Es la última palabra de la Virgen -de las siete que el evangelio nos conserva-, la única que María dirige a los hombres. Hasta ahora sólo la habíamos oído hablar con el ángel, con Dios o con el Hijo. Esta palabra de ahora se la dijo a los humanos. Nos la dijo a nosotros. Es lo único que nos dijo: Haced lo que El os diga. Porque la vida humana si es que quiere llegar a su plenitud tiene que contar con otro. ¿Quién de nosotros con sus fuerzas solas conseguirá la salvación? ¿Habrá alguno que logre por sí solo no morirse nunca? ¿Alcanzará alguna vez un humano de carne y hueso devolver a los que ha querido, una vez muertos, a la vida? ¿Podrán los hijos de Eva en esta vida resistir, aguantar, esperar siempre sin desesperar? Escuchemos serenamente nuestro corazón. Sí, nuestra salvación viene de otra parte. Hay que esperarla constantemente y hay que acogerla cordialmente. Nuestra salvación viene de Dios que hizo el cielo y la tierra. Nos viene bien el consejo de María: Haced lo que El os diga. Ya presentíamos nosotros que el consejo de una madre iba a venirnos bien. Porque una madre ve más hondo y llega más profundo que cualquiera de sus hijos. Una madre, sobre todo si es la madre de Jesús, lo ve todo mejor.Este hombre de nuestro tiempo piensa que todo va a solucionárselo esta tierra y sus habitantes. Que con la técnica y la ciencia y la caridad y la solidaridad va a conseguir la celebridad y la perpetuidad. No se convence que nada logra superar la caducidad. Sólo Dios es eterno. Al final el hombre tiene que llamar, invocar, esperar y acoger. Haced lo que El os diga, nos dijo la Virgen. Ella tiene razón.
La Presentación de la Bienaventurada Virgen María
Lc 19,41-44. ¡Si reconocieras lo que conduce a la paz!