La obra de Dios en mí

Es bueno dar gracias al Señor y proclamar su misericordia. Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo, las obras de tus manos. ¡Qué magníficas son tus obras, Señor, qué profundos tus designios!

Cuarenta años de vida y experiencia misionera me invitan a hacer memoria de algunos hechos significativos, reveladores de la obra de Dios en mí.

Sacerdote misionero: el mismo día de mi ordenación sacerdotal pude comunicar a mi familia, a mi madre y hermanos: Tengo una buena noticia que darles, me voy para América.

Despedida de mi madre: cuando ya se acercaba el día de mi partida, le escribí a mi madre: la alegría de una madre es la alegría de su hijo. Yo soy feliz con mi vocación misionera. Y sé que tú compartes este mismo gozo. En mi despedida no quiero ver lágrimas en tus ojos. Y mi madre, en todas mis despedidas, me dio ese hermoso regalo.

(JPG) La noche de mi partida: experimenté un doble gozo. La alegría inefable de verificar, dejándolo todo, que era verdad mi opción radical de seguimiento de Cristo, mi entrega total al único Señor, al servicio del Evangelio del Reino. El otro gozo indecible fue escuchar de mi Provincial, cuando estaba ya a punto de partir para el aeropuerto, que mi destino era, por cuatro meses, la misión entre los Indios Kunas de las Islas de San Blas (Kuna Yala, Panamá). Sentí un gran gozo interior al saber que los indios son “los pobres entre los pobres” e iban a ser mis destinatarios preferidos. Y escuchaba una voz secreta que me decía: ¿quién me sacará a mí de entre los indios a los cuatro meses? Y, en efecto, vieron que ya hablaba la lengua kuna, que me sentía feliz y nadie se acordó de cambiarme el destino.

Es Cristo quien vive en mí: después de varios años como misionero entre los Kunas, acompañé a un grupo de cinco hombres maduros a la capital, a un cursillo de cristiandad. Era algo insólito: ¿qué sorpresas nos depararía? Llegó la hora de los testimonios y me tocó en suerte escuchar sus voces: “estoy feliz, me he encontrado con el Señor, es Cristo quien vive en mí “. Fue el punto de partida para iniciar e impulsar un proceso de formación de Laicos kunas, evangelizadores de su pueblo en su lengua y cultura.

Identidad indígena, identidad cristiana: ¿Para ser cristiano tengo que dejar de ser indio? Hubo que caminar muchos años en la pastoral indígena hasta llegar a hablar de inculturación del Evangelio, de evangelización inculturada. Por fin, pudimos sorprendernos con gran gozo, al escuchar algunos testimonios: “Mi fe cristiana me fortalece como indio kuna y fortalece mi compromiso con mi Pueblo”. “Mi identidad indígena da nuevo rostro y expresión autóctona a mi fe cristiana”. “Mi identidad indígena y cristiana hace posible un diálogo vital, fecundo y enriquecedor, entre el Pab Igala (Teología India) y la Biblia al servicio del Proyecto de Vida del Pueblo en el horizonte del Reino”.

Con los marginados y excluidos: ante el fenómeno llamativo de la migración de los kunas a la ciudad, como misioneros decidimos abrir un centro de misión en la capital para un acompañamiento pastoral. Visitas a enfermos en los hospitales. Visitas a las cárceles y trámites legales. Cenas de navidad con homosexuales, los más marginados. Servicios fúnebres, transportando cadáveres por su extrema pobreza. Acompañamiento a grupos organizados en su lucha por conseguir tierra y casa, formando comunidades. Hoy son ocho comunidades o pueblos kunas, barriadas en la periferia de la ciudad, algunas con su pequeño templo y el acompañamiento pastoral de un misionero claretiano.

En comunión eclesial: cada año, durante diez días, acompañados de nuestro Obispo misionero, nos reuníamos todos los equipos misioneros de Darién, Kuna Yala, Costa Abajo y Colón. Un tiempo para ver la realidad: desafíos y respuestas. Un tiempo de retiro y oración. Un tiempo de iluminación teológica y espiritual. Un tiempo de actuar: formular los compromisos en el proyecto evangelizador. Y un comunicado, carta abierta a la sociedad y a la Iglesia: denuncia, anuncio y testimonio de compromiso y esperanza. Una experiencia de profunda comunión eclesial, animada y sostenida por el Espíritu durante un período de años.

“Un hombre para los demás”: Como Provincial y maestro de novicios se me ha dado la gracia de vivir para los demás, pendiente de sus gozos y esperanzas, de sus quebrantos de salud, crisis y conflictos; y alegre también de los mejores frutos que da el anuncio del Evangelio. He tenido el privilegio, en tiempos de Navidad y Semana Santa, de ir en misión, una y otra vez, a los lugares más lejanos y abandonados, de mayor pobreza, donde casi nunca llega el sacerdote.

Síntesis apretada: experiencia de Dios, vocación misionera, opción radical, dejarlo todo y seguir a Jesús, el único Señor, opción por los pobres, evangelización inculturada, promoción humana, laicos evangelizadores, en comunión eclesial, “un hombre para los demás”, especialmente para los últimos, empobrecidos y excluidos. Con mística misionera, alimentada por la Palabra, el Pan de la Eucaristía y la convivencia con los pobres.