Jueves de la segunda semana de Adviento

Este día, dentro de la segunda semana de Adviento, en la que, sorprendidos, venimos encontrando el acompañamiento fascinante de la belleza, especialmente la de la Virgen Inmaculada, los textos siguen abundando, a través de hermosas imágenes, en la manifestación del esplendor divino.

(JPG) El desierto se convierte en vergel, y el jardín está poblado de siete especies de árboles benéficos: “Cedros, acacias, mirtos, olivos, cipreses, olmos y alerces”, para decir que está colmado de la vegetación más exuberante, signo de bendición.

Lo que se refiere a Dios es inabarcable, y la Sagrada Escritura lo describe de manera paradójica: “ríos en las cumbres peladas”, “el desierto convertido en estanque”, “el yermo hecho manantial”, “el páramo repoblado como un jardín”. Estas imágenes se pueden aplicar al ejemplo que presenta Jesús. El más pequeño en el reino de los cielos es más grande que Juan el Bautista, siendo el Precursor el mejor nacido de mujer.

Tú mismo puedes convertirte en privilegiado del Señor: “Yo, el Señor, tu Dios, te agarro de la diestra y te digo: «No temas, yo mismo te auxilio»”.

Ante esta contemplación el salmista nos ofrece la respuesta adecuada: “Te ensalzaré, Dios mío, mi rey, bendeciré tu nombre”.

¿Eres capaz de encontrar la belleza que contiene toda realidad?

¿Te descubres con la vocación de acrecentar la creación y hacer de tu desierto vergel?

En tu relación trascendente, ¿eres agradecido, bendices, reconoces la misericordia del Señor?

La promesa se cumple, sólo hace falta estar atentos: “El que tenga oídos, que escuche”.