Por encima de todo lo que hay en mí, Tú ves
que hay algo santo: algo
muy pequeño, oh Dios mío, que Te mira y que tiene fe.
¡Escucha! ¡Hay algo en mí que tiende hacia Ti día y noche
y que no deja de gritar! ¡Hay algo en mí que tiende
hacia Ti, más fuerte y que trata de levantarse!
¡Hay tanta sed en mí de tu Ternura
y de Tu suavidad, y de todo lo que me han contado
de Tu misericordia!
¡Mírame con tu rostro! ¡Mira, Padre,
el interior de tu Hijo! ¡Ay, este hijo,
dirás Tú, este hijo pequeño, el hijo de Mi sierva!
(Paráfrasis del Salmo 85)