Fiebre

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.John Updike, después de recuperarse de una seria enfermedad, escribió un poema que llamó Fiebre. Acaba de este modo: Pero es una verdad largamente conocida que algunos secretos están ocultos a la salud.

En el fondo, ya sabemos esto; pero, como verdad personal, esto no es algo que nos apropiamos en una clase, de padres o mentores, o incluso de  enseñanza religiosa. Estos sólo nos dicen que eso es verdad, pero el hecho de saberlo no proporciona en sí mismo sabiduría. La sabiduría se  adquiere, según dice Updike, por una experiencia personal de seria enfermedad, seria pérdida o seria humillación.

El último James Hillman, escribiendo como agnóstico, llegó a la misma conclusión. Recuerdo oyéndolo en una espléndida conferencia donde, en el momento de su charla, desafió a su audiencia con palabras en este sentido: Volved a pensar, honradamente y con coraje, y preguntaos: ¿Cuáles son las experiencias de vuestra vida que os han hecho profundos, que os han dado carácter? En casi todos casos, tendréis que admitir que fue alguna humillación o abuso que tuvisteis que soportar, alguna experiencia de impotencia, desamparo, frustración, enfermedad o exclusión. No son las cosas que trajeron gloria ni adulación a vuestra vida lo que os dio profundidad y carácter, el tiempo en que erais el alumno brillante de vuestra clase o el tiempo en que erais el atleta estrella. Estas cosas no os trajeron profundidad. Más bien la experiencia de impotencia, inferioridad, es lo que os hizo sabios.

Recuerdo también como estudiante graduado asistiendo a una serie de charlas dadas por el renombrado psiquiatra polaco Kasmir Dabrowski, que había escrito algunos libros sobre un concepto que denominó “desintegración positiva”. Su tesis esencial era que sólo al derrumbarnos crecemos en todo caso a niveles más altos de madurez y sabiduría. Una vez, durante una charla, le preguntaron: “¿Por qué crecemos a través de las experiencias desintegradoras tales como caer enfermos, derrumbarnos o ser humillados? ¿No sería más lógico crecer a través de las experiencias positivas de ser amados, ser afirmados, tener éxito, estar sanos y ser admirados? ¿No debería eso encender la gratitud dentro de nosotros y, actuando por esa gratitud, deberíamos llegar a ser más generosos y sabios?”

Dio esta respuesta: Idealmente, la madurez y la sabiduría deberían tener su origen en las experiencias de la fuerza y el éxito; y tal vez en algunos casos lo tienen. Sin embargo, como psiquiatra, todo lo que puedo decir es que, en cuarenta años de práctica clínica, nunca lo he visto. Sólo he visto a gente transformada en niveles más altos de madurez a través de la experiencia del abatimiento.

Jesús, según parece, está de acuerdo. Tomad, por ejemplo, el incidente de los Evangelios donde Santiago y Juan vienen y piden si a ellos se les podrían conceder los puestos a su derecha y a su izquierda cuando él entre en su gloria. Es significativo que tome seriamente la demanda de los discípulos. No les reprende (en este caso) por buscar su propia gloria; en vez de eso, lo que hace es redefinir la gloria y la ruta a ella. Les pregunta: “¿Podéis beber el cáliz?” Ellos, sin saber el alcance de lo que se les pregunta, responden: “¡Sí, podemos!” Jesús entonces les dice algo que aún sospechan menos. Les asegura que beberán el cáliz, ya que al fin todos lo beberán; pero les dice que, aun así, podría ser que no recibieran la gloria, porque sentarse en la gloria aún depende de algo más.

¿Qué? ¿Qué es “el cáliz”? ¿Cómo se entiende beberlo en ruta hacia la gloria? ¿Y por qué podrá ser que no recibamos la gloria incluso si bebemos el cáliz?

El cáliz, como se revela más tarde, es el cáliz del sufrimiento y la humillación, el que Jesús tiene que beber durante su pasión y muerte, el cáliz del que pide a su Padre que le aparte cuando, estando en Getsemaní, ora en la agonía: “¡Que pase de mí este cáliz!”

En esencia, lo que Jesús dice a Santiago y Juan es esto: No hay acceso al Domingo de Pascua sino por el Viernes Santo. No hay acceso a la profundidad ni a la sabiduría sino por el sufrimiento y la humillación. La conexión es intrínseca, como el dolor y los gemidos de una mujer le son necesarios cuando está dando a luz a un niño. Aún más, Jesús dice también   que el sufrimiento profundo no reportará automáticamente la sabiduría. ¿Por qué no? Porque aun cuando hay una intrínseca conexión entre el sufrimiento profundo y una más grande profundidad en nuestras vidas, la trampa está en que el sufrimiento amargo puede hacernos profundos en  amargura, ira, envidia y odio tan fácilmente como puede hacernos profundos en compasión, perdón, empatía y sabiduría. Podemos tener el dolor, y no alcanzar la sabiduría.

¡Fiebre! El primer síntoma de estar infectado con el coronavirus, Covid-19,  es una fiebre alta. La fiebre tiene ahora cercado a nuestro mundo. La esperanza es que, después de que eleve tan peligrosamente nuestras  temperaturas físicas y psíquicas, también nos revelará algunos de los secretos de salud que están escondidos. ¿Cuáles son? Aún no los conocemos. Sólo serán revelados en la fiebre.