La antigua Grecia expresó psicológica y espiritualmente mucho de su sabiduría en sus mitos. No intentaron que estos fueran tomados literariamente ni como históricos, sino como metáfora y como una ilustración arquetípica de por qué la vida es como es y cómo la gente emplea la vida generativa y destructivamente.
Y muchos de estos mitos están centrados en dioses y diosas. Tuvieron dioses y diosas para reflejar virtualmente cada aspecto de la vida, cada aspecto de la conducta humana y cada innata tendencia humana. Además, muchos de estos dioses y diosas estaban lejos de la moral en su conducta, especialmente en su vida sexual. Tenían turbias aventuras entre sí y con seres humanos. Sin embargo, a pesar de la turbiedad y amoralidad de su conducta sexual, uno de los rasgos positivos de esos mitos era que, para la antigua Grecia, el sexo estaba siempre, de alguna manera, conectado con lo divino. Incluso la prostitución del templo estaba relacionada de algún modo con el acceso a la fertilidad que emanaba de la esfera divina.
Dentro de este panteón de dioses y diosas, había una particular diosa llamada Artemisa. Al contrario que la mayoría de sus otras diosas, que eran sexualmente promiscuas, ésta era casta y célibe. Su abstinencia sexual simbolizaba el lugar y el valor de la castidad y el celibato. Era representada como una figura alta y grácil, atractiva sexualmente, pero con una belleza que, aunque sexual, era diferente de la seductora sexualidad de diosas como Afrodita y Hera. En la figura de Artemisa, el sexo es representado como una atractiva mezcla de soledad e integridad. Es pintada frecuentemente como rodeada por miembros de su propio sexo o por miembros del sexo opuesto que se muestran como amigos e íntimos, pero nunca como amantes.
Lo que se quiere decir aquí es que el deseo sexual puede permanecer saludable y generativo incluso mientras se abstiene del sexo. Artemisa representa un modo casto de ser sexual. Ella nos dice que en medio de un mundo borracho de sexo, uno puede ser generativo y feliz dentro de la castidad y aun dentro del celibato. Quizás, incluso más importante, Artemisa nos muestra que la castidad necesita no volver a uno anti-sexual y estéril. Más bien muestra que la sexualidad es más amplia que el sexo, y que el sexo mismo será más rico y más significativo si también está conectado a la castidad. Artemisa declara que tomar posesión de tu estado de soltero y experimentar la amistad y otras formas de intimidad no sustituyen al sexo sino son una de las ricas modalidades del sexo mismo.
Thomas Moore, describiendo a Artemisa, escribe: “Aunque es la más virginal de las diosas, Artemisa no es asexual. Encarna una especial clase de sexualidad donde el acento está en la individualidad, integridad y soledad”. Como tal, ella es modelo no sólo para célibes, sino también para gente que es sexualmente activa. Para personas sexualmente activas, Artemisa es la bandera preventiva que dice: Quiero ser tomada seriamente, con mi integridad e independencia aseguradas.
Igualmente, Moore sugiere que, independientemente de si somos célibes o sexualmente activos, todos nosotros “tenemos periodos en la vida o sólo momentos al día en que necesitamos estar solos, desconectados del amor y el sexo, dedicados al interés de nosotros mismos. (Artemisa) nos dice que esta preferencia puede no ser un rechazo antisocial de la gente sino, simplemente, un enfoque profundo, positivo e incluso sexual de uno mismo y del mundo de uno.
Lo que esta mítica diosa enseña es una lección muy necesaria para nuestro mundo de hoy. Nuestra edad ha cambiado el sexo en una soteriología, esto es, para nosotros, el sexo no es percibido como un medio para el cielo, es identificado con el cielo mismo. Es aquello por lo que supuestamente estamos viviendo. Una de las consecuencias de esto es que ya no podemos mezclar por más tiempo nuestra consciencia adulta con la castidad, ni con la genuina complejidad y riqueza del sexo. Más bien, para muchos de nosotros, la castidad y el celibato son vistos como temerosa auto-protección que deja a uno árido, estéril, moralizador, anti-erótico, sexualmente tenso y en la periferia de los goces de la vida. Unida a esto está también la opinión de que todas esas ricas realidades tan positivamente destacadas por Artemisa (como también por el clásico concepto cristiano de la castidad), a saber, la amistad, las formas no-sexuales de intimidad, los placeres no-sexuales y la necesidad de integridad y fidelidad en el sexo, son vistas como un sustituto del sexo y lo segundo mejor de eso, más bien que como una rica modalidad del sexo mismo.
Estamos empobrecidos psicológicamente por esa opinión, lo que pone injusta presión sobre nuestras vidas sexuales. Cuando se le pide al sexo que lleve la principal carga en términos de generosidad humana y felicidad, eso no puede ayudar por inadecuado. Y estamos viendo esto hoy en nuestro mundo.
Por supuesto, como cristianos, tenemos nuestra propia diosa de la castidad, María, la madre de Jesús, y muchas santas mujeres. ¿Por qué no sacar de esas mujeres nuestra espiritualidad de la castidad más bien que mirar hacia algunas diosas paganas y míticas? Bueno, por lo general, aquí miramos a los modelos cristianos. Por otra parte, sospecho que tanto la Virgen María como nuestras veneradas santas vírgenes se habrían hecho amigas de Artemisa si, de hecho, ésta hubiera sido una persona real.