En el libro del Levítico ya aparece señalada la fiesta de las Semanas: “Contaréis siete semanas enteras a partir del día siguiente al sábado, desde el día en que habréis llevado la gavilla de la ofrenda mecida; hasta el día siguiente al séptimo sábado, contaréis cincuenta días y entonces ofreceréis al Señor una oblación nueva.” (Lev 23, 15-16).
El libro del Deuteronomio reitera el mandamiento de celebrar el día de la cincuentena: “Contarás siete semanas. Cuando la hoz comience a cortar las espigas comenzarás a contar estas siete semanas. Y celebrarás en honor del Señor tu Dios la fiesta de las Semanas, con la ofrenda voluntaria que haga tu mano, en la medida en que el Señor tu Dios te haya bendecido.” (Dt 16, 9-10)
Para los cristianos, a los cincuenta días de Pascua es la fiesta de Pentecostés, fiesta que celebra la venida del Espíritu Santo. El día siguiente al séptimo sábado después de la Resurrección de Cristo, día que los Apóstoles se encontraban celebrando en Jerusalén, como buenos judíos, la solemnidad prescrita por Moisés, acontece la efusión del don divino más precioso, el Espíritu de Amor.
Después de los cuarenta días, después de la Ascensión, el tiempo que va hasta Pentecostés, es un tiempo especial para la Iglesia, tiempo de intensa oración, solicitando, de nuevo, las maravillas que realizó el Espíritu Santo en la comunidad reunida con María, la madre de Jesús, en el Cenáculo.
El año litúrgico nos ofrece la posibilidad de avivar el adviento del Espíritu. Semana ecuménica, séptima semana en la que vivir intensamente la promesa de Jesús: “Pedid y se os dará, llamad y se os abrirá”. Pedid la venida del Espíritu Consolador.
Más que nunca necesitamos la visita del don del Resucitado, el Abogado Defensor, que nos libre de la deserción y de la tristeza, de caer en el pesimismo, y que fortalezca a la Iglesia, Pastores y fieles, e infunda el valor de dar testimonio de la fe, a la manera de aquellos primeros cristianos.
A partir de mañana, celebrada la Ascensión de Jesucristo a los cielos, a la manera de los discípulos de Jesús, reunidos con su Madre – “al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar- (Act 2, 1), invoquemos intensamente los dones del Espíritu Santo.
Dispongámonos a celebrar la gran Pascua del Espíritu. Si para la Navidad nos preparamos con el tiempo de Adviento, y para la Resurrección de Cristo con la Cuaresma, justo es que lo hagamos durante estos últimos días pascuales, a la espera del Espíritu Santo.
Foto: Salvador Dalí (1963), Cincuenta pinturas abstractas…