Señor y Padre nuestro,
que has querido convocarnos
y congregarnos en Jesús por el Espíritu
para que formando un solo corazón
y una sola alma,
seamos evangelio vivo
a gloria del Padre
y en servicio de los hermanos.
Te damos gracias por nuestra familia religiosa
y por todos y cada uno de sus miembros.
Gracias, Señor, por los hermanos
que nos han precedido:
por su sencillez y su entrega,
por su fidelidad y testimonio,
por su espíritu de fraternidad;
gracias por su sacrificio
tantas veces sellado con su sangre.
Que este encuentro
[retiro, Capítulo, Centenario,]
sea para nosotros
un tiempo fuerte de renovación
según las exigencias del carisma
que nuestro/a fundador/a
recibió del Espíritu
y transmitió como preciosa herencia
a todo el Instituto.
Señor y Padre nuestro,
ayúdanos a vivir
siempre atentos a tu palabra,
como María,
a fin de que nos convirtamos
en transparencia de Jesús,
la Palabra hecha carne
que habita entre nosotros,
y a cuyo seguimiento hemos dedicado,
por vocación
y queremos dedicar
con fidelidad creciente,
toda nuestra vida.
Te lo pedimos
Por Jesucristo,
Hijo tuyo y hermano nuestro.
Amén.