Invoco al Padre como Abbá

El Espíritu Santo, espero que sea Él, bulle aquí y ahora en mí en forma de deseo, proyecto, creatividad. En mi próximo pasado el Espíritu me ha hecho «conocer» al Padre Dios como río de vida, libertad, amor que abaja barreras, experiencia que busca intensificarse también mediante la expresión teológica. Después, a través de la presencia de la Hermana vulnerabilidad; y así, la importancia del autoconocímíento (no sustituíble por la mística), y del amor de mi familia de carne.

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Hoy, el Espíritu me empuja a no replegarme aduciendo a senescencia incoada o escándalo ante la incapacidad que encuentro en la Iglesia para mantener la línea del Vaticano II. Acepto pues la misión, el «salir hacia» permanente del Éxodo; me pongo de nuevo junto a mis hermanos, me incorporo al trabajo por la justicia que nace del evangelio.

Páginas incontables referentes al Misterio santo de cuyo tratado teológico comento la osadía de seguir ocupándome, me esperan. Ojalá que con la ayuda de compañeros y estudiantes me abra al Espíritu que presuntamente las inspira.

Gracias al mismo Espíritu invoco aquí y ahora al Padre como Abbá. Coincidir por completo con esa invocación impedirá que el salir hacia y el bullir de la creatividad se reduzca a charlatanería procedente de un interior?tarabilla?sin?apaciguamiento. El silencio de la paz profunda posibilitará la limpieza liberadora de esa invocación.

Miro hacia María, la Mujer, sencilla entre los sencillos y llena de la energía del Espíritu que impulsa la misión de la Iglesia. María, empujada por el Espíritu, Icono del Espíritu, transmisora del Espíritu. Y por eso: engendradora de Jesús, de Jesús en nosotros, del amor de Jesús hacia ella, tipo y figura de la Iglesia. De una Iglesia que, sin traicionar su misión y gracias al Espíritu, se integrará finalmente con el mundo en la comunión de nuestro Dios.