El icono de la Anunciación (en ruso Blagaviéschenie) llamado de Ustiug, es uno de los pocos que se conservan del periodo anterior a la invasión de la horda tártaro-mongola (mediados del siglo XIII), que supuso para Rusia una notable ruptura con el mundo cristiano y un fuerte encastillamiento en sus fronteras. Los iconos de esta época rezuman aún aromas bizantinos y reflejan todavía fuertemente los canones iconográficos y las formas grandiosas propias de Constantino- pla. El icono que presentamos es monumental en sus proporciones (229 x144 cm) y esto es ya un pórtico de acceso al mensaje.
LA grandiosidad de formas y colores, el fondo dorado, la ausencia de perspectiva, la armonía que se respira en la composición, la serenidad de los rostros… todo es una invitación al creyente a entrar en el ámbito divino, sólo accesible a los ojos contemplativos, a través de la ventana abierta del icono.
El iconógrafo ha reducido la escena a lo esencial: los personajes, sin decorados que distraigan la atención de lo sublime. A la derecha, una mujer en pie, vestida como madre de Dios: azul oscuro (túnica) y rojo púrpura (omophorion o vestido superior), sobre una especie de alfombra o podio, para indicar su dignidad. Su rostro, de ojos grandes, está ligeramente inclinado hacia su interlocutor. El retrato de Gabriel es primoroso en sus proporciones y detalles. Los colores ocre claro de su túnica y el azul pálido del manto, así como la abundancia de trazos de oro yuxtapuestos (axisto) ponen de relieve su inmaterialidad y su sagrada quietud. .
Originariamente llevaba un largo báculo, como manda la tradicción iconográfica, pero se ha perdido. Con su mano derecha hace el gesto griego de la palabra, cumpliendo su misión de mensajero de Dios. María no habla, acoge. Por eso su mano derecha está vuelta hacia el corazón, donde guarda la Palabra y la medita asiduamente (Lc. 2,19.51). Con una técnica extraña para nosotros, acostumbrados a las secuencias temporales de imágenes, el icono nos ofrece una visión total y simultánea de la Anunciación. Al mismo tiempo que el ángel habla, María ya ha concebido en su seno al hijo de Dios, que está sentado en el trono del cielo. Jesús aparece en forma de un niño con nimbo, sin apenas ropa, pero que es el Logos de Dios (gesto de la palabra). María, al mismo tiempo que acoge en su seno la Palabra, nos indica el camino de encuentro con ella. El niño está relacionado en diagonal con el Logos sentado en majestad en la gloria del cielo, rodeado de serafines, del que desciende un rayo de luz azulado, hoy apenas perceptible, hacia la Virgen.
¿Virgen? ¿Cómo reflejar lo invisible, la concepción virginal de la Palabra? El iconógrafo ha recurrido a una cita conocida en la iconografía desde el siglo IV. Ha colocado en las manos de María una madeja de púrpura. Se trata de una historia recogida por uno de los evangelios apócrifos que habla de la estancia de Maria niña en el templo de Jerusalén. En uno de los juegos de las jóvenes, echaron a suertes, para ver quién de ellas era la reina de las vírgenes. Decidieron que sería la que sacase al azar el hilo de púrpura del cestillo de los hilos con que trabajaban. Y le tocó a María. Colocando en sus manos este símbolo, se confiesa su virginidad en el momento mismo de asumir su maternidad.
Todo el icono transmite serenidad y habla de escucha, de acogida orante, de encuentro entre el cielo y la tierra virginal de la humanidad y armonía silenciosa. Estamos en el comienzo mismo de la plenitud del tiempo futuro, en la aurora de la salvación. Este mensaje cobra aún mayor valor si tenemos en cuenta que este icono se pintó en un contexto histórico de disgregación, de fuertes luchas internas en Rusia, de predominio de la violencia y la ambición de poder. Todos los mensajeros que llegaban traían malas nuevas. Por eso el iconógrafo presentó a María en el misterio de la Anunciación como el sueño de un pueblo nuevo, deseoso de buenas noticias de reconciliación, de acogida y de unidad. A través de la ventana abierta del icono, un rayo del futuro llegaba a nuestra tierra invitando a todos a hacerlo posible.