La pandemia está significando una puesta en cuestión de muchas rutinas y certidumbres de nuestras vidas. Habíamos dado por descontado el funcionamiento de muchos servicios; contábamos con muchas libertades. La pandemia ha afectado también de forma directa a la vida pastoral de las comunidades cristianas.
Muchas personas y muchas veces se han preguntado. ¿Qué vamos a aprender de esta pandemia? ¿Qué nos enseña? ¿Saldremos mejores? ¿Significa una gran relajación en cuanto a la celebración comunitaria y presencial de la fe?
Puede significar también una gran oportunidad. Me refiero a la celebración de los sacramentos; entre ellos, el bautismo, la primera comunión. el matrimonio.
Es claro que el amor de enamoramiento es una experiencia trasformadora de la vida. Implica el nacimiento de las mejores energías, afectos y promesas de la vida humana, del hombre y de la mujer. Es un acontecimiento que necesita celebración. Algo sublime e inesperado surge en la vida de las personas que resulta asombroso, que sorprende. Tiende a hacerse visible; es contagioso. Requiere hacer partícipe de él a los amigos. Y eso, a pesar del individualismo y la privatización de la vida personal en nuestra cultura.
Esa celebración en forma de compromiso conyugal, de compromiso interpersonal, se ha convertido en una institución; tiene sus regulaciones legales y sus regulaciones sociales. Y son estas las que actualmente se convierten en pesadumbre, difícil de evitar. Por eso, entre otras cosas, muchos deciden no casarse, ni siquiera comprometerse como pareja de hecho. Es cierto que la decisión de casarse, sea ante la autoridad civil o ante la comunidad cristiana, está rodeada de gran complejidad. Por eso da mucha pereza:
- Organizar una boda requiere tiempo
- Organizar una boda requiere dinero
- Implica someterse a la presión de las familias respectivas
- Hay que hacer invitaciones, tener claros los criterios de invitación
- Hay que reservar el local con mucha antelación
- Requiere ser centro de atención de muchas personas
- Hay que estrenar vestuario
- Hay que preparar el papeleo
- Hay que inmortalizar el momento en imágenes
- Hay que hacer los cursillos de preparación
El tiempo de pandemia ha obligado a simplificar las celebraciones vinculadas a los sacramentos desde el bautismo hasta el matrimonio. ¿Habrá hecho posible que aparezca con más nitidez la centralidad de lo que se celebra? ¿Habrá facilitado la búsqueda de alternativas de celebración que sean menos pesadas socialmente y más expresivas vitalmente? ¿Tendremos la creatividad suficiente como para celebrar el amor conyugal, su importancia biográfica, su encanto social y su trascendencia, de una manera más simple y elocuente?
Para mucha gente, creo que sería una gran buena noticia.
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