Siempre ha habido una innata y saludable tensión entre teología y catequesis, entre lo que sucede en los departamentos de teología de las universidades y el banco de las iglesias. Teólogos y obispos no siempre son entre sí los mejores amigos. Y eso es comprensible. ¿Por qué?
Teología y catequesis tienen diferentes objetivos, aun cuando ambas son válidas y se necesitan mutuamente. La catequesis, en esencia, es un esfuerzo por enseñar los fundamentos de la fe. Por cierto que, en su original griego, catequesis significa “repetición, eco”. Así que la catequesis es no tanto un esfuerzo por entender la fe cuanto, simplemente, repetirla, particularmente para transmitirla tan clara como sea posible. Por tanto, un catequista no trata de probar los fundamentos de la fe, aunque puede intentar dotarla de cierta apologética o exposición razonada. La catequesis no busca dificultades intelectuales o aparentes contradicciones en las doctrinas que enseña; su propósito es más bien enseñar esas verdades y dogmas a aquellos para los que son aún relativamente nuevas. Y su audiencia es cabalmente, aquellos para los que sus verdades son aún relativamente nuevas, particularmente el neófito, el principiante religioso.
Así, la catequesis es, por definición, un empeño esencialmente conservador. Su objetivo no es tanto abrir las mentes a nuevos puntos cuanto enseñar lo básico, impartir principios que ayuden a mantener firmes las mentes. La catequesis trata de edificar un fundamento dentro de la persona, no extender ese fundamento.
La teología, por otra parte, no trata simplemente de repetir la fe; busca entenderla y articularla en un lenguaje que la haga atrayente a una mente cuestionante y crítica. Durante más de 900 años, por lo general, la cristiandad ha aceptado la definición de teología dada por san Anselmo: “Fe que busca al entendimiento”. Si Anselmo está en lo cierto, entonces la tarea de la teología es examinar críticamente la fe cristiana en términos de lo que la fe es en sí misma y en términos de lo que en nuestros dogmas cristianos se contiene, como para proporcionar una visión de fe y dogma que pueda manejar todas las cuestiones que les puedan ser planteadas, tanto desde dentro de la Iglesia como desde los escépticos de fuera.
De aquí que la audiencia para la teología difiere de la audiencia para la catequesis. La teología tiene tres audiencias ideales: Los asistentes a la iglesia, que ya estás catequizados y buscan un asimiento intelectual de su fe más profundo; la academia de estudiosos (universidades, colegios, las artes, centros intelectuales) donde la fe y el dogma son frecuentemente examinados; y la cultura y el mundo en conjunto donde la cristiandad tiene que justificarse a sí misma y a sí misma intelectualmente.
La teología, por tanto, es un empeño esencialmente liberal. ¿Por qué? Decimos que la teología es liberal por la misma razón por la que nunca hablamos de un “Colegio de Artes Conservadoras”. Eso sería un oxímoron. Instituciones de aprendizaje superior, universidades, escuelas de arte y otras semejantes son, según articuló clásicamente el cardenal Newman en su libro sobre educación “La Idea de una Universidad”, por definición liberales, a saber, son para ampliar la formación de la gente, hacerles tratar cuestiones difíciles y críticas, traerles a un nivel de madurez en su disciplina (fe y dogma, en este caso) hasta situarlos sin complejo para afrontar cualquier doctrina que surja, y ayudarles a ser líderes en su campo. La catequesis busca crear una disciplina ortodoxa; la teología busca generar un líder competente.
La Iglesia necesita de ambas. Necesita dar énfasis a la catequesis y a la teología, fijando a ambas en aquellos que necesitan aprender los elementos de su fe y en los que tratan de dar sentido intelectual a su fe. Se admite que haya una innata tensión entre ambas. El banco de la iglesia no deja de sentir que los teólogos son demasiado liberales, mientras que los teólogos tienden a mirar desconfiadamente al banco, preocupados porque las duras cuestiones no sean tratadas. Sin embargo, esto nunca debería ser una cuestión de uno/o, sino de ambos/y. La Iglesia necesita gente que esté sólidamente catequizada, que conozca con claridad lo esencial de la fe, aun necesitando gente que haya tratado de articular esa fe a nivel más crítico y se haya enfrentado sin miedo a la impetuosa tormenta de objeciones intelectuales, a la indignación eclesial y a todo tipo de protestas contra la fe.
La ortodoxia es importante, pero quiere ser más un trampolín del que saltar que un recipiente que resguarda. Por ejemplo, la palabra “seminario” viene del latín “seminarium”, que significa “semillero”. Un semillero no es un lugar para cultivar un roble. Es para tener plantas jóvenes, tiernas, recién brotadas, que necesitan protección del riguroso clima exterior. Es un lugar para proteger una planta joven, pero no es para cultivar un árbol gigante.
La relación entre catequesis y teología podría caracterizarse de la misma manera. La catequesis es el seminario, lugar necesario para hacer germinar y proteger las plantas jóvenes y demasiado tiernas, mientras que la teología es un lugar menos protegido donde cultivar posteriormente el roble.