COMENTARIO«¡No me vengas con historias!», sé que me estás diciendo.
Bueno, pero aquí hay una y algo habrá que hacer con ella. Y además espectacular: «Ni en elcampo ni en la ciudad nos quedan espacios para el beso», un inventario de lugares propicios al amor quedesaparecen. Pero…, por llevar la contraria, yo propondría otra historia: «Inventario de carencias ennosotros que hacen imposible el amor». Porque ¿se trata sólo de lugares o es sólo una disculpa paraencubrir carencias más fundamentales dentro de nosotros mismos?
Se trata sólo de perspectiva: ¿existe aún la búsqueda de un sentido para mi vida o la multinacionalanónima de la que dependo impone su dictadura y me dice cómo hacerlo: vivir? Sí, se me ha perdidoun beso que aún guardaba. Por haber buscado tanto tiempo un lugar para entregarla, la caricia quetraía ha caducado y he tenido que tirarla.Pon tú mismo título a esta historia.
¿El amor es cuestión de lugares apropiados o depende de otros espacios que nos asustadesempolvarlos? ¿Hemos perdido esos espacios y, para comunicarnos, nos quedan sólo abismos deincomprensiones? ¿La agresividad ha sustituido al beso? ¿Se ha perdido la «fascinación», es decir, eseviaje iniciático y transformador que el encuentro con otra persona puede producirme?
Y lo digo, aunque parezca o suene cursi. ¡Ojos…! Otros ojos son los que nos faltan. Eso es lo quenecesitamos para corregir la miopía de los otros que llevamos en la cara: córneas torturadas, pupilasimplacables…
Envíanos tu propia reflexión o comentario sobre el poema de Ángel González
Francis