Entre todos los símbolos religiosos en el mundo ninguno es tan universal como la CRUZ. Ves cruces en todas partes: en muros, en cimas de la montaña, en encrucijadas de caminos, en iglesias, en casas, en dormitorios, colgando del cuello en cadenitas, en anillos, en pendientes o aretes, usadas por ancianos y por jóvenes, por creyentes y hasta por gente que no está segura en lo que creen. No todos pueden explicar lo que significa para ellos la cruz o por qué decidieron llevarla; pero la mayoría siente básicamente que es un símbolo, quizás el símbolo más fundamental de profundidad, de amor, de fidelidad y de fe.
Y la cruz es exactamente eso: el símbolo fundamental de la profundidad, del amor, de la fidelidad y de la fe. Renato Girard, antropólogo, comentó una vez que “la cruz de Jesús es el acontecimiento moral más revolucionario de toda la historia”. El mundo mide su tiempo desde él. Estamos en el año 2007 (aproximadamente) desde que Jesús murió en la cruz, y cada vez más gente comenzó a organizar sus vidas en torno a su significado.
¿Qué hay tan revolucionario -moralmente- en la cruz?
Precisamente porque es un misterio tan profundo, no es fácil comprender intelectualmente la cruz. Las cosas más profundas en la vida, amor, fidelidad, moralidad y fe no son matemáticas, sino misterios cuyas profundidades insondables siempre dejan un espacio más amplio que queda todavía por comprender. Nunca logramos una comprensión suficiente y adecuada.
Pero eso no quiere decir que no las conozcamos. Conocer es diferente de comprender; e intuimos, mucho más de lo que podemos imaginar o expresar intelectualmente.
Un ejemplo: hace algunos años la revista TIME presentó un tema de portada en primera página sobre el sentido de la cruz, y entrevistó a un gran número de personas preguntándoles qué significaba para ellas la cruz de Jesús.
Una mujer admitió que realmente no podía explicar lo que significaba para ella la cruz de Jesús, pero afirmó que atisbaba su significado: Cuando era pequeña, un novio celoso asesinó a su madre. Cuando niña aún vio el colchón empapado de sangre y las huellas ensangrentadas de la mano de su madre, se dio cuenta de que tenía que encontrar una conexión entre la historia de su madre (su sangre en aquel colchón) y la historia de Jesús (su sangre en la cruz). Algunas veces el corazón intuye vivencialmente donde y cuando la cabeza debe retirarse.
Más allá de este conocimiento visceral, ¿qué podemos comprender intelectualmente sobre el sentido de la cruz? ¿Cuál es su carácter moral revolucionario?
Los teólogos clásicos han intentado abordar este misterio dividiendo el sentido de la cruz (y de la muerte de Jesús) en dos partes: Primera, la cruz nos proporciona un entendimiento más profundo de la naturaleza de Dios. Segunda, la cruz es redentora, nos salva. Todos los cristianos creemos que, de alguna manera, la sangre de Jesús, Cordero de Dios, nos ha lavado y purificado.
Ninguno de estos conceptos es fácil de explicar, aunque los teólogos descifran mejor el primero -la cruz como revelación-, que el segundo -la cruz como redención-. Pero ambos conceptos, aun con el alcance limitado con que podemos entenderlos intelectualmente, son total y moralmente revolucionarios.
El cristianismo cumple ahora unos dos mil años, pero nos costó cerca de mil novecientos años percatarnos totalmente del hecho de que de la esclavitud es mala, que va directamente contra la enseñanza central de Jesús. Lo mismo podemos decir sobre la igualdad de las mujeres. Mucho de lo que Jesús nos reveló es como una cápsula de medicina que actuará con el tiempo. A través de los siglos, despacio, gradualmente, en aumento quizás imperceptible, el mensaje de Jesús va permeando más profundamente el interior de nuestra conciencia.
Y esto es especialmente cierto con respecto a nuestra comprensión de la cruz y a lo que ella nos enseña. Por ejemplo: Ha habido papas durante dos mil años, comenzando por el apóstol Pedro; pero fue solamente el último Papa, Juan Pablo II, en nuestra misma generación, quien se plantó y dijo con claridad que aplicar la pena capital de muerte es un error (independientemente de cualquier argumento sobre si es o no disuasiva, si trae o no compensación a las familias de las víctimas, o si puede defenderse en concepto de justicia). La pena capital es mala e injusta porque va contra el corazón del evangelio tal como se revela en la cruz, es decir, que debemos perdonar a los asesinos, no matarlos.
Éste es justamente uno de los rasgos moralmente revolucionarios de la cruz. Hay todavía más rasgos , incontables. René Girard, hablando como antropólogo, nos lo deja claro cuando afirma que la cruz es el evento moral más revolucionario en la historia del planeta. Marcos, el evangelista, hablando como discípulo de Jesús, lo explica de otra manera: Para él, la cruz de Jesús es el secreto más profundo para todo.
Según el evangelio de Marcos, en la medida en que comprendemos la cruz de Jesús llegamos a captar el secreto más profundo de la vida. Y lo opuesto es igualmente cierto: En la medida en que no comprendemos el sentido de la cruz perdemos la llave que nos abre los secretos más profundos de la vida. Cuando no comprendemos la cruz, los profundos misterios de la vida vienen a ser como un acertijo.
Tanto Marcos como Girard tienen razón: La cruz de Jesús contiene el secreto moral más profundo de la vida, sin embargo vivimos con un secreto que a veces comprendemos, pero otras veces no.