Celebrada la fiesta del cuerpo y la sangre de Cristo, algún descreído podría interpretar con la devoción al corazón de Jesús que en el cristianismo abundan y redundan fetiches religiosos. En realidad, para los católicos el cuerpo y la Sangre de Cristo alude a la presencia real de Jesús en medio de nosotros y en el sacramento de la Eucaristía, así como el llamado a ser un sólo cuerpo en Cristo para alimento del mundo. Considerar el Corazón de Jesús nos evoca, en bello símbolo, su intimidad, sus sentimientos, su amor profundo y misericordioso por todos nosotros.
Cuando pensamos y oramos con devoción al Corazón de Jesús estamos dirigiéndonos a la dimensión más humana de Jesús de Nazaret, gracias a la cual él nos comprende totalmente y nos hace sentir el amor de Dios de la manera más cercana posible. Recordemos que, por su encarnación, Jesús fue como nosotros: se cansaba, se le agitaba el pulso, tenía sed, sintió angustia, experimentó alegría, lloró, comió con otros… Así pues, ante las representaciones del corazón de Jesús no se trata de rezarle a un órgano para que actúe mágicamente; se trata de buscar identificación profunda con la manera de sentir de Jesús y con su modo de proceder.
Así, pasando la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, cada persona es invitada a vivir un encuentro personal con Jesús, por medio de la oración y la meditación. Este año, usted podrá participar particularmente en el itinerario espiritual al corazón de Jesús, presentado en línea por Hozana. Una propuesta, que ahonda en la gratitud.
Que en este tiempo en que muchos dudan o niegan la existencia histórica de Jesús o la divinidad de su profunda humanidad, nosotros busquemos más insistentemente en nuestra oración que el corazón de Jesús modele nuestro interior y que haga nuestro propio corazón menos duro, escéptico, inclemente, desagradecido… No seremos verdaderos cristianos (otros cristos), si no dejamos que su corazón lata dentro de nosotros; si los sentimientos de Jesús no son los nuestros. Esto nos hará más creíbles para el mundo y acercará a muchos incrédulos a Dios.
Yamid Castiblanco, S.J. por Hozana