal que es mi cuerpo, y el bebé como el «señor de la casa» que vendrá en un momento desconocido.
Este aviso a estar alerta y orar lo interpreto como una llamada a mi preparación espiritual y emocional para la llegada del bebé. Así como no sabemos cuándo vendrá el señor de la casa, tampoco se sabe con certeza cuándo llegará el momento del parto. Al igual que los sirvientes en la parábola, debo estar atenta y preparada para recibir a mi hija.
Cuando hace referencia a los diferentes momentos del día (atardecer, medianoche, canto del gallo, mañana) me da a entender todas aquellas etapas del proceso de embarazo y parto, cada una con sus propias características y desafíos. La idea de que el señor de la casa podría llegar de repente y encontrar a los sirvientes dormidos me transmite la importancia de estar siempre consciente y lista para la llegada del bebé.
Por último, este pasaje me inspira una actitud de vigilancia, preparación y oración durante el período de gestación, reconociendo la belleza y la incertidumbre de la espera del regalo de la vida.
TERCER PASO: ORATIO
¿Qué nos hace decir el texto?
(Hombre, casado, pertenece a movimiento cristiano)
DESPIERTA
Cuando te cueste cuidar lo que crees
que no merece la pena
despierta:
Viene el amor sobre todo amor,
el amor que sustenta lo frágil
de la humanidad.
Viene por amor,
Viene por amar.
Cuando olvides la raíz de tu esfuerzo,
despierta:
Viene la raíz de toda raíz,
la raíz que ancla en las tormentas
más inhóspitas de la humanidad.
Viene por amor.
Viene por amar.
Cuando te emborraches del ruido de tu ego,
despierta:
Viene la humildad de las humildades
donde menos te lo esperas,
en lo más discreto de la humanidad.
Viene por amor.
Viene por amar.
Cuando te agotes y veas como salida el abandono,
despierta:
Viene el que tiene la última palabra de esperanza
en los desalientos más amargos.
Viene por amor.
Viene por amar.
Cuando te aturda la ambigüedad del camino,
despierta:
Viene el que da sentido a cualquier niebla en tu biografía,
aunque sea de noche,
aunque sea de noche opaca,
aunque sea de noche absurda y dura…
Sí, viene por amar.
Sí, viene por amar.
Cuando te de miedo el abismo de la soledad,
despierta:
Viene el que nunca nos ha dejado solos
el que habita en tu corazón
de niño herido,
de niño perdido,
de niño que busca amar y ser amado…
Sí, viene por amor.
Sí viene por amar.
Cuando no tengas el valor de abrirte de corazón
a la santidad de la presencia de los demás en tu vida:
despierta:
Viene el que confirma
que lo humano es el camino de lo divino,
el que confirma
que nada humano le es ajeno,
el que confirma que nada humano
es insignificante
para su presencia amorosa.
Sí, viene el que siempre ama.
Sí, viene el que siempre salva.
Cuando te amargue la vida esta tristeza animal,
allá en tu fondo más hondo,
despierta:
viene la salvación
que supera cualquier gris humano demasiado humano,
que supera cualquier maldad humana demasiado humana
que supera cualquier fracaso humano demasiado humano.
Sí, viene el que siempre ama.
Sí, viene el que siempre salva.
Cuando el desaliento
ante tanta maldad,
ante tanta sandez,
ante tanto cinismo
te impida respirar con serenidad:
despierta:
viene el apacible de los apacibles,
viene el sosiego de los sosegados,
viene la confianza de los confiados.
Sí, viene el que siempre ama.
Sí, viene el que siempre salva.
Cuando sientas que lo absurdo
de tanto egoísmo,
de tanto clericalismo,
de tanto cinismo
arañe tu mejor sensibilidad,
despierta:
viene el que da luz,
viene el que da sensatez,
viene el que da inteligencia
para vivir la libertad de los hijos de Dios.
Cuando tu fe sea como
una ruina irrecuperable,
una ruina gélida,
una ruina amorfa…
despierta:
Viene el que, asombrosamente, todo lo hace nuevo.
Viene el que mira con misericordia lo mejor del corazón humano.
Viene el que rescata asombrosamente lo que parece que no vale nada.
Despierta, sí.
Despierta.
Viene el esperado de los esperados.
Viene el más humano de lo humanos.
Viene el santo de los santos de Dios
para que los hombres seamos
lo mejor que podemos ser:
verdaderos hijos de Dios…
Sí, viene Dios y se encarna en un rostro humano
para que los humanos alcancemos,
con rostro divino…
el inimaginable rostro materno de Dios.
CUARTO PASO: CONTEMPLATIO
¿Quién dice el texto?
(Autorizado por el autor, Fano en www.diocesismalaga.es)
ÚLTIMO PASO: ACTIO
¿A qué nos lleva el texto?
(Hombre, casado, un hijo, pertenece a comunidad cristiana y movimiento seglar)
EL PORTERO
En algunos edificios de viviendas aún siguen existiendo “porteros”, personas encargadas de controlar quienes entran y salen en los inmuebles y que pueden realizar otros servicios a la comunidad.
En muchos casos se convierte en alguien “como de la familia”, en el que se deposita la confianza y del que se espera ayuda en determinados momentos. Ser portero/a implica una actitud de “vigilancia” y de atención. Tienen que ser personas “despiertas”, resolutivas y diligentes, y expertas en gestionar tanto lo ordinario… como los “imprevistos”.
Pues, esta semana quizá podamos convertirnos todos un poquito en “porteros” de la Navidad, personas que estemos “vigilantes” ante la llegada una y otra vez a nuestras vidas del Señor.
Esa acción de “vigilar/velar” implica unos dinamismos que poco a nada tienen que ver con el “apoltronamiento”, conformismo o adormecimiento colectivo por el que pasa una parte importante de nuestra sociedad.
Porque vigilar o velar, en cristiano, es estar activo en la búsqueda de signos y señales que hablen de la voluntad de Dios para darle respuesta de forma obediente y diligente. Una voluntad de Dios que se te hace presente cuando menos te lo esperas. En cualquier situación cotidiana o eventos extraordinarios.
¡Qué triste que existamos cristianos que pretendamos vivir nuestra fe sin sufrir incomodidades, buscando tener todo “ordenadito” y sin que ninguna circunstancia lo altere! Es triste por la “poca vida” que proyecta, pero también es irreal, porque la existencia se empeña en lo contrario (son muchos los hermanos y hermanas nuestros que sufren sea cerca de nosotros o en otras latitudes), y torpe, porque lo inteligente es aceptar que a menudo Dios, su Palabra y su mensaje nos va a descolocar… y que seguirlo siempre será un bien para nosotros y quienes nos rodean.
Esta semana, quizá sea una buena semana para convertirme en “Portera/o” del Señor y su Buena Noticia y volverme a preguntar cuál es la tarea que Dios me pide, cuál es su voluntad sobre mí, sobre qué realidad o circunstancia quiere que esté especialmente vigilante. Será una bonita forma de vivir este Adviento.
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