Es un monólogo epistolar. Una carta de la abuela a la nieta, sin ánimo de enviarla, porque es lo que quiere disimuladamente decirse a sí misma.
Le dice cosas hermosas hermosamente dichas: «¿Nunca te diste cuenta, tesoro? Hemos vivido sobre el mismo árbol, pero en estaciones diferentes».
Pero la observación que ahora me interesa situar en primer plano, es iluminadora: «Por haber vivido tanto tiempo y haber dejado a mi espalda tantas personas, a estas alturas sé que los muertos pesan, no tanto por la ausencia, como por todo aquello que entre ellos y nosotros ha sido dicho».
La familia es una comunidad
Con frecuencia no hay identificación entre lo que se es y lo que se tienen que ser.
Con el apoyo de influyentes MCS, una de las realidades básicas de la sociedad -la familia- la quieren identificar con un abanico de parejas de hecho. Y todo en nombre de la libertad.
Por eso se necesita valentía y coraje de profeta para interpelar al mundo y exigir: ¡Familia, sé lo que eres!
¿Qué es la familia? No será fácil superar la definición que encontramos en la Exhortación Apostólica publicada después del Sínodo Universal sobre la familia.
«La familia, fundada y verificada por el amor, es una comunidad de personas: del hombre y de la mujer esposos, de los padres y de los hijos. Su primer cometido es el de vivir fielmente la realidad de la comunión, con el empeño constante de desarrollar una auténtica comunidad de personas» (FC 18).
Entiendo que este texto quiere decir que la sociedad del hombre y de la mujer es la expresión primera de la comunión de personas humanas. De ahí bota el amor que genera el amor de los esposos, quienes forman entre sí una profunda y estable comunión personal. Una comunión que, abierta a la vida, es el origen de una nueva comunidad más amplia, llamad familia. Estas ricas y variadas relaciones de comunión amasadas por el amor más desinteresado posible en este valle de la vida.
Este tipo de familia es el único que puede sentar cátedra de autenticidad. Y sólo desde esa cátedra y ese testimonio pueden brotar valores evangélicos sólidamente constructivos. Esta es la familia que responde a la familia reclamada por el Papa: ¡Familia, sé lo que eres!
Desde un ángulo distinto, confirma esta exigencia Jean Paul Sartre: «Quien es auténtico, asume la responsabilidad de ser lo que es».
¿Hace falta aclarar que las relaciones que no se apoyan en estas coordenadas serán lo que sean, pero no pueden ostentar autenticidad y exigir que se les llame familia?; y menos podrían pretender ser cátedra de nada.
Señas de identidad
El documento de identidad de una familia cristiana es, pues, acercarse a ese supremo modelo comunitario que es la Santísima Trinidad. La cual encuentra una expresión visible e histórica de esa infinita profundidad relacional en la Sagrada Familia.
La familia que apunta a este ideal tiene una expresividad palpable. Algo así -para reconocerse-corno la voz del tenor Camso. Cuentan que, despistado él, fue a cobrar un cheque sin llevar su DNI. El cajero del Banco no pagaba. Y se le ocurrió al famoso tener demostrar su identidad cantando una de sus arias famosas. Y cobró, y marchó contento con el dinero en el bolsillo.
Importancia de la relación
La persona -dicen los antropólogos- se hace por la relación. Es el camino necesario también para la familia. La falta de profundidad relacional producen debilitamiento de sentido y de identificación. Y como nos recuerda la novelista italiana, los muertos pesan por lo que no ha sido dicho.
Sin duda alguna que la familia cristiana que avanza en esta relación creciente e impregnada de amor, se da a conocer de lejos por tu tono y melodía. Y los cercanos perciben transparencia, como el cajero del banco reconoció la voz del tenor Caaiso.
Atreverse con este ideal
Nada importante se hace en el mundo sin entusiasmo. Sólo se acercan a este ideal de auténtica familia los esposos, padres e hijos que lo deseen apasionadamente.
Ah, por supuesto. No olviden que como aprendió y repitió Bernanos: «Todo es gracia». Y Pablo apóstol: «Por gracia habéis sido salvados»
«Lo importante no es el número de acciones que hagamos sino la intensidad del amor que ponemos en cada acción».
Un matrimonio que intenta vivir ese amor entregado y compartido, encontrará caminos creativos y auténticos para responder al cambio de época que nos toca vivir.
Alfredo María Pérez Oliver, cmf