Honrando la Complejidad de la Vida

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.En una conferencia reciente, enfaticé   cómo  Jesús conmocionó a la gente de igual manera tanto en su capacidad de disfrutar a fondo su vida, como en su capacidad para renunciar a ella y entregarla.  Fue el mismo Jesús el que, en una esplendida cena, mientras una mujer estaba a sus pies bañándole en perfume y afecto, decía a sus incómodos huéspedes que estaba disfrutando el momento sin un ápice de sentimiento de culpa, y quien al mismo tiempo podía decir a las mismas personas que el secreto más profundo de la vida es darlo todo sacrificándose sin pensar un ápice en uno mismo.

Después de la conferencia, un joven se me acercó y me preguntó sobre el primer punto: ¿Cómo pudo Jesús entregarse a ese tipo de gozo y placer?  Mi respuesta: Precisamente por lo otro, por su capacidad para renunciar. Una se basa en la otra, como las dos alas de un avión. Jesús tenía una capacidad sorprendente para disfrutar de la vida porque al mismo tiempo tenía una capacidad igualmente escandalosa para renunciar a ella. Esto también es cierto en muchos otros aspectos de la vida y el ministerio de Jesús: podría condenar el pecado, sin embargo amar al pecador, ser leal a los suyos, así como sorprenderlos por su amor a los que estaban fuera de su círculo, y podía caminar con la mayor libertad  que alguien hubiera  conocido, aun cuando reconocía que él  no hacía nada por su cuenta.

Y ese tipo de complejidad, esta capacidad para acercar opuestos y unirlos en una sana tensión, es uno de sus signos de grandeza.  Las personas destacadas hacen exactamente esto.

Permítanme dar algunos ejemplos:

Dorothy Day, que pronto será canonizada, se destacó exactamente por esta razón: llevaba adelante tanto las innegociables demandas en justicia social del Evangelio, así como las innegociables demandas del Evangelio de una moral y una práctica religiosa adecuadas.  Era radical y piadosa. Por lo general, no vemos a la misma persona unir ambas, una marcha por la paz y un rosario.  Dorothy hizo ambas cosas.  La mayoría de nosotros no podemos.  Podemos hacer una u otra.

Los escritos de Pierre Teilhard de Chardin continúan inspirando a gente a través de todo tipo de contraposiciones por la misma razón.  tenía la capacidad de mantener juntos, al mismo tiempo, dos amores aparentemente opuestos. Nació, dice, con dos amores y sensibilidades incurables: el amor de Dios y el sentido del otro mundo que él nunca podría traicionar, y un amor igual por este mundo físico y su facticidad y belleza.  Ambos eran innegablemente reales para él, ambos lo dejaron sin aliento, y trató de vivir de una manera que no traicionara a ninguno de ellos, a pesar de la tensión que esto creo en su vida.  Esto dio a sus escritos una profundidad poco común. La mayoría de otros escritores, seculares ó religiosos, honran sólo uno de esos polos y denigración del otro.

Vemos el mismo tipo de complejidad en los escritos de Teresa de Lisieux. Por un lado, su enfoque es radicalmente sobre el otro mundo, la visión de alguien que ve este mundo efímero, endeble, y de poco valor. Sin embargo, al mismo tiempo, se muestra casi enfermizamente apegada a las cosas buenas de este mundo, al amor por la familia, por la naturaleza, por la belleza. Teresa podría escribir elocuentemente sobre el deseo de morir y dejar atrás esta película oscura que llamamos vida, y al mismo tiempo sentirse resentida si no recibía muestras  diarias de amor por parte de  su familia. Y no veía ninguna contradicción en esto porque no hay ninguna. Ambas son sanas, cuando se mantienen juntas.

San Agustín nos ofrece otro ejemplo. Escribió más de seis mil páginas y, dentro de esas páginas, dijo cosas que han ayudado a desencadenar desde sentimientos negativos sobre el sexo hasta forzadas conversiones religiosas, pero también dijo cosas que sentaron las raíces de la teología occidental más ortodoxa de los pasados 1700 años. Fue capaz de mantener una gran cantidad de cosas en tensión. Por desgracia, no somos iguales a él, y en su lugar elegimos pedazos de sus pensamientos, en detrimento de su visión global.

Carlo Carretto, el escritor espiritual italiano que murió recientemente, también se destacó por su capacidad para sostener verdades en tensión, aparentemente contradictorias. Es raro ver en una misma persona concreta una combinación de piedad e iconoclastia, su intensa lealtad a la iglesia y sus fuertes críticas a la misma. Para él, las dos dependían una de la otra. Una de ellas es saludable sólo porque la otra también está ahí.

Las grandes mentes y las personas destacadas honran debidamente la complejidad.  En ninguna parte está esto más claro que en Jesús. El asumió toda la verdad, en toda su complejidad. Desgraciadamente, nosotros, sus seguidores, no estamos a la altura del maestro. Por eso hay cientos de diferentes denominaciones cristianas hoy.  Por eso también hay liberales y conservadores, tanto en nuestras iglesias como en nuestra sociedad.  Nos resulta más fácil aferrarnos a pequeños pedazos de la verdad que sobrellevar  la tensión de ser  fieles a su amplia  visión.

Sin embargo la simplicidad y la claridad no siempre son nuestras amigas.