0.1.- Saludo y presentación.
Cómo me siento (contento, ilusionado, sois un grupo nuevo para mí, desilusionado.. ) y qué espero (el gozo de expresarme libremente, de ser entendido y aceptado)
0.2.- Objetivo
\»Dar un paso más\» en la implicación de la familia y la catequesis en la transmisión de valores nucleares o fundamentales, de padres a hijos.
Los organizadores de este encuentro han dejado, supongo que adrede, el título abierto, polivalente. Han dicho \»familia y catequesis\». Yo quiero decirlo un poco más concreto: padres y catequistas. Y ponerle dirección: ¿quién se implica con quién?
El pasado curso (31 de marzo al 2 de abril del 2000) el título del encuentro de catequistas fue: \»implicación de los padres en la catequesis\». Suele ser el planteamiento generalizado en libros y materiales de esta área de la pastoral; incluso en los documentos de la CEE, de las Diócesis y del Vaticano.
En este curso queremos dar un paso más, invirtiendo el sentido: no \»implicación de los padres en la catequesis\», sino \»implicación de los catequistas en los padres\»; es decir, en su misión de transmitir los valores nucleares humano-cristianos a sus hijos.
Siempre me ha parecido que hablar a los catequistas de cómo los padres se han de implicar en la catequesis es echar balones fuera, como predicar a los presentes de la obligación que tienen de venir a misa los que no están allí; quizá hasta halaga al oído: \»ellos son los que tienen que ayudarnos a nosotros; nosotros somos los importantes\». Pues no; yo no voy a caer en esta común tentación. Os lo voy a poner a vosotros difícil, queridos catequistas; más difícil de lo que quizá ya lo tenéis:
Os voy a hablar a vosotros y para vosotros fundamentalmente; aunque en algún momento de la charla diga cosas que deben saber y vivir los padres antes que vosotros; y a la vez, vosotros, claro. Para nosotros – vosotros y yo – poder ayudarles, tenemos que saber bien \»a qué\», \»a qué ayudarles\».
- SITUARNOS
1.1.- ¿Dónde quedamos el curso pasado?
El curso pasado (1 de abril) tuvisteis por la mañana del sábado un par de dinámicas, importantes para enriquecer vuestras habilidades pedagógicas. Por la tarde Samuel Urbina os hizo reflexionar sobre dos puntos principalmente: 1º, diversas actividades pastorales con los padres; y 2º, catequesis de adultos. Subrayó con insistencia lo vital que es para una parroquia esta catequesis de adultos: como maduración cristiana para sus participantes y como cantera de agentes para otras muchas actividades formativas de la parroquia. Con numerosos textos de los documentos del magisterio de la iglesia apoyó la importancia decisiva de la catequesis de adultos. Citó expresamente:
- Directorio General de Catequesis (DGC) (1971 y 1997),
- Catechesi Tradendae (1979), y
- Familiaris Consortio (1981).
A propósito, ¿quiénes de vosotros tenéis estos documentos para vuestro uso particular? ¿Os suena que estén a mano en vuestro centro de catequesis parroquial o colegial? – Ahí tenéis unos ejemplares del nuevo DGC. Vergonzoso si algún catequista no lo tiene y no lo usa. ¿Conocéis a algún jurista que no tenga el código de derecho?
Sobre el trabajo pastoral con los padres – del que indicó unas cuantas actividades distintas – ignoro si llegasteis a algunas conclusiones prácticas; y si habéis aplicado alguna en vuestros respectivos ámbitos de trabajo catequético. Me gustaría saber si los que estuvisteis – o estuvieron – aquí, hicisteis algo con el resto de los catequistas de vuestro centro; y qué en concreto. No es mera curiosidad ni una recriminación, sino un deseo de mejorar nuestros métodos formativos. Quisiera saber si se retransmitió algo; y cómo; para saber si son eficaces estos encuentros de nivel provincial; o si se quedan sólo en \»vernos\» y pasarlo agradablemente los que venimos de cada posición pastoral (y a veces, porque nos presionan los que nos mandan). (Por favor, llenadnos una ficha anónima, por cada centro).
1.2.- La realidad que vosotros tocáis
¿Con qué perspectivas trabajan o trabajamos (me incluyo sólo en parte) los responsables y organizadores de estos encuentros? Lo que queremos es llegar a la realidad concreta; a la realidad concreta en la que vosotros vivís. Si no lo logramos, estamos perdiendo el tiempo, y muchas energías; \»somos siervos inútiles y necios\».
Porque es evidente que deseamos transformar, mejorar, – aunque sea poquito y poco a poco – esa realidad en que vosotros os movéis:
- el talante humano-cristiano de vuestros niños;
- y a la par, y con más fuerza, el talante humano-cristiano de los padres de \»vuestros\» niños;
- y también, en tercer lugar, hacer más gozosa y más contagiosa vuestra vivencia de la catequesis.
Por favor, escribid y contestad ahora en vuestro papel o vuestro cuaderno de notas, estas preguntas:
1ª) ¿Cómo es la realidad de los niños, que tengo en catequesis? Edad o Curso. Dos o tres rasgos o valores positivos y otros dos o tres rasgos o valores negativos de su estilo o talante humano cristiano. (2-3\’) (Con palabras indicativas; no redactar)
2ª) Ahora pensad en sus padres. Desde lo poco o bastante que les conozco, ¿cuáles son los 2 o 3 rasgos o valores positivos, y otros dos o tres negativos, de su estilo de vida humano-cristiano? (4-5\’)
3ª) Finalmente, miraros a vosotros mismos y escribid (sólo para vosotros): los 2/3 rasgos o valores positivos, y otros 2/3 negativos, de mi talante o estilo humano-cristiano, con el que estoy viviendo y ejerciendo mi actividad catequética. (2-3\’)
1.3.- Matrimonios, padres y familias hoy
Seguro que lo que habéis escrito – aún con palabras sueltas – tiene mucho que ver con el estilo de los matrimonios, los padres y las familias reales de nuestros entornos.
No me detengo demasiado en un análisis de la realidad (pecado de la mayoría de nuestros planteamientos pastorales, que tanto aborrezco). Vosotros mismos habéis señalado rasgos de lo que vivimos.
Es obvio que nos encontramos en una sociedad masificada, donde lo cuantitativo prima en detrimento de lo cualitativo (hoy se habla ya de globalización); una sociedad urbanista, anónima, muy individualista; que nos presiona con fuerza hacia comportamientos pragmáticos, de eficacia y utilidad, hedonistas y consumistas.
En la gente vemos actitudes y valores democráticos, pluralistas, de secularización, defensores de los derechos del hombre; aunque éstos sean luego negados en casos concretos como el aborto ola eutanasia, las guerras y atentados, muertes por hambre, y máximas indigencias materiales de la mayor parte de la población mundial.
Seguro que percibís que nuestra sociedad española está en fase de descristianización, a semejanza y continuación de toda la europea. Además de la propia responsabilidad de los dirigentes (clérigos, laicos y consagrados) de nuestras iglesias o comunidades cristianas, las agresiones constantes a la doctrina y vida de la iglesia, por parte de diversas instancias políticas y de los medios de comunicación sobre todo, han ido calando en la mentalidad poco formada de los españoles; en temas como enseñanza religiosa, aborto, divorcio, relaciones y convivencia prematrimonial, medios de planificación familiar, parejas de hecho, etc., sin entrar en la falta generaliza de ética en temas económicos y empresariales.
Ciertamente percibimos en alza en nuestra sociedad: el respeto a la libertad, el afán por la igualdad entre el varón y la mujer, y, en general, entre todos los hombres; y una creciente sensibilidad por el compromiso temporal, manifestado en tantas ONGs y voluntariados, que reflejan un buen espíritu de solidaridad. Pero al lado de estas luces, vemos también, sin quererlo, sombras y rasgos negativos, aún más extendidos: opresión, desigualdades y xenofobias sangrantes, explotaciones deshumanizadoras del hombre y de la mujer en tantísimos países de la tierra.
Todo esto se vive no en abstracto, sino en concreto; y en mayor o menor grado está infiltrado en las familias. A las de nuestro entorno, los 2/3 aspectos más negativos que yo les adscribo hoy son éstos:
1.- En núcleos cada vez más crecientes la familia vive secularizada; preocupada por lo útil, lo eficaz, lo placentero, el consumir más y mejor; y ajena (\»alienada\») a los valores transcendentes. Nos encontramos ya con los primeros jóvenes que no tienen memoria religiosa ni han crecido en ámbito creyente. ¿Qué podrán transmitir a sus hijos?
2.- En ellas se respira el triunfar en la vida y la competitividad; el afán por tener, por rendir, por el trabajo, por modernizarse (consumismo solapado). Todo esto crea un aire y clima familiar, donde muy difícilmente queda espacio para vivir los valores más fundamentales del ser humano y cristiano: la relación por la relación entre las personas, la gratuidad en la amistad y en el amor, la valoración y cultivo de lo no-útil, como lo poético, lo estético, lo contemplativo, lo religioso, la fe.
3.- En cuanto a lo específicamente cristiano, nos encontramos, creo yo, con un desdibujamiento y difuminación (época light) (ignorancia en buena parte) del verdadero Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, que anunció el reino de Dios, murió y resucitó, constituyéndose así en Redentor y Salvador de todos los hombres, que nos regala la vida plena y definitiva y para siempre junto al Padre Dios. Una religiosidad de cristianismo superficial y de autoservicio.
1.4.- ¿Qué queremos de verdad?
No voy a seguir. Nosotros, vosotros y yo, somos bastante conscientes de esta realidad social y eclesial, en que vivimos. Todo esto está ahí; no está en nuestras manos cambiarlo o desviarlo de ruta. Pero sí está en nuestras manos nuestra respuesta.
Con esta realidad, con estos niños, con estos padres, con nosotros mismos tal y como nos vemos, ¿qué queremos hacer? ¿cuál es el futuro que de verdad queremos construir?
La pregunta es sumamente importante. Nosotros, los catequistas, sí somos responsables de lo que estamos haciendo. ¿Nos parece lo más adecuado al momento presente y de cara al futuro? ¿Queremos seguir actuando más o menos igual que actuamos?
Los niños vienen a la catequesis cada vez más paganos; los padres, cada vez más descreídos o despreocupados; el fruto de nuestro trabajo, un tanto por cien cada día más bajo; en 20-30 años (muertos ya los de 60 para arriba), ¿a qué reducirán nuestras celebraciones comunitarias? Los creyentes, una minoría. ¿Pero una minoría viva o decadente? ¿Queremos de verdad seguir siendo corresponsables del funcionamiento de estas fábricas de sacramentos o de autoservicios religiosos, que son en parte nuestras posiciones pastorales? ¿Optamos por un cristianismo de masas cada vez más descristianizadas,por seguir como estamos con un irresponsable \»a ver qué pasa\», u optamos por unas minorías, por unas pequeñas comunidades vivas, por unas familias y grupos de familias de intensa vida cristiana, que sobrevivan, con gozo incluso, a este cristianismo sociológico superficial y al desmoronamiento o fosilización de muchas estructuras parroquiales, clericales y laicales, que están frenando, ahogando, o retardando al menos, las nuevas movidas con el E.S. intenta revitalizar a su iglesia también en Europa?.
¿Queremos ir a lo esencial, a lo vivo? ¿Y cuáles son los valores nucleares (humano-cristianos) que dan sentido denso a nuestras catequesis parroquiales y colegiales, porque son los valores fundamentales a vivir y transmitir de padres a hijos en familias verdaderamente humanas y verdaderamente cristianas?
- VALORES NUCLEARES HUMANO-CRISTIANOS
Es un gran atrevimiento, por mi parte, querer reducir a unos pocos y nucleares, la serie larga de valores que caracterizan a la persona humana y al buen seguidor de Jesucristo (que esto es ser cristiano). Con temor y temblor, con la seguridad también de acarrearme críticas fundadas, y contando también con vuestra benevolencia (es decir, con vuestro quererme bien) voy a reducir a tres estos valores. Son tres ejes de valores, en torno a los cuales se cristalizan otros muchos más o menos cercanos, que los enriquecen y matizan. Yo no sé ni quiero darles un nombre único. Espero, con todo, que os quede claro lo que pienso.
Reitero lo dicho arriba. Este apartado es válido directamente para los padres de los niños. ¡Ojalá estuvieran aquí! Pero también es válido para vosotros, catequistas; pues a vosotros os toca formar, ayudar y acompañar a los padres en su misión de primarios y fundamentales transmisores de fe (y de la humanidad) a sus hijos, sino queréis que vuestra labor catequética con los niños quede en un 90% baldía.
2.1.- Los valores se viven
Quiero subrayar con fuerza lo que tantas veces hemos oído: los valores no son contenidos mentales o doctrinales que se entienden y se aprenden con la inteligencia y la memoria (eso son \»ideas\» de valores); y tampoco son valores, las formas o maneras de comportarse la persona humana.
Los valores reales, los vividos, (los no vividos son idea o concepto de valor) son como talantes humanos, que implican todos los estratos de la persona: desde los corpóreo hasta lo intelectual y volitivo más específicamente humano; los valores son actitudes profundas globalizadoras; como orientaciones vitales personales permanentes, que luego se encarnan en estos o aquellos comportamientos concretos.
Más que la definición, a nosotros nos importa mucho más saber que:
1) los valores hay que vivirlos, para que sean reales; y para poder conocerlos en sentido riguroso, de forma experiencial. Si no los vivo, si no tengo experiencia personal de ellos, no los conozco de verdad (conozco sólo su idea, su concepto); es como una sensación dolorosa – un dolor de muelas – que sólo si la experimento la conozco de verdad. El valor que no vivo, no lo conozco verdaderamente; a lo mucho, tengo de él una idea o concepto abstracto, difuso y lejano de lo que realmente es;
2) los valores – ésta es otra regla fundamental – no se aprenden ni se transmiten por la mente, ni por la palabra, sino por contagio vital; en la medida en que se viven, en esa medida se transmiten por inducción (como la electricidad);
3) aunque no sepamos definirlos, sí es importante aprender y saber \»dar cuenta de ellos\», es decir, de lo que vivimos; como \»dar razón de la fe\» que profesamos. No serán razones probatorias, ni suficientes para el que no los vive, pero sí servirán para aclarar, iluminar e irradiar mejor esos valores que vivimos.
2.2.- Tres experiencias nucleares
Entro, pues, a señalar los tres valores o ejes de valores – tres núcleos o constelaciones de valores – que a mí me parecen fundamentales, nucleares, de la vida humana y de la vida cristiana. E insisto una vez más que se trata de experiencias, de vivencias; no de ideas o conceptos. Es muy distinto tener la idea o concepto del amor, que poseer en sí de hecho el amor, vivirlo, experimentar lo que es amar. Lo mismo digo de la fe y la confianza hacia una persona o hacia Dios. También es importante saber que estos valores, estas experiencias o vivencias nunca se realizan en la persona a 100%, sino en parte, menos o más. Son realidades vivas, en proceso tendente al crecimiento, que pueden ir a más (también a menos, pues el hombre es libre); pero nunca se logran del todo, mientras estemos en este mundo; debido a la finitud humana.
1º) Amor.
El amor es indudablemente el valor fundamental, el nuclear, de toda persona humana, de todo cristiano. Del amor, se puede hablar mucho (no lo voy a hacer); practicarlo, vivirlo ya es más costoso. Le adjunto algunos verbos iluminadores, que transparentan el verdadero amor. El amar (menos abstracto que amor), con toda su correspondiente carga de ternura y de cordialidad, ha de encarnarse claramente y manifestarse en el dar, compartir, acoger cordialmente (escuchar con el corazón), ser sensible al otro más que a sí mismo (la solidaridad que hoy se dice), la gratuidad. – Todo esto se contrapone nítidamente – y quiero decirlo – al negocio (\»no ocio\»), a la exigencia, a la ganancia…, que tanto exaltan y tanto nos meten en la intimidad del hogar la Tv y demás medios de comunicación social.
2º) La fe, la confianza, el creer, el fiarse de y confiarse en las personas y en Dios.
Esto significa vivir con las puertas y las ventanas abiertas, de par en par, hacia el otro; es vivir en transparencia (verdad), sin ocultamientos, sin tapaderas, sin sospechas ni mentiras ni prejuicios, y sin velos para quedar bien; vivir en ingenuidad y transparencia; eso que hace a los niños rebosar de encanto. Se trata no sólo de no decir mentiras, sino de vivir en apertura y sin prejuicios (juicios previos); creer y abandonarse al otro (a Dios) aun cuando no se le entienda. Es la actitud de lo niños (\»hacerse como niños\»), que Jesús pone como condición para entrar en el Reino de los cielos – Por el contrario, el mundo nos bombardea, y se nos cuela en casa en lo que vivimos y decimos: la picardía para triunfar, la sospecha, el \»piensa mal y acertarás\», el \»quedar bien\» a todo precio, el trampear para subir más…
3º) Gratitud, alabanza y gozo profundo
El tercer valor o eje de valores fundamental lo llamo gratitud, alabanza y gozo profundo, que brota espontáneo de contemplar lo positivo: en mi mismo (autoestima) y en los demás (admiración y alabanza gozosa). Esto implica mirar más lo positivo que lo negativo, reconocerlo y expresarlo; valorarse y estar contento consigo mismo; con lo que se es (que viene de los padres y de Dios) mucho más que con lo que tenemos. – Es lo contrario de compararse con otros, de vivir desde los modelos a copiar, de hacerse como otros (líderes, estrellas, deportistas.. santos), diametralmente opuesto a ser y crecer desde sí mismo. Las comparaciones, pronto o tarde, destruyen siempre, porque hacen vivir desde fuera y en violencia, no desde dentro y a gusto.
La gratitud (en vez de la exigencia exterior) brota de verse regalado (a cambio de nada); regalado, en vez de propietario, en vez de \»pagado\», rebosante de gozo y alabanza por ello. Desde siempre me ha sonado horrible esa llamada \»paga\» de los padres a los hijos, domingos o días de fiesta; cuando en castellano tenemos una palabra \»propina\», que significa precisamente lo sobreañadido por encima de lo debido. – Lo contrario a la experiencia de regalado y agradecido es la de ser y sentirse \»pagado\», propietario y \»con lo mío hago lo que quiero\».
2.3.- Etapas infantiles
Antes de concluir este apartado sobre los valores nucleares a vivir y transmitir en familia y catequesis, indico las etapas infantiles relacionadas con la catequesis, pues luego vamos a trabajar sobre ellas personalmente y en grupo. Son conocidas. Simplemente las apunto:
Primera: de 0 a 5/6 años – \»despertar religioso – identificación inconsciente con los padres;
Segunda: prepa a 1ª comu – iniciación cristiana – identificación consciente con los padres;
Tercera: después de 1ª co – ampliación cristiana – acompañando a los padres;
Cuarta: prea- y adolesc. – hacia confirmación – crítica y distanciamiento de los padres.
En las dos primeras etapas, la identificación con los padres es tan fuerte, que ahí se echan las raíces y los fundamentos existenciales – talantes y valores vividos nucleares – que actuarán en la personalidad toda la vida. Por esto la labor de los padres en la transmisión de la fe es primordial; en la primera etapa, absolutamente decisiva.
La cuarta etapa – de preadolescentes y adolescentes – no la tomamos en consideración ahora. Las relaciones con los padres son críticas, es decir, de juzgar y buscar intensamente las razones de todo. El distanciamiento afectivo de los padres no sólo no es malo, es necesario para la maduración de la persona, aunque duela.
La tercera etapa, – \»después de la primera comunión\» – es la prueba de toque de los hijos y de los padres, de lo que de verdad hemos hecho en la 2ª etapa; ahí se percibe si la 1ª comunión y su catequesis previa era fruto de convencimiento cristiano y \»costumbre religiosa y presión social\». Aquí es donde merece la pena preguntarnos: ¿qué pasaría de por un Decreto del Sr. Obispo, apoyado por buena parte de párrocos y catequistas, desapareciesen las primeras comuniones? ¿Sería mejor, o peor, para la formación cristiana tanto de los padres como de las nuevas generaciones de cristianos y para el trabajo y fruto pastoral de los catequistas?
- PISTAS DE ACCIÓN
¿Qué nos dice el magisterio de la Iglesia sobre todo esto? ¿Qué orientaciones pastorales da el magisterio de la Iglesia hoy sobre catequistas y padres en estos años?
Ya el pasado curso reflexionasteis o trabajasteis con textos del nuevo (1997) Directorio General de Catequesis, que recoge, evidentemente, afirmaciones claves del Directorio anterior (1971) y de las Exhortaciones apostólicas Evangelii Nuntiandi (Pablo VI 1975), Catechesi Tradendae (1979) y Familiaris Consortio (1981). La mayor parte de los que escuchasteis en abril pasado se referían al catecumenado de adultos; yo quiero aportaros ahora los referentes a la relación padres-catequesis o catequesis-padres.
3.1.- El nuevo DGC
a) Dedica un apartado explícitamente a \»la catequesis de la infancia y de la niñez\» (nn. 177 a 180), desglosando la \»situación e importancia de la infancia y de la niñez\» (177) y las \»características de esta catequesis\» (178-179), con referencia específica a los \»niños sin apoyo religioso familiar o que no frecuentan la escuela\» (180). Dentro del \»ministerio de la catequesis en la iglesia particular y sus agentes\» (Vª P. Cap. I), trata de \»los padres, primeros educadores de la fe de sus hijos\» (226-227); y entre los \»lugares y vías de catequesis\» (cap. III) cita a \»la familia como ámbito o medio de crecimiento en la fe\» (255); en la \»transmisión de la fe\», los padres tienen una \»misión originaria\» (221), los catequistas son especialmente llamados para esta \»delicada tarea\»; pues \»la educación de la fe.. corresponde ante todo a la familia\» (189).
[Estos textos completos los tenéis en la mano; y conviene que los leáis despacio y subrayando lo que más os llame la atención, en el tiempo que seguirá de reflexión personal].
b) La familia cristiana es, pues, el primer lugar en el que se comienza a recibir el Evangelio y el estilo de vida de los discípulos de Jesús (cf EN 71; CT 68); lugar catequético primordial, \»en cierto modo insustituible\» (CT 68). Son los padres, los que, en virtud del sacramento del matrimonio, \»reciben la gracia y la responsabilidad de la educación cristiana de sus hijos [ChL 62; cf FC 38]; \»tienen una misión originaria\» (DGC 221), un \»verdadero ministerio\» (DGC 227; cf FC 38, CT 68) que les constituye en los primeros predicadores de la fe de sus hijos. Por esto \»la catequesis familiar precede, acompaña y enriquece toda otra forma de catequesis\» (DGC 226; cf CT 68). De aquí se deduce la necesidad de que \»la comunidad cristiana preste una atención especialísima a los padres\» (DGC 227).
c) Seguro que vosotros sois ya muy conscientes de que \»aunque toda la comunidad cristiana es responsable de la catequesis, y aunque todos sus miembros han de dar testimonio de la fe, no todos reciben la misión de ser catequistas. Junto a la misión originaria que tienen los padres respecto a sus hijos, la Iglesia confía oficialmente a determinados miembros del Pueblo de Dios, especialmente llamados, la delicada tarea de transmitir orgánicamente la fe en el seno de la comunidad\» (DGC 221).
3.2.- Pasos más atrevidos de Juan Pablo II
a.- Aun con las afirmaciones claras sobre el papel de la familia, y en concreto sobre la misión originaria de la padres en la transmisión de la fe a los hijos y sobre la \»tarea confiada\» que tienen los catequistas, e incluso con la afirmación, en el nº 180, de que le toca \»a la comunidad cristiana suplir\» las \»carencias\» de la educación religiosa familiar, en conjunto el nuevo DGC no ha recogido nítidamente ni mucho menos ha sacado las consecuencias de la doctrina que Juan Pablo II propone explícitamente el año 1993 e implícitamente desde la Familiaris Consortio (1981).
Es cierto que el nuevo DGC pide que \»los catequistas lleven a cabo una colaboración constante con los padres\» (179) – no ya que los padres colaboren con los catequistas o con el colegio como se ha venido planteando hasta hace bien poco -; y que \»la catequesis familiar es, en cierto modo, insustituible\» (178), que \»precede, acompaña y enriquece toda otra forma de catequesis\» (226), y que \»la comunidad cristiana preste una atención especialísima a los padres\» (227); pero ni en el texto ni en la estructura de todo el Directorio se ve que la \»pastoral Familiar\» es decir, la atención a la familia, en concreto a los padres (y al matrimonio, que es la raíz de ser padres), ocupe el \»lugar central\» dentro de toda la pastoral de la parroquia, que Juan Pablo le asigna ya en 1993.
b.- Cuando este nuevo DGC habla de una catequesis (de adultos) para el matrimonio (176) lo considera (al matrimonio) como uno de \»los principales acontecimientos de la vida\», junto al \»bautismo de las hijos\» y \»los otros sacramentos de la iniciación cristiana\». Esta manera de ver el matrimonio como un \»acontecimiento\», y no como un estado permanente de vida cristiana, y el considerar su catequesis como una \»forma particular\» u \»ocasional\», distinta de los \»procesos sistemáticos, orgánicos y permanentes para todos los adultos\» (176), se vuelve a repetir al hablar de \»formas y vías privilegiadas\» de catequesis (207); aquí, junto a la catequesis litúrgica, indica \»otras actividades catequéticas de carácter ocasional particularmente significativas (matrimonios, funerales, visitas a enfermos, fiestas patronales, etc.)\»; y continúa: \»sigue siendo central el cuidado a la familia, agente primario de una transmisión inculturada de la fe\». Pero para este \»cuidado central\» a la familia (a los padres, al matrimonio como estado permanente de vida – explicito yo -) no se indica en todo el Directorio ningún proceso catequético adecuado. La palabra \»central\», aparece, pero sin contenido.
c.- El 30 de Enero de 1993, Juan Pablo II dirige un Discurso al Consejo Pontificio para la Familia, en reunión preparatoria del Año Internacional de la Familia 1994 (así declarado por la ONU, y que toda la Iglesia quiso aprovechar para impulsar la pastoral familiar). Es una ocasión muy especial para marcar líneas fundamentales de pastoral familiar para toda la Iglesia, de cara a ese especial Año Internacional de la Familia, 1994. El texto del discurso es breve y apareció en Ecclesia. A quien le interese se lo puedo hacer llegar. Ahora entresaco las afirmaciones que considero fundamentales; que no han llegado aún ni a los responsables ni a los agentes de la pastoral en general de las diócesis y de las parroquias. Dice el Papa en este Discurso a los miembros del Consejo Pontificio para la Familia:
\»Con razón, pues, se insiste mucho hoy en el PUESTO CENTRAL que se ha de reservar a la pastoral familiar en la programación de las actividades de las Diócesis y de las Conferencias Episcopales. En efecto, la evangelización pasa necesariamente a través de la familia que es, a su vez, objeto y sujeto del anuncio del Evangelio (Discurso de Juan Pablo II al Consejo Pontificio para la Familia, 30 Enero 1993, l).
La pastoral familiar, CORAZÓN de la evangelización (lb. 2).
Los planes de pastoral orgánica no pueden prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia (FC 70) (Ib. 2), célula fundamental de la sociedad y de la iglesia (Ib 6).
Compromiso primario es, pues, formar la familia para que sea sujeto responsable y cualificado de la acción evangelizadora (Ib. 3).
La familia, por tanto, debe estar EN EL CENTRO de las preocupaciones de toda la comunidad diocesana, de toda la parroquia y estructura pastoral sensible a las exigencias de nuestros tiempos. Se trata de valorar activamente los núcleos familiares en la preparación alo matrimonio, acompañar a las parejas jóvenes en su itinerario formativo, y esforzarse por llevar a cabo una adecuada pastoral de la infancia y de la tercera edad\» (Ib. 4).
El apoyo de estas afirmaciones de Juan Pablo II está en la Constitución \»Lumen Gentium\» del Concilio Vaticano II, cuando asegura que :
\»Los cónyuges cristianos, en virtud del sacramento del matrimonio, por el que significan y participan el misterio de unidad y amor fecundo entre cristo y la iglesia. (cf. Ef 5, 32), se ayudan mutuamente a santificarse en la vida conyugal y en la procreación y educación de la prole, y por eso poseen su propio don, dentro del pueblo de Dios, en su estado y forma de vida\» (LG 11).
En el Año Internacional de la Familia (1994), el Papa insistía en su \»Carta a la Familia\» que \»el primer camino de la Iglesia es la familia\» (13).
- ¿UN FUTURO NUEVO, DISTINTO?
¿En qué programación de Conferencias Episcopales, de Diócesis, de Parroquias y de otras estructuras pastorales habéis visto que el PUESTO CENTRAL de las preocupaciones y de las actividades lo ocupe la familia y la pastoral familiar?
¿En que directorio o libro de catequesis – que no sea en el espíritu de algún movimiento matrimonial – os encontráis con un plan o proceso de catequesis que corresponda a es \»don propio que posee el matrimonio en su estado y forma de vida, dentro del pueblo de Dios\»?
Con el sufrimiento en el corazón de que, después de casi 40 años de la LG (1964) y de casi 20 de la FC (1981) y de 7 de este Discurso del Papa (1993), no encontremos aún Diócesis ni Parroquias ni estructuras pastorales que pongan EN EL CENTRO a la familia y a su pastoral, nosotros, sencillos catequistas de niños ¿QUÉ PODEMOS HACER?
4.1. El futuro de lo que estamos haciendo
Reflexionemos sobre el futuro de lo que estamos haciendo, de lo que de hecho estáis haciendo. ¿Cómo lo veis? ¿hacia donde nos lleva este camino, en esta nuestra situación concreta de Iglesia, que estamos sufriendo y construyendo?
4.2. ¿Queremos otro futuro?
Desde esta situación real y concreta, en nuestra parroquia y en nuestro colegio, que estamos viviendo y construyendo, sin esperar a una re-estructuración de choque de la pastoral, ¿no podríamos gastar otras tantas energías (en personas, dinero, tiempo y locales) en la pastoral con los padres (matrimonios y familias) como las que gastamos con los niños? No digo más, que parece es lo que pide el Papa para la pastoral familiar, porque lo exige una teología y una antropología elemental del matrimonio y la familia, sino, al menos otras tantas energías. ¿No queremos de verdad otro futuro? ¿Cuánto tiempo y cuanta vida malgastamos en quejarnos de la situación, y buscar sus causas, en echar culpas a los otros, sin dar un pequeño paso, posible, hacia delante?
4.3 ¿Cuándo y cómo actuar?
No desde otras posiciones o actividades pastorales, que no están en nuestras manos (y sería echar balones fuera una vez más), sino desde nuestras actuales catequesis de niños:
¿qué podemos hacer para \»formar a los padres\» – a las parejas jóvenes – y ayudarles en su tarea del \»despertar cristiano\» de sus peques, en casa, en esa primera etapa de los 0 a los 5/6 años? ¿Y cómo lo podemos hacer? La etapa es fundamental, ¿qué y cómo comenzar a actuar los catequistas? ¿Qué iniciativas y compromisos proponéis?
a) Y en la segunda etapa, que nos es más cercana, de esos 2 o 3 años de catequesis de preparación para la 1ª comunión de sus hijos (o nietos) ¿qué podemos hacer para \»formar\» y para hacer caminar a los padres, a los padres de los niños de mi grupo y a los padres de los demás niños, a la par y por delante de sus hijos, viviendo y verbalizando las mismas catequesis? (Piensa en lo que de hecho haces tú, en lo que se hace desde el conjunto de la catequesis, y añade cosas nuevas, factibles, a realizar por ti, por el grupo de catequistas, por el centro).
b) En la tercera etapa – después de la 1ª comunión – y en la cuarta (preadolescencia y adolescencia), cuando comienza un periodo necesario de crítica y de distanciamiento respecto de los padres, ¿cómo acompañarles, a los padres, y hacer que ellos acompañen a los catequistas y monitores en esa ampliación, profundización e inicial personalización de la vivencia cristiana de sus hijos? ¿Qué y cómo hacer – sobre lo que ya se está realizando – con los padres de los que durante 2/3 años se preparan para la confirmación? Si hiciesen el proceso o camino a la par, padres y jóvenes, ¿no quedaría bastante más que ahora?.
Concluyo con el segundo párrafo del nº 227 del nuevo Directorio General de Catequesis:
\»Es preciso que la comunidad cristiana preste una atención especialísima a los padres. Mediante contactos personales, encuentros, cursos e, incluso, mediante una catequesis de adultos dirigida a los padres, ha de ayudarles a asumir la tarea, hoy especialmente delicada, de educar en la fe a sus hijos. Esto es aún más urgente en los lugares en los que la legislación civil no permite o hace difícil una libre educación en la fe (Cf CT 68). En estos casos, la \»iglesia doméstica\» (LG 11; cf FC 36b) es, prácticamente, el único ámbito donde los niños y los jóvenes pueden recibir una auténtica catequesis\».