Todo grupo humano somete a sus «candidatos» a una «iniciación» o «aprendizaje». De forma parecida, la Iglesia desde sus orígenes ha «iniciado» en la vida cristiana a los que, habiendo acogido la fe, deseaban formar parte de la comunidad de creyentes, mediante un cierto «aprendizaje» de los,diversos elementos constitutivos: actitud y contenidos de la fe, oración, celebración de los sacramentos, crecimiento en el compromiso social y apostólico. A diferencia de la Iglesia primitiva, que disponía de un proceso de iniciación muy estructurado y exigente, dirigido a adultos no bautizados, nos encontramos hoy con una realidad diversa y fragmentada. Aunque el ritual de «iniciación cristiana de adultos» ha recuperado elementos importantes de la tradición, se ve la necesidad de tener claros los destinatarios, las etapas y los objetivos, de forma que la persona «aprenda» realmente a ser cristiano.