A Dios, tal y como yo lo entiendo, no es fácil entenderle. A un colega, ya fallecido, le gustaba decir eso. Es un cometario lleno de sabiduría.
Cualquiera que intente entender a Dios es derrotado porque el primer dogma de todos los que tenemos sobre Dios, afirma que Dios es inefable. Esto significa que podemos entender a Dios, pero nunca encerrarlo en un concepto. Dios es inimaginable. Dios no puede circunscribirse y ponerse en un dibujo mental de ninguna clase. Gracias a Dios, también. Si Dios pudiera ser entendido entonces Dios sería limitado, como nosotros lo somos.
Pero Dios es infinito, y precisamente porque no tiene límites, no puede ser circunscrito. Por lo tanto, no puede ser capturado en una idea. Ciertamente ni siquiera tenemos la manera de hacernos idea del género de Dios. Dios no es masculino ni femenino, tampoco un hibrido mitad hombre mitad mujer. En género de Dios como su naturaleza es intelectualmente inconcebible. No podemos comprenderlo y no disponemos de ningún lenguaje para pronunciarlo. Dios está más allá de las categorías del pensamiento humano, es algo así como el perfecto masculino y el perfecto femenino, todo al mismo tiempo. Es un misterio más allá de nosotros.
Pero mientras que este misterio no puede ser comprendido apropiadamente de forma racional, sí que podemos conocerlo íntimamente, y ciertamente conocerle con tanta profundidad que está destinado a ser el más íntimo conocimiento de toda nuestra vida. No es por accidente que la Biblia use el verbo “conocer” para connotar intimidad sexual. Hay caminos diferentes de conocimiento más rudimentarios, intuitivos e íntimos que otros. Podemos conocer a Dios en una intimidad radical, sin necesidad de conceptualizar a Dios de una manera apropiada. Y esto es verdad para todas las realidades profundas de la vida, podemos conocerlas y relacionarnos íntimamente con ellas, pero no podemos nunca entenderlas completamente.
¿Dónde nos deja esto en relación con Dios? ¡En el mejor de los lugares! No estamos en una especie de cita a ciegas, esforzándonos en desarrollar una intimidad con un ser completamente extraño que pudiera ser benigno o maligno. Dios puede que sea inefable, pero la naturaleza de Dios es conocida. La revelación divina, como se ve a través de la naturaleza, o a través de las otras religiones, y especialmente como se ve en Jesús, nos habla de lo que hay dentro de la realidad inefable de Dios. Y lo que se revela ahí es al mismo tiempo reconfortante más allá de cualquier confort y desafiante más allá de todo desafío. Lo que se revela en la belleza de la creación, en la compasión que es el sello de calidad de la religión verdadera y en la revelación que hace Jesus de su Padre, nos llevan más allá de una cita a ciegas a una relación merecedora de confianza. Naturaleza, religión y Jesus conspiran juntos para revelar la realidad Última, el fundamento del ser, el creador y sostenedor del universo, un Dios que es sabio, inteligente, pródigo, compasivo, amoroso, perdonador, paciente, bueno, confiable y bello más allá de cualquier imaginación.
En una ocasión, Pierre Teilhard de Chardín, en una visión mística, vio todo lo que está escondido dentro de los ojos de Jesús. Contemplando un día una pintura de Jesús la pared de una Iglesia, los ojos de Jesús, de repente se transfiguraron y esto es lo que Theilhard vio: “Esos ojos que al principio parecían tan amables y llenos de compasión que pensé que mi madre estaba delante de mí, se convierten en un momento posterior, en los de una mujer apasionada y llena de poder para dominar, y al mismo tiempo tan imperiosamente puros que bajo su poder hubiera sido físicamente imposible que la emociones se desviara por malos caminos. Y en ese momento, cambiaron de nuevo y se llenaron de nobleza, majestuosidad, parecido a lo que se ve en los ojos de un hombre lleno de coraje, de finura, de fuerza, pero incomparablemente más sublimes para la vista y más agradables. Este centelleo de diferentes formas de belleza fue tan completo y cautivador y rápido que me sentí tocado y penetrado en todas mis potencialidades simultáneamente, así que desde el mismo centro mi ser respondía vibrando, y sonando un sentimiento único de expansión y felicidad.
Ara, mientras miraba profundamente en la pupilas de los ojos de Cristo, los cuales se habían convertido en abismos de fuego, vida fascinante, de repente vi desde las profundidades de aquellos ojos algo que parecía como una nube, desdibujando y mezclándolo todo en esta variedad que he estado describiéndote. Poco a poco una expresión extraordinaria de gran intensidad se extendió sobre las diversas matices de significado que los divinos ojos habían revelaron, el primer lugar penetrándolos y entonces finalmente absorbiendo a todos ellos… Permanecí estupefacto. Ya que esta expresión final que había dominado y unido en si misma todas las demás era indescifrable. Yo, simplemente no puedo decir si denotaba una indeible agonía o la sobreabundancia de una alegría triunfante”.
Dios no puede ser descifrado, circunscrito o capturado por el pensamiento humano, pero desde lo que podemos saber, estamos en buenas manos. Podemos dormir bien por la noche. Dios protege nuestra espalda. En definitiva, ya sea para la humanidad como un todo o para nuestras vidas individuales, todo irá bien, e irá bien de todas las maneras de ir bien. Dios es bueno.