Alguien preguntaba a alguien: ¿qué te impide cruzar el umbral? y señalaba al cuerpo. Y es que el cuerpo, hoy, es una formidable frontera porque refleja toda la problemática mental y la mente es el ver dadero obstáculo. En el orden de lo práctica, de la pedagogía del trabajo oracional, el cuerpo ha de ser el primer paso; es lo que tenemos ‘más a mano' para 'comenzar' a caminar. Siempre desdeñado, cuando el Concilio nos dice que es el hombre 'entero' el que hay que salvar, desconocemos cualquier pedagogía -carecemos de mentalidad- que nos permita reconducir el cuerpo como lugar donde Dios habita y desde donde 'se le pueda ver'.
Aunque parece desdeñable, -en todo caso, trivial- muchos son incapaces de traspasar -de ahondar- ese primero y necesario umbral del propio cuerpo. ¿Qué podemos esperar de quien no sabe profundizar ni poseer su propia corporalidad? ¿Qué se podrá esperar de quien pretende modelar su alma y es incapaz de modelar su cuerpo hasta hacerlo capaz de una teofanía?
En el fondo, realizarse implica también, y necesariamente, consumar la propia corporalidad. Mira al crucificado . Aunque vez un cuerpo destrozado, puedes ver también un cuerpo 'perfeccionado' en el dolor, perfectamente unido al alma…, y a Dios… Destrozado pero no agarrotado por tensiones . Sabes que las tensiones son siempre fruto de las pretensiones… Y Jesús, sin otra pretensión que hacer lo que hacía, el alma en paz y el cuerpo distendido, señaló la forma perfecta de liberación de la persona entera…
Perdimos nuestro cuerpo original silencioso; sólo tenemos, ahora, un cuerpo influenciado por la mente egocéntrica. Un cuerpo así, tiene dificultad para llegar a tener un alma enamorada de Dios y en su paz. La oración tendrá que irlo modifican do -pero, si se ora de verdad- para que pueda reflejar el silencio de nuestro parecido con Dios y el origen profundo de su llamada a la vida (Gn. 2,7). El cuerpo es un continente por descubrir … ¡Nos aventuramos poco, lo justo !
por gentileza de la Revista Iris de Paz