Visitada repetidamente por el dolor, una enferma de cáncer hace su propia lectura de las palabras del cuarto evangelio: "Junto a la cruz de Jesús estaba su Madre" (Jn 19, 25). Mirando a María -dice- tiene sentido el dolor, nuestro dolor, ya que la cruz y el dolor no son humanamente razonables. Nuestra Madre gustó el dolor, la desapropiación, el desconcierto, la intemperie… El anuncio del ángel -continúa- la desinstaló, la sacó de su propio proyecto para abrirse plenamente alplan de Dios sobre ella". Ahora que tocamos con las manos la celebración de la cuaresma, la vivencia de nuestro propio dolor al estilo de María, puede ayudamos a dar sentido pleno a todas nuestras cruces.
Si todo depende de un sí. María acepta lo radicalmente nuevo. Todo el cosmos, cielo y tierra, pendiente de la respuesta de una muchacha. María se dejó conducir por caminos de fe. Fue bienaventurada porque supo escuchar; y aquello que no entendía "lo guardaba en su corazón" .
La vida de María podría resumirse en el ‘hágase’ de Nazaret, hasta su sí en el Calvario, donde Jesús nos Ja dio por Madre. En el dolor y la cruz, unida a la Pasión de su Hijo, llevó al culmen su Maternidad universal. Es aquí donde descubrimos que el mensaje de la cruz es mensaje de amor. La unión profunda y viva de amor y dolor en la experiencia de Jesús y del cristiano como seguidor suyo es el núcleo de la sabiduría evangélica.
La cruz me duele
La cruz no me gusta, me duele. Como a todos. También fue dolorosa para Jesús y María, porque la cruz no es para entenderla, sino para vivirla. El misterio de la cruz y la resurrección es central en la vida cristiana.
"Compadecer con Cristo, compadecer con María, la pasión de Hijo es también pasión de la Madre. Sólo el compadecer puede curar el dolor. En María queda patente el padecer materno de Dios. Sólo en ella llega a su término la imagen de la cruz, porque ella es la cruz asumida" (Benedicto XVI).
Mi cruz es pascual
Mi dolor -nuestro dolor- como el de María, no puede quedarse en la cruz, tiene que ser pascual, es el ‘paso’ del Señor por nuestra vida. En Cristo, su paso por la cruz y la muerte terminó en resurrección. La alegría que con el dolor no se destruye sino que llega a su madurez. "Sólo la alegría que se mantiene ante el dolor y es más fuerte que el dolor, es la verdadera alegría", sigue diciendo el Papa.
Se me ha preguntado cómo vivo desde la fe en unión con María la prueba de la enfermedad. No puedo negarme a ofrecer con sencillez a mis amigos de la ‘familia IRIS’ el testimonio que se me pide. Debo reconocer con gratitud que muchas veces me alienta la palabra de otros hermanos que han pasado por el dolor.
Voy aprendiendo a ‘rezar mi cáncer’
En estos momentos en que la salud vuelve a quebrarse, quiero confiar más en el Señor, me siento como el niño pequeño en los brazos de su Padre. Precisamente la enfermedad me hace experimentar más vivamente mi vulnerabilidad y mi impotencia. En el dolor voy comprendiendo lo relativo de las cosas, el dolor me ayuda a hacer lectura de Dios’ en cada acontecer.
En la escuela del amor y del dolor de María quiero ir aprendiendo a aceptar los planes de Dios sobre mí. Voy poquito a poco aprendiendo ‘a rezar mi cáncer’. El sufrimiento me une más al Señor y a los hermanos. Descubro la ternura de Dios y de su madre; y también gozo del cariño de los que me rodean. Necesitar de los mismos es un don para el que lo recibe y para el que lo da, porque a ambos nos hace salir de nosotros mismos.
Me siento privilegiada porque el Señor me ha ‘besado con el beso de la cruz’.
Desde la vida de María entiendo mejor el dolor, soy dichosa porque Dios se ha fijado en mi pequenez como se fijó en la de su Madre. Como ella, yo también quiero entonar mi Magníficat de gratitud al Señor.
La cruz de Jesús y de María
Ahora que Benedicto XVI nos ha regalado en su primera encíclica un precioso mensaje sobre el Amor, me conforta leer sus palabras y adivinar en ellas esa otra cara siempre misteriosa del amor que es la cruz. Sólo destacaré tres frases:
– "Cristo ocupó el último puesto en el mundo -la cruz-, y precisamente con esta humildad radical nos ha redimido y nos ayuda constantemente" (n. 6).
– "La fe, que hace tomar conciencia del amor de Dios revelado en el corazón traspasado de Jesús en la cruz, suscita a su vez el amor", (n. 39).
– Y finalmente: "La hora de la Madre llegará solamente en el momento de la cruz" (n. 41).