Jesús y los pobres

10 de febrero de 2025

Jesus y los pobresCrecí inmigrante de segunda generación en las más lejanas praderas del Oeste canadiense. Nuestra familia era pobre económicamente, campesinos de subsistencia, con las necesidades cubiertas y apenas mucho más. Mi padre y mi madre eran extremadamente caritativos, y procuraron infundirlo en nosotros. A pesar de eso, habida cuenta de nuestra propia pobreza, se entiende que no estuviéramos muy mentalizados en cuanto a justicia social. Éramos los pobres.

Crecer de esta manera puede fijar profundamente en ti ciertos instintos y actitudes; algunos buenos, otros malos. En los aspectos positivos, llegas a creer en la necesidad de trabajar duro, que nada se te da gratis, que necesitas cuidarte, y todos los demás deberían hacer lo mismo. Irónicamente, esos mismos códigos de valores pueden cegarte para con algunas verdades fundamentales relativas a los pobres.

Puedo atestiguar esto. Me supusieron muchos años -trabajo que me llevó a muchas situaciones extremas- algunos encuentros de primera mano que tuve con gente sin las necesidades básicas de la vida, e incontables horas en clases de teología, aun antes de que llegara a ser consciente de algunas de las básicas verdades bíblicas y cristianas relativas a los pobres.

Ahora estoy luchando por vivirlas, pero al menos acepto que son innegociables para un cristiano, sea de la denominación o convicción política que sea. En pocas palabras, como cristianos, se nos ha dado un innegociable mandato de atender a los pobres con compasión y justicia. También, este mandato es exactamente tan innegociable como guardar los mandamientos, según resulta claro en casi todos los pasajes de la Escritura.

He aquí la esencia de ese mandato:

. Los  grandes profetas judíos acuñaron este mantra: La calidad de vuestra fe será juzgada por la calidad de la justicia en la tierra, y la calidad de la justicia en la tierra será juzgada siempre por la manera como “las viudas, los huérfanos y los extranjeros” (código bíblico para los grupos más endebles y vulnerables de una sociedad) estén siendo tratados mientras vosotros estáis vivos.

. Jesús no sólo ratifica esto; lo profundiza identificando su persona misma con los pobres. (“Cualquier cosa que hagáis a mis hermanos más humildes, me lo hacéis a mí”). Nos advierte que seremos juzgados para la vida eterna por la manera como hayamos tratado a los pobres.

. También, en ambos Testamentos de la Biblia, esto es particularmente verdadero, referido a cómo tratamos a los extranjeros, extraños e inmigrantes. La manera como los tratamos es la manera como de hecho estamos tratando a Jesús.

. Notad que Jesús define su misión con estas palabras: He venido a traer buenas noticias a los pobres. De aquí que ninguna enseñanza, doctrina predicada o política de gobierno que no sea buena noticia para los pobres puede pasar por provenir de Jesús ni del Evangelio.

Además, casi todos nosotros hemos sido educados para creer que tenemos el derecho de poseer cualquier cosa que nos llega honradamente, tanto por nuestro propio trabajo como por legítima herencia. Sin importar lo cuantiosa que pudiera ser esa riqueza, era nuestra siempre y cuando no hiciéramos trampas a nadie por el camino. Tomando todo en consideración, esta opinión ha sido asumida en las leyes de los países democráticos, y generalmente creemos que está moralmente sancionada por el Cristianismo. No lo está, como podemos deducirlo de estas verdades de la Escritura:

. Dios ama a todos. No existen favoritos ni privilegiados a los ojos de Dios, el cual proyectó la tierra y todo lo que hay en ella por la causa de todos los seres humanos. Por tanto, los bienes creados deberían fluir equitativamente a todos.

. La riqueza y las posesiones deben ser entendidas como nuestras para administrarlas más bien que para poseerlas absolutamente.

. Ninguna persona ni nación puede tener un remanente si las demás no tienen atendidas las necesidades básicas.

. La condenación de la injusticia es un aspecto innegociable de nuestro discipulado.

. Dios no es neutral en ninguna de las situaciones donde se da injusticia, deslealtad, opresión o agobiante pobreza. Más bien, Dios quiere que se actúe contra todo y contra todos que gestionan injusticia y muerte.

Estos principios son firmes; tanto que, en realidad, fácilmente se cree que Jesús no puede estar, de hecho, pidiéndonoslo. Pero en verdad, si se tomaran seriamente, estos principios reharían radicalmente nuestras vidas y el orden social. Ya no serían negocios, como son normalmente.

Por poner sólo un ejemplo: En este momento, hay cerca de cuarenta y cinco millones de refugiados en nuestro mundo, casi todos ellos buscando cómo cruzar una frontera y entrar en un nuevo país. ¿Se da el hecho de que algún país, hoy, (en expresión bíblica) dé la bienvenida a los extranjeros, abra con toda normalidad sus fronteras y acoja a todos que quieren cruzar? Ese hecho no sucede en realidad ni es socialmente oportuno por lo que supondría en la práctica para nuestro bienestar y seguridad. Aunque eso se puede entender, lo que no se puede permitir es que nuestro (aparentemente) necesario pragmatismo social y político, al tratar de “la viuda, el huérfano y el inmigrante”, pueda presentarse como si proviniera de Jesús y de la Biblia. No puede ser. Esto es antitético a Jesús. Tanto si esto trastorna o no nuestra seguridad y bienestar, Dios está siempre en el lado oscuro de la historia, siempre al lado de los pobres.

Tradujo al Español para Ciudad Redonda Benjamín Elcano, cmf

Artículo original en inglés

Imágen: Depositphotos