Jueves primero de cuaresma

El martes pasado, se nos invitaba a la oración discreta y confiada, tal como Jesús enseñó a los suyos.

Hoy nos acompañan de manera especial las lecturas bíblicas, que se hacen eco de la situación de angustia, prueba, enfermedad, callejón sin salida, en la que muchos pueden estar viviendo.

(JPG) El ejemplo de la reina Ester, su oración de súplica ante una situación aparentemente irremediable, que Dios escucha y atiende, nos anima a abrirnos a la esperanza.

“Señor mío, único rey nuestro. Protégeme, que estoy sola. Líbranos con tu mano; y a mí que no tengo otro auxilio fuera de ti, protégeme Tú, Señor, que lo sabes todo” (Est 4,17).

¡Cuántas veces, al cabo de la vida, se puede llegar al límite de la esperanza!

Hoy Jesús nos asegura: “Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre” (Mt 7,7).

Si, por lo que sea, te ronda la angustia, estás a punto de perecer por desesperanza, crees que tus circunstancias son irremediables, sufres la tentación de la desconfianza y por cansancio estás a punto de arrojar la toalla, deseo que las palabras del Maestro y la reacción rendida de la reina Ester sean respuesta providente.

El salmista nos asegura: “Cuando te invoqué, me escuchaste” (Sal 138), y la plegaria angustiada, llena de dolor, se convierte en acción de gracias: “Te doy gracias, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para ti…”

No pienses que te hablo de memoria. Si tienes argumentos para justificar tu incredulidad, porque piensas que tu oración no es escuchada, sin pretender herirte más de lo que quizás estás, te invito a que releas la primera lectura, donde se contiene la plegaria más acuciante; “Señor, muéstrate en la tribulación, y dame valor”. En otra parte, el salmista nos aconseja: “Ten ánimo, sé valiente, espera en el Señor, que volverás a alabarlo” (Sal 27).