¿Qué es la guerra? La muerte. El sonido de la muerte. Un golpe seco, terrible, como si con ese ruido se acabara el alma. Una tragedia con un porvenir trágico. Lo hemos vivido aquí, aunque lo vivieron otros, pero dejó la mancha de su ceniza hasta ahora mismo. Ni setenta años la han logrado borrar.
Maruja Torres ha venido contando aquí la guerra de estos días; el último domingo, mientras lo narraba por teléfono, sonó a su lado un bombardeo sobre Beirut. La muerte, la cercanía de la muerte, la probabilidad cierta de una matanza, en un simple sonido telefónico, y después el silencio. La gente en las trincheras, pero también en las casas; refugios de papel cebolla, y lamuerte rondando, como una algarabía de ceniza y de nada.
En medio —lo contaba también la periodista— la vida seguía
como si la tristeza no fuera capaz de cerrar del todo los mercados.
La guerra, la muerte, los hombres organizando la muerte, y los presidentes atragantados por la comida mientras hablan de la muerte como si se tratara de un trámite administrativo, “esa mierda, la guerra”, la mierda que ellos cultivan y estercolan…
Y muertos: las primeras páginas, los telediarios, centenares demuertos como números en un supermercado.
La guerra es la muerte, un sonido seco; hablando del alma lo contaba César Vallejo, y hablando de la vida lo decía el mismo poeta: hay golpes en la vida tan fuertes… Qué sé yo. Los románticos que se atreven a decir que la guerra es bella tendrían
que ver la guerra, y su larga mano de ruindad.
Un día, en la posguerra española, encarcelaron a Pepe Hierro; muchos años después, ante un micrófono, el poeta escuchó el recuerdo de su propia prisión y de la oscura posguerra, y lloró como un adolescente huérfano en aquel estudio de radio. No era sólo su memoria, la del autor de Réquiem, era la memoria colectiva de una guerra que sembró de sombra incivil, de rabia, un país que aún no ha limpiado las cenizas.
La guerra suena de lejos ahora, como un clarín oscurecido que desprende una melodía siniestra que en seguida se evapora en las metralletas de otras guerras. Un sonido que luego ya nadie puede convertir en materia del olvido. Un golpe seco, tremendo.
Inolvidable, tristemente inolvidable.