Lo que rodea, retorna, según parece. Los cristianos se apropiaron de una fiesta pagana y la sacralizaron con ocasión de celebrar el cumpleaños de Jesús, y ahora el mundo secular está devolviendo el favor.
La decisión de celebrar el nacimiento de Jesús el 25 de Diciembre no se basó en cuidadosos cálculos sobre el día en que de hecho nació Jesús. Más bien, tuvo tres orígenes. En la Roma politeísta, el 25 de Diciembre se tenía una celebración del Sol Invicto, que señalaba el retorno de días más largos. Continuó Saturnalia, un festival en el que el pueblo festejaba e intercambiaba regalos. La iglesia de Roma empezó celebrando la Navidad el 25 de Diciembre (en algún lugar, entre 306 y 337) durante el reinado de Constantino, el primer emperador cristiano, posiblemente para debilitar las tradiciones paganas.
Los cristianos sacralizaron una fiesta pagana, y hoy estamos viendo el reverso. Más y más, las celebraciones de Navidad están siendo desprovistas de todos los símbolos y connotaciones religiosas. Santa Claus ha reemplazado al Niño Jesús. Rocking around the Christmas tree (“El bamboleo en torno al árbol de Navidad”) ha reemplazado al Adeste, fideles (“Venid, fieles todos”); y I’m Dreaming of a White Christmas (“Oh, blanca Navidad”) ha reemplazado al Silent Night (“Noche de paz”). El saludo “Feliz Navidad” ha venido a ser el “Felices fiestas”. ¿Por qué está sucediendo esto?
Primeramente, estamos secularizándonos más y más como sociedad. La historia de Navidad está atrayendo religiosamente a menos gente, a la vez que se valora la temporada de Navidad como un tiempo muy especial del año. Se valora la fiesta por su énfasis en el amor, la entrega de regalos, el color, la especialidad y la celebración, pero se prefiere que el énfasis esté precisamente en estas cosas sin una referencia a Cristo.
A pesar de todo, dentro de esa secularización, hay algunas voces que conspiran para desmontar la celebración de Navidad de sus raíces religiosas pero haciéndolo de manera positiva. Su crítica fundamental va así: En esencia, somos una cultura secularizada, no una cultura cristiana, y resulta desleal para los no-cristianos que se enfatice el aspecto religioso (Cristo) de esta fiesta. Es ofensivo para los judíos, musulmanes, budistas, agnósticos y no-creyentes. Dada la constitución pluralista de nuestra sociedad, decir “Feliz Navidad” puede ser algo imperialista, cerrado de mente y no totalmente respetuoso para con los demás.
¿En qué grado resulta esto válido? Contiene cierta legitimación, aunque es también profundamente errónea. ¿Cómo así? Primero, este juicio crítico no procede principalmente de judíos, musulmanes y no-cristianos. Surge mayormente de algunas sensibilidades excesivas y no del todo saludables que hay en cristianos y ex-cristianos. Sí, se admite que somos una cultura secular y pluralista. Pero, ¿acaso los cristianos no tienen derecho a celebrar el nacimiento de Cristo con todo el lenguaje, símbolos y rituales apropiados? Nadie regatea a los creyentes judíos el derecho a celebrar el Janucá, ni a los musulmanes el derecho a celebrar el Ramadán. ¿Por qué una celebración cristiana debería ser diferente?
Y aquí se podría suscitar una pregunta crítica. Este interés expresado a favor de la justicia y los sentimientos de los demás ¿está siendo dirigido primariamente por un genuino compromiso a favor de los sentimientos de los demás, o está también siendo dirigido (aunque inconscientemente) por ciertos sentimientos sobre nosotros mismos, a saber, por una combinación enfermiza de odio a sí mismo, hipercorrección política y una cierta grandiosidad adolescente? Resulta fácil caer víctima del odio a sí mismo, donde podemos ser favorables a toda tradición excepto la propia nuestra; a una hipercorrección política, donde no hay límites de sentido común a nuestra sensibilidad; y a algo que podría llamarse grandiosidad adolescente, donde solamente vemos los defectos en nuestros padres, y no sus virtudes, ni donde estamos en deuda con ellos.
Necesitamos ser sensibles a los demás, y darnos cuenta y aceptar que no podemos imponer una celebración cristiana a aquellos que no comparten nuestra fe en Jesucristo. Pero la sociedad debe ser también justa para con nosotros y permitirnos celebrar el cumpleaños de Cristo como fiesta religiosa. Verdaderamente, no debería haber ninguna tensión en esto. Nadie debería mostrar disgusto a otro por decir Feliz Navidad o Felices fiestas. Noche de paz puede sonar junto a White Christmas. Jesús, a no dudarlo, se lleva bien con Santa Claus. El amor, la alegría, la entrega de regalos y las luces multicolores realizan su propia labor en el corazón, y lo que hacen en él está supeditado a lo que haya en ese corazón. A algunos corazones les dirán Feliz Navidad; a otros corazones les dirán Felices Fiestas; y a algunos corazones les dirán ambas cosas. Deberíamos aceptar eso de buena gana.
Por lo tanto, cristianos, celebremos la Navidad como el cumpleaños de Cristo sin apologías ni apologéticas. El mundo secular no tiene ningún derecho a prohibirnos decir Feliz Navidad y celebrar el cumpleaños de Cristo con los belenes, villancicos, símbolos y rituales que hablan del nacimiento de Jesús. Nuestras celebraciones cristianas no impiden las celebraciones seculares, las luces de Navidad, las decoraciones especiales, los desfiles de Santa Claus, la entrega de regalos, los festejos navideños y el bamboleo alrededor del árbol de Navidad. Estas costumbres son legítimas y, a su estilo, son buenas maneras de celebrar la Navidad. ¡Eh!, nosotros nos apropiamos esta fiesta de los paganos, así que ellos tienen derecho a vindicar partes de ella. Además, el paganismo y el Cristianismo a veces contribuyen a una mezcla valiosa. Y no olvidemos que el mundo mide el tiempo por el nacimiento de Jesús. Estamos en el año 2023 desde el gran acontecimiento que alteró el tiempo. ¿No se merece tan monumental circunstancia una doble celebración? Feliz Navidad y Felices Fiestas.
Imagen de Sheila Santillan en Pixabay