Y sentándose ante un grupo de hermanos les dijo: – Cuidaos de la envidia, porque ante el Cielo a cada uno se os ha dado según vuestra necesidad.Y muchos diréis: \»A mí no me dio el Cielo según mi necesidad, porque paso hambre. Ni me dio según mi necesidad, porque me falta amor. Ni me dio según mi necesidad porque parece que mi cuerpo atrajera todas las enfermedades.Y añadió: – Había una vez un hombre que heredó un huerto para alimentarse, pero pasaban los días sin que fuera a cultivarlo, ni se preocupase de labrarlo, ni abonarlo, ni cortar las malas hierbas. Llegó el tiempo de la cosecha y no recogió nada. Entonces miró al cielo y protestó diciendo: – ¿Qué mal he hecho, ¡Dios mío!, para que me trates así? ¿Qué mal he hecho para que me mandes esta desgracia? ¡Mira los campos vecinos que frondosos están y mira el mío mustio y seco!Estad atentos, pues, y meditad: no pidáis al cielo lo que no os pedís a vosotros mismos. ¿Y cuántas veces veis a un hermano y le envidiáis porque tiene lo que vosotros desearíais tener? Pues yo os digo que si entrarais en su vida, veríais que está vacío de otras cosas y sufre por no tenerlas tanto como vosotros.No juzguéis por los ojos, ni deseéis por los ojos. Pensad que cada uno lleva su propia carga. Y, ayudaros unos a otros a llevarla.
IV Domingo de Adviento
Lc 1,46-56. El Poderoso ha hecho obras grandes en mí