Haciendo Lo Correcto, Porque Es Correcto

19 de enero de 2009

"¿Has hecho alguna vez algo simplemente por principio, porque era lo que había que hacer, sabiendo que no podrías mostrarlo o explicarlo a nadie, sin ni siquiera tener una buena sensación o satisfacción personal  inherente a tu acción?"

Fue el gran teólogo alemán Kart Rahner quien escribió esto; y después añadía: "Si has hecho esto, has experimentado a Dios, quizás sin saberlo".

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos. Jesús estaría de acuerdo con esto. Tanto es así que él hace de eso, a la vez, principio central de la religión y criterio primordial para la salvación.

Vemos esto explícitamente en el famoso texto de los evangelios donde Jesús nos dice que lo que hacéis por los pobres aquí en la tierra lo hacéis por él. Para Jesús, dar algo a un pobre es darle algo a Dios, y desatender a un pobre  es desatender a Dios.

Hay un importante trasfondo en esta enseñanza.  La gente había estado preguntando a Jesús: "¿Cuál será la última prueba? ¿Cuál será el último criterio de juicio para  saber si uno entrará o no en el reino de los cielos?   La respuesta de Jesús les sorprendió. Esperaban que el juicio final girara en torno a los temas de pertenencia religiosa, práctica religiosa,  correcta observancia de leyes y códigos morales. En  cambio  recogieron esta respuesta de Jesús: "Cuando el Hijo del Hombre llegue con majestad, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria y todas las naciones se reunirán en su presencia. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras o chivos. Colocará a las ovejas a su derecha y a las cabras o chivos a su izquierda".

Y, según Jesús, ¿cuál será la base para tal separación? Sólo ésta: ¿Alimentaste al hambriento? ¿Diste de beber al sediento? ¿Invitaste a tu hogar al extraño o extranjero?  ¿Vestiste al desnudo? ¿Visitaste al enfermo y al preso? Porque cuando haces estas cosas a los hambrientos, a los sedientos, a los extraños o extranjeros, a los enfermos y a los encarcelados, lo haces a Dios, y viceversa.

E inmediatamente los que oyeron estas palabras se quedaron confundidos. Tanto los que hicieron lo que se pedía, como los que no lo hicieron, se quedaron igualmente desconcertados y presentaron la misma protesta: ¿Cuándo? ¿Cuándo te vimos hambriento? ¿Cuándo te vimos sediento? ¿Cuándo te vimos desnudo, o extranjero, o enfermo o en la cárcel,  … y te servimos o no te servimos? ¿Cuándo te vimos, oh Dios, y te hicimos eso?

La respuesta de Jesús les cogió desprevenidos a ambos grupos; y ambos, según parece, plantearon la misma pregunta; pero sus protestas eran de hecho muy diferentes: Los del primer grupo,  los que habían dado la talla, se sorprenden agradablemente. Lo que dicen a Jesús es en esencia lo siguiente: "¡Nosotros no sabíamos que eras tú! ¡Hicimos justamente lo que teníamos que hacer, lo correcto, lo justo!"  Y Jesús responde: "¡No importa! Al servirles a ellos, me estabais encontrando a mí".

Los del segundo grupo, los que no dieron la talla, se quedaron toscamente sorprendidos. Su protesta, en efecto, es ésta: "¡Si al menos hubiéramos sabido! Si hubiéramos sabido que estabas tú dentro de los pobres, hubiéramos respondido! ¡Simplemente, no lo sabíamos!" Y Jesús responde: "¡No importa! Al no servirles a ellos, estabais esquivándome a mí".

Y ¿cuál es el mensaje? Naturalmente, el más obvio es el reto contenido ya en el famoso mantra de los profetas, que habían  afirmado de forma inequívoca que la calidad de nuestra fe se juzgará por la calidad de la justicia en la tierra; y que la calidad de la justicia  se medirá a su vez por cómo los grupos más vulnerables en la sociedad (viudas, huérfanos y extranjeros) se desenvuelven mientras estamos vivos. Los profetas judíos ya nos habían enseñado que servir al pobre es parte no negociable, es parte integral de la religión; que nadie alcanza el cielo sin  una credencial o carta de referencia de los pobres. Pero Jesús añade algo más: Dios no sólo tiene una opción preferencial por los pobres, Dios mora dentro de los pobres.

Pero hay también otro mensaje, sutil, pero importante: En esta historia del evangelio, ni los que sirvieron a Dios en los pobres ni los que no lo sirvieron sabían lo que hacían.

El primer grupo, que respondió  positivamente, lo hizo sencillamente por que era lo que había que hacer, lo correcto, lo justo.  No sabían  que Dios se escondía dentro de los pobres. El segundo grupo, que no respondió, no alcanzó a los pobres porque no se percataron de que Dios estaba dentro de ellos. Ninguno de los dos grupos sabía que Dios estaba allí y… esa es la lección:

El discípulo maduro, antes de salir y alcanzar en servicio a los demás, no calcula o distingue si Dios está dentro de cierta situación o no, si una persona parece digna de ello o no, si una persona es cristiana o no,  si alguien parece buena persona o no. El discípulo maduro sirve a quienquiera se encuentre en necesidad, sin depender de esas consideraciones.

La última tentación, que es la mayor traición, consiste en hacer lo que hay que hacer, pero por una razón equivocada. Fue T. S. Eliot quien afirmó eso. Jesús añadiría que hacer lo que hay que hacer es razón suficiente.