Evangelio Seglar para el Domingo de Ramos (5 de abril de 2020)

4 de abril de 2020

LECTIO DEL DOMINGO DE PASIÓN – CICLO A

PRIMER PASO: LECTIO
¿Qué dice el texto?

Lectura del santo evangelio según san Mateo 26,14–27,66

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo

C. En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:
S. «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»
C. Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
C. El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
S. -«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
C. Él contestó:
+ «Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos."»
C. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.
C. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
+ «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»
C. Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
S. «¿Soy yo acaso, Señor?»
C. Él respondió:
+ «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.»
C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
S. «¿Soy yo acaso, Maestro?»
C. Él respondió:
+ «Tú lo has dicho.»
C. Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
+ «Tomad, comed: esto es mi cuerpo.»
C.. Y, cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias y se la dio diciendo:
+ «Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos para el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre.»
C. Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos.
C. Entonces Jesús les dijo:
+ «Esta noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito: "Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño." Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.»
C. Pedro replicó:
S. «Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré.»
C. Jesús le dijo:
+ «Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.»
C . Pedro le replicó:
S. «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. »
C. Y lo mismo decían los demás discípulos.
C. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo:
+ «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.»
C. Y, llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse. Entonces dijo:
+ «Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo.»
C. Y, adelantándose un poco, cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
+ «Padre mío, si es posible, que pase y se aleje de mí ese cáliz. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.»
C. Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:
+ «¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil.»
C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:
+ «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.»
C. Y, viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque tenían los ojos cargados. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba, repitiendo las mismas palabras. Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:
+ «Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora, y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.»
C. Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña:
S. «Al que yo bese, ése es; detenedlo.»
C. Después se acercó a Jesús y le dijo:
S. «¡Salve, Maestro!»
C. Y lo besó. Pero Jesús le contestó:
+ «Amigo, ¿a qué vienes?»
C. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo. Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús le dijo:
+ «Envaina la espada; quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría en seguida más de doce legiones de ángeles. Pero entonces no se cumpliría la Escritura, que dice que esto tiene que pasar.»
C. Entonces dijo Jesús a la gente:
+ «¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvisteis.»
C. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo seguía de lejos, hasta el palacio del sumo sacerdote, y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello. Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos, que dijeron:
S. «Éste ha dicho: "Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días."»
C. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:
S. «¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?»
C. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:
S. «Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.»
C. Jesús le respondió:
+ «Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: Desde ahora veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes del cielo.»
C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
S. «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?»
C. Y ellos contestaron:
S. «Es reo de muerte.»
C. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon, diciendo:
S. «Haz de profeta, Mesías; ¿quién te ha pegado?»
C. Pedro estaba sentado fuera en el patio, y se le acercó una criada y le dijo:
S. «También tú andabas con Jesús el Galileo.»
C. Él lo negó delante de todos, diciendo:
S. «No sé qué quieres decir.»
C. Y, al salir al portal, lo vio otra y dijo a los que estaban allí:
S. «Éste andaba con Jesús el Nazareno.»
C. Otra vez negó él con juramento:
S. «No conozco a ese hombre.»
C. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro:
S. «Seguro; tú también eres de ellos, te delata tu acento.»
C. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar, diciendo:
S. «No conozco a ese hombre.»
C. Y en seguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras de Jesús: «Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces.» Y, saliendo afuera, lloró amargamente. Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y, atándolo, lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador. Entonces Judas, el traidor, al ver que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y ancianos, diciendo:
S. «He pecado, he entregado a la muerte a un inocente.»
C. Pero ellos dijeron:
S. «¿A nosotros qué? ¡Allá tú!»
C. Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los sumos sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron:
S. «No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son precio de sangre.»
C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de Sangre». Así se cumplió lo escrito por Jeremías, el profeta: «Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor.» Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús respondió:
+ «Tú lo dices.»
C. Y, mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:
S. «¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?»
C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Había entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, les dijo Pilato:
S. «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?»
C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. «No te metas con ese justo, porque esta noche he sufrido mucho soñando con él.»
C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente que pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó:
S. «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?»
C. Ellos dijeron:
S. «A Barrabás.»
C. Pilato les preguntó:
S. «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?»
C. Contestaron todos:
S. «Que lo crucifiquen.»
C. Pilato insistió:
S. «Pues, ¿qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. «¡Que lo crucifiquen!»
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia de la multitud, diciendo:
S. «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!»
C. Y el pueblo entero contestó:
S. «¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía; lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él, diciendo:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir: «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa, echándola a suertes, y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de su cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Éste es Jesús, el rey de los judíos.» Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban lo injuriaban y decían, meneando la cabeza:
S. «Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.»
C. Los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también, diciendo:
S. «A otros ha salvado, y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel? Que baje ahora de la cruz, y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?»
C. Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban. Desde el mediodía hasta la media tarde, vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús gritó:
+ «Elí, Elí, lamá sabaktaní.»
C. (Es decir:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)
C. Al oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron:
S. «A Elías llama éste.»
C. Uno de ellos fue corriendo; en seguida, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio a beber. Los demás decían:
S. «Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.»
C. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa
C. Entonces, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rajaron. Las tumbas se abrieron, y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó, salieron de las tumbas, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, el ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados:
S. «Realmente éste era Hijo de Dios.»
C. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderlo; entre ellas, María Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos. Al anochecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Éste acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron allí, sentadas enfrente del sepulcro. A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:
S. «Señor, nos hemos acordado que aquel impostor, estando en vida, anunció: "A los tres días resucitaré." Por eso, da orden de que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, roben el cuerpo y digan al pueblo: "Ha resucitado de entre los muertos." La última impostura sería peor que la primera.»
C. Pilato contestó:
S. «Ahí tenéis la guardia. Id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis.»
C. Ellos fueron, sellaron la piedra y con la guardia aseguraron la vigilancia del sepulcro.

SEGUNDO PASO: MEDITATIO

¿Qué nos dice el texto?

Distintos laicos hacen una breve sugerencia para la vida seglar. Cada uno contempla el Evangelio desde una dimensión de la vida laical.

DESDE LA RELIGIOSIDAD POPULAR

(hombre, casado, trabaja, dos hijos, cofrade y hermano de varias hermandades de penitencia)

¡Hoy es Domingo de Ramos! La Iglesia nos invita a contemplar en el Evangelio de hoy la Pasión de Nuestro Señor, pero hoy no puedo, más que pensar y soñar con tantos y tantos Domingos de Ramos que he vivido rodeado de la gente que más quiero, y es que hoy……sale mi cofradía.

Una cofradía que me ha dado desde pequeño, los mejores amigos de mi vida, que ha sido para mí, escuela de formación en valores cristianos, y que me ha ido acompañando en el camino de la vida, pasando por todas las etapas que hasta ahora he recorrido. Me aportó compañeros de estudios, una pandilla de amigos para salir a divertirnos, unos leales y fieles consejeros, y junto a ellos he ido creciendo, y viviendo; juntos hemos celebrado cumpleaños, bodas y bautizos, juntos, hemos llorado por los que se quedaron en el camino y por los familiares que ya están en el cielo, juntos, hemos rezado ante Nuestros Sagrados Titulares, juntos hemos sido los privilegiados pies de Nuestro Señor y de Nuestra Virgen, juntos nos hemos vestido con la túnica de nuestra Hermandad y juntos seguimos soñando con todo lo que nos queda por vivir.

Gracias Señor por haberme llevado hasta mi cofradía, por haberla usado como ancla en mis momentos de duda y por permitirme hoy desde ella poder dar testimonio de Ti.

DESDE LA ENFERMEDAD

(mujer, casada, jubilada, convaleciente, pertenece a comunidad cristiana y movimiento seglar)

Echaré de menos en este domingo de pasión la celebración en mi parroquia con las ramas de olivo, la lectura de este evangelio proclamado por todos junto al celebrante, el bullicio de las calles, el olor a azahar y a incienso. Porque este domingo previo a la Semana Santa era un domingo lleno de color y de alegría, como debió ser la entrada de Jesús en Jerusalén. Esta semana será distinta a todas las vividas. Pero seguirá siendo una semana de pasión.

Leyendo el evangelio veo en la figura de Jesús a esos ancianos que están pasando esta crisis del Coronavirus, en algunas residencias con escasos recursos sanitarios y de personal. Sin la visita de familiares que les consuele en estos momentos. Muriendo solos en el hospital sin que el marido, el hijo, el hermano puedan darles ni un último abrazo. Y veo a Jesús en esos médicos y enfermera, extenuados y agotados de tantas horas de trabajo y con falta de material de seguridad, cayendo muchos también enfermos. Y veo en Jesús a tantas personas angustiadas por la pérdida de su negocio, de su trabajo. Y veo a Jesús en esas personas que no solo no pueden despedir ni velar a sus muertos sino tampoco recibir un abrazo de consuelo. Y se me conmueve el alma. Sí, esta es una auténtica semana de pasión.

Tampoco a María la dejaron acercarse a su hijo, y lo siguió desde la distancia con el corazón roto, ¡que mal se debió sentir!. Pero no estaba sola, tenía al lado a Juan en quien podía apoyarse. Me gustaría ser Juan para tanto sufriente, y me pregunto cómo poder llevar un mínimo de consuelo y de esperanza. Una manera es estando especialmente atenta a esos hermanos de comunidad, a esos amigos, a esos familiares que viven solos. Hacer esa llamada que nos hace cercanos y traen alivio al corazón. Y sobre todo nos queda la oración. Y nos queda la esperanza, porque después de la pasión llega la Pascua. Después saldrá el arco iris, porque todo va a salir bien.
 

TERCER PASO: ORATIO

¿Qué nos hace decir el texto?

(hombre, casado, trabaja, pertenece a movimiento cristiano)

Dios todopoderoso y eterno,
refugio en toda clase de peligro,
a quien nos dirigimos
con la confianza de hijos
sea cual sea nuestra angustia;
mira compasivo la aflicción
de todos hijos,
la humanidad
en estos duros tiempos de pandemia.
Te pedimos con fe
que mires compasivamente nuestra situación:
la angustia de tantos hombres y mujeres,
especialmente la de aquellos
más vulnerables,
más frágiles,
más pobres y desprotegidos.
Concede descanso eterno a los que han muerto,
consuelo a los que lloran,
salud a los enfermos,
alivio al dolor de sus allegados.
Da paz a los moribundos en soledad,
fuerza a los trabajadores sanitarios,
sabiduría a nuestros gobernantes
para buscar lo mejor posible
para el mayor número posible de personas
y valentía a todos
para que ansiemos
salvar vidas
antes que acumular riquezas
o bienes materiales perecederos.
Te pedimos, Dios Padre bueno,
amor sobre todo amor,
mientras dura esta pandemia,
que todos podamos encontrar alivio
en tu misericordia,
en tu serenidad,
en tu vida

CUARTO PASO: CONTEMPLATIO

¿Quién dice el texto?

(Autorizado por el autor, Fano en www.diocesismalaga.es )

 

ÚLTIMO PASO: ACTIO

¿A qué nos lleva el texto?

( matrimonio, 2 hijos, él trabaja, el matrimonio pertenece a comunidad cristiana y a movimiento seglar)

Se acerca la semana más importante para los cristianos. Es la que nos lleva a celebrar la resurrección del Maestro. Veamos esta ocasión tan excepcional de confinamiento, como un fortaleza. Nos va a permitir vivir estos días de manera diferente, alejados del “ruido” que suele rodearnos allí dónde vivimos.

Para actuar durante toda esta semana.

·Cuidemos la ambientación de casa, con pequeños símbolos que nos ayuden a rememorar lo que vivimos en estos días. Podemos incluso crear un rincón especial para imbuirnos en esta semana de Pasión, en soledad o acompañados.

·Hagamos nuestro horario “especial Semana Santa”. Incluyamos en él todas las acciones que espiritualmente nos puede hacer bien y acercarnos a Dios: liturgia de las horas, viacrucis, oración especial con María, hora santa, oficios en cualquier medio de comunicación, momentos de contemplación, lectura específica que nos haga rememorar lo que vivimos, tiempo de perdón por las veces que negamos al Señor o lo entregamos, meditación….

· Llenemos nuestra semana de acciones dirigidas a los que comparten estos días con nosotros. Pueden ser pequeños o grandes gestos de amor… Cada cual cómo estime oportuno en función de los que le rodean o con los que puedo contactar. Podemos incluso hacernos un calendario, dónde los recojamos, junto con el versículo de la Palabra que me/nos motiva a ello… Sería estupendo encajarlos en cada día, en función de la invitación que recibo desde la Palabra.

Llevemos la alegría, como los que recibieron a Jesús al entrar en Jerusalén. Sintamos que salimos a su encuentro en el hermano.

Acompañemos, como los discípulos a Jesús hasta Getsemaní, pero no nos quedemos dormidos.

-Aportemos la fe, ante cualquier miedo o angustia, cómo Jesús nos enseñó en su momento de oración en el huerto.

Sirvamos con humildad, como Señor al lavar los pies a sus discípulos.

Compartamos y repartámonos, como sucedió con el Pan en la Última Cena.

Callemos, como Jesús ante Pilato.

Ayudemos, como el Cirineo en el camino del Calvario.

Perdonemos, como el Señor desde la cruz.

Sembremos esperanza, nada acaba en la muerte. Tras ella nos llegará la resurrección.

Y…“Verdaderamente este era Hijo de Dios”