II DOMINGO DE ADVIENTO: (Is 11, 1-10; Sal 71; Rom 15, 4-9; Mt 3, 1-12)

Convivencia

“Habitará el lobo con el cordero,
La pantera se tumbará con el cabrito,
el novillo y el león pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastorea.
La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas;
el león comerá paja con el buey.
El niño jugará en la hura del áspid,
la criatura meterá la mano
en el escondrijo de la serpiente.
No hará daño ni estrago por todo mi monte santo:
porque está lleno el país de ciencia del Señor, como las aguas colman el mar”.

Recepción de la Palabra

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Parece como si el profeta no fuera de este mundo, como si no tuviera experiencia de la sociedad, y viviera en un universo idílico. Y sin embargo, su visión adelanta lo que después dirá San Pablo: “Revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador, donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos. Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros” (Col  3, 10-13).

La convivencia se goza por el perdón mutuo, por el ejercicio constante de la humildad, pero sobre todo, por la memoria de haber sido perdonado por Dios. Así, cuando se da una circunstancia que pudiera justificar la violencia, el recuerdo de la paciencia que Él ha tenido conmigo ayuda a serenar el ánimo y a ofrecer algo de lo que Dios ha derrochado sobre mí sin que yo lo mereciera.

El Evangelio de este domingo llama a la conversión, y no hay mejor síntoma de que se intenta procurarla, que el fruto de la paz, la convivencia y la comunión.

Puede parecer algo imposible, y sin embargo, estamos llamados a formar todos el mismo cuerpo de Cristo. El apóstol tiene un razonamiento: “Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, os conceda estar de acuerdo entre vosotros, según Jesucristo, para que unánimes, a una voz, alabéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. En una palabra, acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios”.

Y en otro lugar dice: “Así como nuestro cuerpo, en su unidad, posee muchos miembros, y no desempeñan todos los miembros la misma función, así también nosotros, siendo muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo, siendo cada uno por su parte  los unos miembros de los otros” (Rom 12, 4-5).

La Navidad llama a la reunión familiar, a la visita de los amigos, a compartir la mesa, a recordar a los más débiles y enfermos, a convivir en armonía.