Hoy quiero poner de relieve la importancia de la formación dentro del matrimonio. En las otras formas de vida cristiana, a saber, vida consagrada y vida sacerdotal, existen programas de formación permanente. Se parte de la convicción de que la fidelidad vocacional es un proceso continuado y contrastado. El crecimiento humano y espiritual no se puede dar por descontado. Hay que incentivarlo, motivarlo, acompañarlo, retomarlo cuando se ha dejado, debido a la rutina o a la desilusión.
Dinámica de crecimiento
Con respecto a la vida matrimonial no existen programas elaborados a partir de la experiencia del crecimiento de los cónyuges en su propia relación. La fidelidad matrimonial implica una dinámica de crecimiento. Es un camino apasionante, pero no es fácil. Se requiere mucha fe y fortaleza para seguir fieles al proyecto de vida forjado durante el noviazgo. No se crece en relación de amor por pura espontaneidad. La fidelidad matrimonial requiere creatividad; es un dinamismo de crecimiento; hay que invertir tiempo y energías en él. Está condicionado por elementos internos y externos. La interacción dentro de la relación conyugal está sometida también a los distintos ciclos o etapas de la evolución de la biografía personal y de la vida profesional. Cada etapa tiene su don y su tarea: encontrar el lugar en la relación conyugal y en la profesión, durante la primera etapa; la generatividad conyugal y profesional en la edad madura; en la edad avanzada, el don y la tarea de una relación sosegada y generosa y la búsqueda de la paternidad y maternidad espiritual; en la edad última el don y la tarea una relación unificada y simplificada, que acoge la fragilidad física con madurez personal y espiritual.
Etapas y recursos
La toma de conciencia de esas etapas y de la complejidad de los procesos sería una muy útil orientación para muchos matrimonios. Sería un gran instrumento de acompañamiento en el crecimiento personal y conyugal. Es cierto que se están haciendo cosas. Es cierto que hay muchos grupos que estimulan y sostienen la creatividad en la fidelidad creativa, en la educación de los hijos. Pero, en el plano de la formación y del acompañamiento pastoral, faltan recursos de sabiduría y experiencia para mostrar el camino de la fidelidad como un viaje apasionante, lleno de novedad y de sorpresa.
Estructura de gracia
El documento titulado “la alegría del amor”, fruto del Sínodo de los Obispos sobre la familia, está siendo una buena oportunidad para avanzar en esta formación en el matrimonio. Debido a su larga historia, la Iglesia se siente con un gran patrimonio de sabiduría espiritual, humana, jurídica sobre el matrimonio y la familia. Está convencida de que el matrimonio es una “estructura de gracia” no sólo para los cónyuges. En ella se combinan y se mezclan tres formas de amor: el amor erótico sensual y sexual, el amor de amistad matrimonial y el amor de donación o ágape. Y ya desde antiguo es conocido que la amistad implica: benevolencia, beneficencia, complacencia. La Iglesia sabe de la repercusión del matrimonio en el conjunto de la sociedad, en cuanto que es célula social. El matrimonio y la familia constituyen un buen espejo de la sociedad. Y, a la inversa, la sociedad es un buen reflejo de la familia y el matrimonio.