Jueves segundo de Cuaresma

“Bendito quien confía en el Señor y pone el Señor su confianza” (Jer 17,7).

(JPG) Hoy se nos revela la fuente de la paz, de la serenidad, de la felicidad. Hoy se nos indica el secreto de los que, aun en medio de las pruebas, no se turban, ni pierden la calma ante el futuro, porque les asiste siempre la confianza, y llegan al extremo de abandonarse en las manos providentes de Dios.

La bendición de Dios es fuente de dicha, y Dios bendice a los que son limpios de corazón, a los humildes, mansos, amantes de la paz, a los que trabajan por la justicia, a los misericordiosos.

Si acudimos a las Sagradas Escrituras, podemos averiguar las fuentes de la bienaventuranza y de la felicidad.

  “Dichoso el que no sigue el camino de los impíos” (Sal 1).
  “Dichos el que teme al Señor y sigue sus caminos” (Sal 127).
  “Dichoso el hombre que soporta la prueba” (St 1, 12).
  “Dichoso el hombre a quien Tú educas” (Sal 93).
  “Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen” (Lc 11,28).
  “Dichosos los que viven en tu casa alabándote siempre. Dichosos los que encuentran en Ti su fuerza, al preparar su peregrinación” (Sal 84).

A éstos se les compara con el árbol frondoso junto a la corriente, que no teme el estío, ni pierde sus hojas, siempre verde y fecundo-

La enseñanza se podría presentar en sentido contrario, desde la amenaza, el miedo o la maldición. Los textos nos ofrecen los efectos diferentes, según dónde se ponga la confianza, si en el dinero, la riqueza, la carne, o en Dios.

“Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza” (Jer 17,7).