La encina y el tilo

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Es un mito griego. Habla de un matrimonio. Marido y mujer son ancianos. Y pobres. Se llaman Filemón y Baucis. Viven en una casa pobre, pero de puertas abiertas. Sucedió que un día los dioses se disfrazaron de mendigos. Llegaron a la ciudad. Y no encontraron acogida. Después de buscar y buscar descubrieron la choza del matrimonio de vida serena, fiel y duradero. Hasta los dioses se sorprendieron del entrañable amor matrimonial de la anciana pareja.

Los dioses disfrazados de mendigos se sintieron llenos de agradecimiento y admiración. Llevados por esos sentimientos hicieron una promesa a Filemón y Baucis. Cumplirían los deseos que la fiel pareja tuviera bien pedirles. Y ellos, enamorados, le pidieron la gracia de morir juntos y abrazados. Y convertirse en árboles. Los dioses con entrañable benevolencia se lo concedieron.

Al día siguiente de su muerte en el lugar de su vivienda habían crecido dos árboles enhiestos, una encina y un tilo. Se miraban uno a otro. Y todo el mundo que pasaba por el lugar podía ver claramente cómo se entrelazaban y abrazaban sus ramas. Y podían percibir los mensajes no-verbales que se repetían uno al otro: Te quiero, Te quiero. Todos sabían que eran la memoria espléndida de un gran amor fiel. Hasta la muerte y en la misma muerte.

Este antiguo mito lo cuenta el poeta Ovidio. Ha pasado mucho tiempo desde entonces. Pero en estos tiempos de fragilidad de la relación amorosa, es muy conveniente recordar esta bella historia antigua. Sin duda, la estabilidad y la fidelidad corresponden a la más profunda aspiración del amor conyugal e inmortal.