I Martes de Adviento: (Is 11, 1-10; Sal 71; Lc 10, 21-24)

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Ungidos por el Espíritu

“Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor. Le inspirará el temor del Señor” (Is 11, 2-3).

“Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar” (Lc 10, 22).

Recepción de la Palabra

Has sido agraciado con la noticia más transformadora, la que te anuncia que Dios envía a su Hijo para salvación de la humanidad entera, por la acción del Espíritu Santo.

No has hecho nada para conocer la voluntad divina, revelada en las Escrituras y por Jesucristo, de otorgarte el regalo de la fe, por el que has sido ungido con los dones del Espíritu Santo, que te permiten avanzar por la vida sostenido por la gracia de saberte amado.

Por una opción de Dios misericordioso has llegado a saberte introducido en las relaciones más íntimas del misterio trinitario.

Si gustas la sabiduría, la forma de amar de Dios, y la prudencia por saberte criatura; si percibes dentro de ti al Amigo del alma, el Consejero, y te asiste la fortaleza en el combate diario; si valoras la creación y los acontecimientos desde el don de ciencia, y te mantienes humilde, sin caer en la vanidad pretenciosa, entonces es que te ha ungido el Espíritu Santo, gracias a la generosidad de quien es el Mediador de toda gracia, Jesucristo.

Este tiempo es propicio para sentir el privilegio de la fe, al caminar acompañados por el Maestro interior, que aconseja por dónde avanzar en el sendero de la vida. Los textos proféticos, si los acoges, toman realismo en cada historia personal, concretamente en la tuya.

Estás llamado a gustar el recinto entrañable de la paternidad divina, la luz que significa el conocimiento de las verdades trascendentes, y sobre todo la cercanía de quien se hace carne, para introducir al ser humano en el seno divino.

Desde el privilegio de la fe, se puede comprender lo que dice Jesús en el evangelio: -«¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.»

¿Das crédito al privilegio de la fe? ¿Trabajas el don recibido? ¿Lo acrecientas? ¿Qué significa en tu vida diaria el haber llegado a conocer la existencia de Dios y la encarnación de su Hijo?